Ningún escritor es una isla
MIGUEL OLMEDO MORELL.
«Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo», John Donne, “Meditación XVII”
A menudo, cuando uno piensa en el escritor como profesional, se le viene a la cabeza la imagen del genio recluso que se pierde entre pilares de libros para protegerse de las banalidades del mundo terrenal. Nos sentimos tentados a pensar que autores desconfiados de la vida pública y los medios de comunicación, como J.D. Salinger o Thomas Pynchon, son la norma, o que el aristocratismo rampante de Lovecraft es imprescindible para poder tejer historias.
A fin de cuentas, ¿quién puede negar que William Blake es uno de los autores con más talento y visión de las letras? El prestigioso autor del romanticismo inglés no solo escribió obras tan influyentes como Canciones de inocencia y experiencia o El matrimonio del cielo e infierno, sino que también las ilustró él mismo siguiendo un complejo sistema de grabados que le exigió entrenarse, entre otras muchas cosas, en escribir y dibujar del revés. Blake, que gracias a su dominio de estas técnicas de imprenta podría haber hecho una fortuna con su profesión, eligió la pobreza y la obscuridad con tal de poder expresar su visión artística.
Pero, ¿es esta forma de vida posible en nuestros días?
Muchos nos sentimos atraídos por este arquetipo. En más de una ocasión nos gustaría seguir la estela de Blake y conformarnos con escribir lo que queremos y autopublicarnos para no comprometer nuestra visión artística. Sin embargo, hoy en día es muy difícil recorrer esta senda.
En 2016 se publicaron 81.391 libros en España, sin contar los que se autopublicaron en formato digital o a través de plataformas online. Con el crecimiento del dominio del inglés entre los jóvenes y el auge de la industria de la traducción, el número de opciones al alcance de los lectores se dispara. Muchos autores consideran el mundo editorial como una jungla implacable donde tan solo predominan los más fuertes o mejor conectados en el sector. Esto no hace más que acentuar la idea del escritor como un ente solitario que ha de abrirse paso pisoteando a sus rivales.
Sin embargo, mi experiencia como traductor, autor, y, más importante de todo, librero, me ha hecho ver que esto no podría estar más lejos de la realidad. Hoy en día, la profesión de escritor tiene un carácter marcadamente social; el sector editorial no es una maratón donde los rezagados se quedan atrás, sino un árbol con cientos de ramas, al final de cada cual podemos encontrar un nicho.
La literatura de género ha presenciado un auge considerable en esta última década. Antes bastaba con decir que uno era admirador de la fantasía épica, por ejemplo, pero ahora no nos cabe duda de que existe un abismo entre novelas como El señor de los anillos, claramente anclada en las hazañas heroicas y el legendario de Europa, y Canción de hielo y fuego, con un carácter mucho más realista y desgarrador. La novela erótica ha encontrado un nuevo renacer en el BDSM de Cincuenta sombras de Grey, mientras el género young adult va de victoria en victoria.
En una época en que los productores de contenido se dan de codazos para acaparar al público, la literatura se sustenta en nichos especializados. Y si los lectores y autores de cada nicho no se unen y comparten sus pasiones, la literatura morirá.
El escritor ya no puede recluirse en su taller y dejar que las musas le inspiren. Gracias al auge de las redes sociales, ahora puede ponerse en contacto con sus lectores, o puede expresar sus opiniones a través de un blog. Puede dar charlas en librerías, o reunirse en una tertulia literaria para discutir las herramientas de la profesión. Todas éstas son actividades que le pueden llevar a considerar ideas nuevas y refinar su prosa; por el contrario, si se mantiene aislado, su obra se estancará tanto conceptual como estilísticamente.
Un ejemplo de éxito gracias a la participación en las redes sociales es el de Manuel Bartual, que publicó en Twitter, en agosto de 2017, un falso documental en el que hablaba de cómo un hombre misterioso le perseguía durante sus vacaciones. Esta historia se volvió viral y fue compartida por celebridades tales como Dani Mateo, Iker Casillas, o Berto Romero. Tal fue el interés de los medios por esta enigmática narración que al final la Editorial Planeta le ofreció publicarla bajo el título El otro Manuel.
Otra posibilidad que se nos ha abierto con el desarrollo de la tecnología es la participación en concursos o revistas literarias. Siempre ha habido publicaciones y certámenes literarios, es cierto, pero ahora las editoriales emergentes y las competiciones están más cerca de los artistas que nunca gracias a internet y las redes sociales. Una búsqueda rápida en Google, Facebook o Twitter nos mostrará en segundos una larga lista de oportunidades para presentar nuestras obras.
El valor de concursar o publicar no viene dado tan solo por el premio, sino también por su aspecto social. Cuando uno presenta sus textos, está participando en un dialogo con el jurado, los editores, etc., del que podrá aprender muchas cosas. Gane o pierda, adquirirá experiencia sobre la disciplina al escribir, sobre cómo cumplir con los requisitos de estilo y de formato de cada publicación, y sobre cómo ejercer la escritura como profesión. Además, muchas revistas y jurados ofrecen un informe (unas veces más extenso que otras) en el que justifican por qué o por qué no una determinada obra ha sido seleccionada. Este es un documento de gran valor que puede guiar al autor inexperto para hacerlo mejor la próxima vez.
Para concluir, quisiera hacer un llamado a todos los escritores que me leen para que participen activamente en blogs, comunidades, asociaciones culturales, y demás actividades literarias, para compartir ideas y expresar nuestra pasión por los libros. Tan solo así podremos mejorar el panorama humanístico y, lo más importante de todo, ser felices leyendo y escribiendo.
Una historia , de renacimiento espirituales, bondadosamente…
Lleno y viniendo, a los golpes fortuitos , del destino. La palabra quedará por fe, olvidada, en un estante, cuadrada por el baúl , de la hipocondría.
Y, el cielo, recompensa, la fe, de aquellos, que han pasado penurias, por el mar ignoto de Jack London. Fin. Etc, etc, etc… FIN.