Hofmansthal en El Belvedere
Por Antonio Costa Gómez.
Tras el cristal con gotas se veían los jardines nevados del Belvedere de Viena. Eso me hizo pensar en la “Carta de Lord Chandos” y la imposibilidad del lenguaje para expresar los infinitos matices de la vida.
Hofmansthal apareció como un prodigio en la Viena mágica, de antes de la guerra mundial, como cuenta Stefan Zweig en “El mundo de ayer” . Adelantó el expresionismo, se inspiró en el barroco español, hizo hablar a un Segismundo solitario en una torre solitaria para expresar lo solos que estamos en un universo mudo. Escribió unos cuentos de fantasía enloquecida que expresan pasiones.
Pero en su tensión expresiva llegó a la misma conclusión que Witgenstein: de lo que no se puede hablar lo mejor es callar. Witgenstein después de exaltar hasta el límite la lógica y el lenguaje habla de su fracaso. Las palabras se vuelven cosas muertas, como decía Rilke.
Una vez fui a Viena yo solo y me quedé alucinado los cuadros de Klimt en el Belvedere. Mucho después fui con Consuelo un invierno y miramos la nieve en el jardín detrás del cristal lluvioso. Nos quedamos mucho rato delante de “El beso” de Klimt, también habla de una pasión que sobrepasa el lenguaje. Luego en el Café Sacher, ante el chocolate inexpresable que tomaba el emperador de Austria, le hablé del poema “El secreto del mundo”: “El pozo profundo bien lo sabe / Antaño todos fueron profundos y mudos / Como mágicas palabras en repetidos balbuceos / en el fondo incomprendido”.
Pero al final Hofmansthal en la “Carta de Lord Chandos” habló de la imposibilidad de decir nada. También lo sugirió Rilke en su Malte Laurids. Y nosotros lo intuimos al mirar los jardines nevados del Belvedere por la ventana.