«The Minister»: La réplica islandesa a «Borgen» y «El Ala Oeste»

Por Gerardo Gonzalo.

Las interioridades del poder político, los mecanismos por los cuales uno llega a ser primer ministro, la toma las decisiones, el peso de los asesores, los rivales políticos, las políticas de pactos, la relación con el electorado, etc han dado auténticas joyas de la ficción televisiva como El ala oeste de la casa Blanca o Borgen. Pero a estas series, les ha salido muy recientemente un hermanito pequeño procedente de Islandia, que se llama The Minister.

Esta serie islandesa que estrena AMC, nos cuenta la historia de un peculiar primer ministro, recién elegido en su cargo, con una atractiva y peculiar personalidad en el contexto de su acción de gobierno, el entorno familiar y político que le rodea, sus propios problemas personales y la idiosincrasia de su país.

Porque el carácter islandés de la historia es consustancial a la hora de hablar de esta serie. Islandia es un pequeño país de 350.000 habitantes donde la concepción y la cercanía de la política no es equiparable a la del resto de países europeos u occidentales. Todo es más cercano, accesible y está exento de formalidades, lo cual se ve en la serie y puede chocar, aunque es reflejo de una situación real.

Pero ya puestos, también podríamos aprovechar para hablar del talento islandés en muchos ámbitos, incluido el de la ficción audiovisual. Ya que Islandia, siendo un país minúsculo y algo asilado, sorprendentemente es capaz de realizar series de televisión y películas que se estrenan en muchos lugares del mundo, tienen reconocimiento en festivales y ofrecen unos niveles de calidad, la mayoría de las veces notable.

The Minister es una serie de 8 capítulos que arranca francamente bien. Vigorosa y original, enseguida quedamos atrapados por la poderosa personalidad de su protagonista encarnado por el enorme, en todos los sentidos, Olafur Darri Olafsson. Un protagonista que se come la serie y cuya presencia omnipresente, es el centro de la misma. Un actor de porte contundente, con un amplio currículum como secundario en multitud de ficciones nórdicas y anglosajonas.

La serie presenta diversas derivadas, aunque desde el primer momento, vemos que sobre el Primer Ministro  se ciernen dudas entorno a su comportamiento en determinadas situaciones, aunque nunca se discuta la integridad de las mismas y su popularidad nunca se resienta. Un Primer Ministro diferente, impulsivo e impredecible a la vez, alejado de lo que serían los tradicionales juegos de poder, con una mentalidad aparentemente lúdica y algo despreocupada de la existencia

Rodeándolo, la poderosa familia de su mujer, abierta a todo tipo de conspiraciones y un equipo de colaboradores que deambulan desde la fidelidad absoluta de algunos a la amenaza de la traición de otros. Añadido a esto, la presencia cercana de los medios de comunicación y por último un pasado algo confuso y oscuro que alude al posible equilibrio y buen juicio actual en el comportamiento del protagonista.

Como ya he dicho, un arranque brillante, con un político que reivindica por encima de todo su identidad islandesa y que pretende romper todas las inercias y reglas establecidas. Ya desde el inicio, el político se juega todo a una carta, que en cierta manera gana, pero a partir de ahí lleva a cabo una peculiar forma de gobernar, que conduce a que permanentemente esté amenazado por conspiraciones y movimientos a los que no atiende.

Su personalidad, decisiones y vehemencia impregnan todo y le dota de una familiaridad que hace que le acompañemos y simpaticemos con todo lo que hace y con sus decisiones. Pero poco a poco, la serie se centra en exclusiva en la deriva personal y mental del líder, en una especie de escalada de degeneración que acaba alejándole de la realidad y que hace que la ficción entre en un terreno difuso, donde no queda clara la dirección que la serie quiere tomar.

El protagonista acaba convirtiéndose en un Don Quijote con aspecto de Sancho Panza, ajeno a todo y luchando contra sus particulares molinos de viento, impermeable a un entorno que le quiere, pero del que se blinda a partir de un determinado momento en su obcecación.

El problema es que tras esta degeneración, la serie más que concluir, sufre una especie de corte súbito, donde todo acaba abruptamente, dando la impresión de que no ha sido capaz de cerrarse argumentalmente como debiera, lo que deja un poso algo agridulce y una sensación de ir de más a menos.

En cualquier caso, y a pesar de sus imperfecciones, es una serie interesante, con un tratamiento original en muchos aspectos, un protagonista y un entorno de personajes que mantienen el interés. Una imagen de cercanía del poder con sus ciudadanos poco frecuente con lo que estamos acostumbrados y una pérdida final del sentido de la realidad…. quizás una metáfora de lo que le pasa a la mayoría de nuestros gobernantes.

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