“Los amantes”, de Louis Malle. Una película con dos velocidades

Por Gaspar Jover Polo

La primera mitad de la película podríamos decir que presenta una velocidad de crucero, que sirve sobre todo para meternos en situación, para que, luego, suceda lo otro, para que se produzca el acelerón imprevisto y que todo gire de golpe y estalle. No se puede decir que la primera parte resulte innecesaria, como he leído en alguna crítica, porque, sin ese tiempo más lento y más convencional, no resaltaría tanto la segunda mitad de esta obra de arte. Y tampoco puede decirse que los primeros minutos resulten convencionales por completo. Tal vez sí queda un poco pobre, por demasiado tópico, el personaje del amante español, con José Luis de Vilallonga en el papel, y también la vida que lleva la protagonista en París, papel que interpreta Jean Moreau. Pero no resulta del todo convencional el personaje del marido, que es un director de periódico de provincias bastante huraño y que parece estar reñido, sobre todo, con la forma de vivir que se lleva en la capital de Francia, que al mismo tiempo parece empujar a su mujer a echarse novio en París. 

La diferencia es abismal entre una mitad y la siguiente –y esa es la baza principal que presenta esta película–. Se parecen como el día y la noche, dicho literalmente, pues lo que en la primera mitad son sobre todo escenas diurnas, se convierte en la última parte en un paseo por el campo que transcurre durante la noche y la madrugada de un sábado, aunque con luna llena y suficiente iluminación; lo que es vida burguesa planificada al ciento por ciento, pasa a ser el violento idilio que la protagonista emprende con un desconocido y que no es capaz de controlar y al que tampoco se puede resistir. A partir de la aparición del muchacho, del joven profesor de historia y del paseo en pareja de esa noche, lo que era falta de amor, desafección, incluso aburrimiento pasa a plenitud, a delirio, a pasión que avasalla y no deja nada en pie. Todo estaba organizado en la vida de la protagonista con días, con semanas, de antelación; mientras que, a partir de esa noche de sábado y gracias a lo que parece una segunda oportunidad, los planes ya no existen para ella, luce por el contrario de forma absoluta la incertidumbre. Ella abandona al amante oficial, al marido empresario, su bonita casa en el campo y se va con el recién llegado hacia no se sabe dónde ni para vivir qué. Ella no parecía en absoluto una mujer romántica, tal vez sí un tanto insatisfecha, con una pizca de inconformismo en la mirada; pero, de repente, se le enciende una luz al final del túnel y comprende que no merece la pena seguir con su vida de siempre.

No creo que haya visto nunca semejante disparidad entre las dos mitades de una película, ni en la gran pantalla ni en la pequeña pantalla; esta película te saca de tus casillas y te embarca en un extraño viaje, lo que constituye su principal aportación. Como podéis comprobar, no me ha resultado posible ensalzar los valores de Los amantes sin hacer algo de spoiler. Pero creo que vale la pena anticipar el insólito salto, que, como ya he dicho, se produce a mitad del trayecto, si con ello consigo llamar la atención de la parte de los espectadores que todavía no han podido o no han querido ver esta peli, si consigo despertar en algún aficionado la curiosidad.   

 

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