Poder del sueño. Relatos reunidos por Roger Caillois
Muchos son los libros y ensayos que se han dedicado al mundo de los sueños. De hecho, la editorial Atalanta ha nutrido su catálogo con libros imprescindibles como El mundo bajo los párpados firmado por su propio editor Jacobo Siruela, en el que de forma erudita y amena nos adentraba en la historia (jamás escrita) de los sueños.
Ahora recupera Atalanta la antología del reputado crítico Roger Caillois, en la que se recogen cuentos de distintas procedencias pero que convergen en un tema común: los sueños. El antólogo dedica un amplio prólogo a presentar la selección de relatos que componen esta antología, pero la mejor manera de leerlo es como si de un ensayo se tratase. Un ensayo que repasa someramente, pero con precisión, la historia literaria de los sueños. Y nos ofrece claves para comprender la génesis de la literatura onírica cuando conecta el sueño con lo fantástico ya que “el sueño, siempre misterioso, puede volverse terrorífico”. Además, el prólogo sirve para presentar las historias que nos disponemos a leer.
Comienza el tomo con una bella colección de narraciones chinas, algunas imposibles de leer si no fuese por esta antología. En estas historias chinas, algunas más esquemáticas y otras más elaboradas, se perciben unas preocupaciones comunes: el sueño como presagio de una vida mejor; el dibujo de una China fuertemente compartimentada que se vale del sueño como subterfugio para poder ascender en la escala social. Hay también cuentos con un regusto filosófico, pero para mí destacan sobre los demás los ingeniosos laberintos del “Sueño infinito de Baoyu”, de Cao Xueqin y los firmados por Pu Songling, un autor precursor (y por tanto creador) de Kafka, valga la paradoja borgeana. Tanto Xueqin como Songling, casualmente, fueron ya objeto de atención de Borges quien los incluyó en algunas de sus antologías: (Sueños y aquella inencontrable que dirigió en Siruela: “La biblioteca de Babel”).
En esta antología encontraremos fragmentos de Apuleyo y, sobre todo, grandes autores del Romanticismo, época fecunda en historias en las que los sueños consistían en una de sus más fecundas materias primas. Destacable es “La muerte enamorada”, de Gautier, un delicioso cuento en el que la dualidad de los sueños articula un relato espeluznante que nos interroga sobre los límites del Bien y del Mal. Gautier recurre a uno de los temas más manidos en los relatos de sueños: la bella enigmática, pero lo hace con maestría y solvencia. De hecho, junto con Aurelia, de Nerval (nouvelle que no cabe en esta antología pero que merecería estar, sin duda), es uno de los relatos oníricos con enigmática mujer más poderosos que ha dado la literatura francesa.
Uno de los finales mejor construidos se lo debemos a Ambrose Bierce, con su relato “Un incidente en el puente Owl Creek”. Un relato en el que las fronteras de la realidad, más que con el sueño, son destronadas con el poder de la mente. También es llamativo el cuento del escritor croata Ksaver Šandor Gjalski, una historia que retoma el asunto de la premonición a través de los sueños, pero que también incorpora el tropo del doble.
Encontraremos aquí algunas piezas raras, como el cuento con aires de pesadilla de Oliver Onions o el poético de Luisa Mercedes Levinson, en el que su protagonista se halla inmersa en una suerte de pesadilla ininterrumpida. También recrea un perfecto ambiente onírico la historia de Jean Lorrain titulada “Los agujeros de la máscara”, que nos evocan aquella novelita, Relato de un sueño, de Arthur Schnitzler, en la que se inspiró Kubrick para su Eyes Wide Shut. Y otros que se alejan de las texturas oníricas y se adentran más en lo fantástico, como “Historia de las Montañas Escarpadas” de Poe, que describe una suerte de viaje en el tiempo; o el cuento de Wells —“La puerta del muro”— que más que de sueños trata de portales mágicos, de fantasía y del reino irrecuperable de la infancia. El cuento que aporta Nabokov es una historia que arranca a partir de un incidente cotidiano en el que la realidad, finalmente, acabará por sucumbir ante un espacio onírico sin que encontremos demasiado sentido.
Uno de los cuentos más originales es ‘Un atónito estupor’ de Henry Kuttner y C. L. Moore, en el que la paradoja del hombre que sueña que es un bicho que sueña que es un hombre es explotada con resultados narrativos más que interesantes.
Resulta también sugestivo releer cuentos memorables Cortázar y Borges, quizá dos de los escritores hispanoamericanos que reinventaron el cuento breve y le otorgaron la categoría de “literatura mayor”. La pieza de Cortázar, “Lejana”, es un caso representativo de su estética: prosa sutil y de belleza poética que te sumerge con eficacia en un mundo de espejos y dobles vivencias que, como en “La noche boca arriba”, confluye en un final redondo. También de simetrías y correspondencias trata el cuento de Kipling, un asunto recurrente en la literatura onírica que se puede rastrear en Lewis Carroll, Wells (pienso en “A Dream of Armaggedon”) o, sin ir más lejos, en algunas de las piezas que aquí se reúnen.
Una antología fascinante, en definitiva, que no agota su tema, aunque sí que es bastante representativa, en cuanto a variedad de estilos, autores y perspectivas, y que se lee con fruición.