“Me remito a las sombras”, de Isabel Martín Salinas
Por Ana Isabel Alvea Sánchez.
ME REMITO A LAS SOMBRAS, UN LARGO PERIPLO HACIA NUESTRA CASA
Isabel Martín Salinas es dramaturga, ensayista, novelista, cantautora y poeta. Tiene una larga trayectoria como dramaturga con numerosas obras publicadas y estrenadas, ha sido finalista para el Premio Andalucía de la crítica 2012 en la modalidad de Teatro. En 2019 ha sido galardonada con el Escudo de oro de la Unión Nacional de Escritores de España. Se ha adentrado también en la narrativa con Sombra mía en el 2009; en la poesía, a ráfagas tu nombre, libro de poemas (2014); Para siempre conmigo, disco E.P. (2015); El Maestro, libreto para ópera (2017); Giuseppe Impastato. Memoria de un hombre bueno, biografía (2019) y en 2020 Torremozas ha publicado su segundo poemario, Me remito a las sombras.
Este libro refleja el trayecto que cualquiera de nosotros recorre -ha recorrido, o puede recorrer- por los paisajes del amor y el desamor. A veces habitamos un verde y frondoso bosque, lleno de algarabía, ilusión, pasión, bajo un cielo impecable; otras, en cambio, cruzamos penosamente un terreno agraz, duro, violento, que nos agrieta y cuyo roce raspa por dentro y del que huimos como podemos para caer en el árido y desértico páramo que, al principio, puede parecer la soledad, otro de los temas en el libro tratado.
Se produce un cambio en este viaje existencial que nos traza una transformación en el sentir y en su pensar. En un inicio se sobrelleva la soledad con la esperanza y el anhelo de encontrar en la próxima historia el gran amor. Desvela nuestra constante búsqueda de la plenitud amorosa, como ideal o sueño a lograr, cómo puede elevarnos y a su vez hundirnos. Un difícil y escarpado recorrido por el fervor y la muerte, la soledad esperanzada , los amores imposibles, los sucesivos desengaños …hasta llegar a una misma, a nuestra propia casa, en sosiego y armonía.
Nos retrata también el paso del tiempo y la mirada que una tiene hacia el pasado y cómo ese transcurso provoca un cambio en la perspectiva.
La autora en estos poemas logra transmitirnos el ímpetu y la fuerza de los sentimientos: la aguda punzada de dolor cuando nos hallamos frente al desengaño y el desencanto de aquella relación que fue nuestra pasión, ahora ajada; el entusiasmo y la alegría cerúlea que cintilan por encontrarse con el amado; la soledad y el abandono; el refugio fugaz y momentáneo en relaciones breves, en las callejuelas de los gatos.
Poemas intimistas y confesionales, breves e intensos en los que habla una primera persona del singular o se dirigen, la mayoría de las veces, a un tú, el amado. Versos blancos, en los que destaca la musicalidad y la belleza de su lenguaje lírico, sus imágenes certeras como flechas al corazón, una poesía llena de visualidad y plasticidad, con un estilo depurado, que podríamos comparar con la llamada poesía del silencio y nos puede recordar a Ada Salas, por ejemplo.
En resumen, refieren los temas del amor, desamor, la soledad y la elegía por lo perdido en el paso del tiempo. Estructurado en cuatro partes, cada uno se simboliza en un elemento: 1. De hiel, 2. De peces. 3. De gatos y la última parte da nombre al libro, Me remito a las sombras.
En su primera parte refleja la pasión, el volcán, el magma y la lava, “llueve pájaros muertos sobre las rosas”, la aspereza y amargura de una pareja que llega a odiarse, su feroz lucha, una pareja semejante a la que retrata ¿Quién teme a Virginia Wolf?, o la también obra de teatro Danza Macabra: “el barro somos de violento magma”. Y ellos, ella, una sombra de lo que fue.
De peces, en cambio, es la ilusión, el propio deseo de amar y ser amado: “vengo amándote, amor, siglo tras siglo“. Su tono se vuelve dulce y romántico. Aspira a un amor que sea refugio y vuelo. Y parece que lo descubre. Los poemas, más sensuales, transmiten la alegría de vivir, la resurrección primaveral, igual que el mito de Perséfone, pero ese pálpito azul parece imposible y tendrá que asumir su final, que se quedará solo en recuerdo, cada vez más lejano. Hades vuelve a ganar la partida, pues los intentos de vivir esa aspiración se malogran, y aunque prefiera interrumpir la relación en ese punto álgido pensando que el tiempo desdibujará su memoria, no por ello pasa de largo el dolor o deja de visitar los surcos de la tristeza, el querer morirse de silencio, así sus versos: “En la copa vacía / queda solo la hiel, / lo que deja el amor cuando se ha ido”.
En este estado de melancolía y desánimo, perseguida por los días grises, es cortejada por los gatos, símbolo de amores fugaces y banales, de frialdad y desapego. La noche frugal será un leve consuelo en el que desea quedarse por un tiempo, hasta que finalmente se cobija en la poesía, un regazo más tierno: “Son los únicos versos /- como gatos salvajes-/ que pueden remediarme/ de este fulgor de espinas”. Llega a la convicción y propósito de encontrar la belleza y ser feliz: “…dejaré a mi sangre / abrevar en las flores“.
En su última parte, Me remito a las sombras, quiere dar por zanjado su pasado, cerrarlo con un candado y tirar la llave al mar, que todo se lo lleva, poder desenredarse, volver a encontrarse a sí misma y así reconocerse, “me hice toda de nuevo / con cristal de los días”. Como parece que dijo Friedrich Nietzsche: “Lo que no te mata te hace más fuerte”.
Cansada de las falsas promesas, de mitos y sueños, prefiere la soledad, aunque suponga batallar con sus lobos y con el dolor, con la certeza de que la vida es rauda y pasamos por ella ciegos, y no es fácil enfrentarse al pasado ni aceptar que no es posible volver a la vida las vivencias, ni nuestro “mar de raíces, / arboleda de muertos”; a pesar de su llanto por lo perdido.
Tras este peregrinaje por la desventura, la ilusión, el desengaño, las estrellas y la muerte, inesperadamente, de nuevo, Perséfones vuelve a la tierra:
Es extraño, lo sé,
cuando justo ayer mismo
miraba al horizonte
y se lo habían llevado.
Quizás es que por fin
estoy volviendo a casa.
No es fácil, no crean, saber y sentir que uno mismo puede ser su propia Ítaca.
Un poemario que nos anima a seguir adelante, nos ofrece el conocimiento de quien ha reflexionado sobre sus vivencias, el saber vivir y disfrutar de la vida en soledad, si es el caso. Se remite a las sombras, a todo su pasado vivido, pero para proseguir tranquila su camino porque todavía hay horizonte.