Mona Martínez y Carmen Barrantes, sobresalientes en su paseo de «Las dos en punto»
Por Rosa Chaneta
En 2016, Esther F. Carrodeguas escribió en gallego Voaxa e Carmín; texto que actualmente ha sido adaptado al castellano -cambiando su título por Las dos en punto– y trasladado a escena de la mano de Natalia Menéndez, la directora artística del Teatro Español y las Naves de Matadero de Madrid, donde se representa el espectáculo.
Se basa en la historia de Maruja Fandiño Ricart (Carmen Barrantes) y Coralia Fandiño Ricart (Mona Martínez), más conocidas como «las Marías» de Santiago. Dos hermanas gallegas que, a causa de la ideología anarquista de su familia, sufrieron de primera mano las tropelías de la dictadura franquista. Fueron boicoteadas, insultadas, silenciadas, violadas, perseguidas y denigradas. Ambas reaccionaron de forma opuesta a la que cabría esperar: lejos de dejarse amedrentar por un país que pretendía invisibilizarlas, idearon una estrategia cuando menos peculiar, a la vez que muy inteligente: cada día a las dos en punto salían a la calle. Ataviadas con ropajes llamativos, con la firme intención de no pasar desapercibidas. Vestidas con telas coloridas rescatadas de su antiguo taller de costura; muy arregladas y maquilladas, rezumaban exuberancia ante la pacata sociedad lugareña. Dignas y altivas, superiores y desdeñosas, esas eran las hermanas que paseaban su porte con orgullo.
En la obra, Maruja, como buena hermana mayor, lleva la voz cantante. Guía y manda a Coralia, personaje que va creciendo conforme va avanzando la función. En un principio, parece que la pequeña de «las Marías» no es consciente de lo que ocurre a su alrededor, pero con su monólogo final muestra al espectador que su visión de la realidad es muchísimo más realista de lo que aparenta. Incluso más que la de su fiel compañera de paseo, que prefiere autoengañarse y evadirse de la misma, haciendo creer que su mayor preocupación es mantener el maquillaje perfecto y a raya su reputación.
Otro punto a destacar de esta tragicomedia son los piropos e insinuaciones que las Fandiño Ricart lanzan a los hombres que se encuentran por la capital. Y es que, a pesar de su callado sufrimiento, siempre tuvieron la ilusión de ser queridas, deseadas y amadas.
Las actrices interpretan de forma sublime a estas dos audaces mujeres. Ambas, como dijo Carmen Barrantes en la presentación de la pieza, «se tiran a la piscina» para mostrarnos el dolor, el miedo y las injusticias que personas como ellas sufrieron a causa de los daños acarreados por la guerra mal llamada «civil», pues a tenor de lo anterior «incivil» sería un calificativo más acertado. Solas en el escenario, se bastan para relatar una historia que rompe el corazón, pero a su vez saca una sonrisa al público, e incluso alguna que otra carcajada gracias a todas las ocurrencias que estos magníficos personajes sueltan durante su ruta. Porque, a pesar de todo, nunca perdieron la esperanza de que su triste situación pdiera cambiar, y como por ensalmo, dar un vuelco de 180 grados.
En cuanto al espacio, el decorado, muy sencillo, se vale de dos elementos: un fondo atiborrado de prendas tiradas por el suelo sin sentido, que para su artífice Elisa Sanz «simboliza el pasado truncado» de las antiguas modistas; y una escenografía móvil, que mediante su uso traslada a las gallegas a distintos lugares de Santiago, y consigue que el espectador sienta ese caminar interminable por la ciudad. Por su parte, tanto la iluminación como la música ayudan al público a identificar el momento del día en el que se encuentran las protagonistas.
Según confesó Natalia Menéndez, su intención con la representación de este drama lleno de color es la de honrar y recuperar la figura de Maruja y Coralia, para que sigan paseando eternamente. Y tras ver la reacción de los asistentes al finalizar la función, emocionados, en pie y aplaudiendo fervientemente durante varios minutos, puedo asegurar que lo ha conseguido y con creces.
Autoría: Esther F. Carrodeguas
Dirección: Natalia Menéndez
Reparto: Mona Martínez, Carmen Barrantes
Escenografía: Elisa Sanz
Iluminación: Juanjo Llorens
Sonido: Ana Villa, Juanjo Valmorisco
Audiovisuales: Álvaro Luna
Vestuario: Elisa Sanz
Movimiento: Mónica Runde
Música: Ana Villa
Producción: Teatro Español y Octubre Producciones