Teatro para leer: «Lo que mamá nos ha dejado» de Ramón Paso
Por Horacio Otheguy Riveira
El teatro leído tiene un interés literario muy peculiar, gracias a la cinematografía mental del lector, así haya visto en escena la interpretación del texto o no. A medida que pasa las páginas tiene la sensación de ser el director. Así me sucede a mí que vi dos veces la obra dirigida por el autor con bastante distancia en el tiempo —fue un éxito que en cualquier momento reaparece—, y ahora disfruto dirigiéndola yo en un montaje único, muy emocionante, en el que me sorprendo a mí mismo riendo igual que lo hice en aquellas ocasiones, y también en escenas donde entonces no encontré el divertimento, en cualquier caso reaparece la chispa que sus excelentes actrices de la Compañía PasoAzorín bordean con holgura una y otra vez.
SINOPSIS: El día en que Carmela descubre que su marido le es infiel se marcha, para ordenar sus ideas, a su cabaña en la sierra de Madrid. Allí, en contra de su voluntad, se encuentra con toda su familia… Y, sin posibilidad de regresar a la ciudad, no les queda más remedio que hablar… y descubrir secretos de familia. Tres hermanas bastante mal avenida se preguntarán, entre otras cosas, ¿Qué ha pasado con mamá? Nada grave. Cosas de familia… que no se cuentan a cualquiera, claro.
Esta edición de Lo que mamá nos ha dejado, incluye un prólogo de gran interés, planteado desde la cocina de la creatividad de un autor-director en constante movimiento, más allá de géneros y etiquetas. En efecto, Ramón Paso por vez primera aporta datos sobre la ingente, dolorosa, inquietante y divertida experiencia de entablar con esta obra un retorno al género de la comedia, después de bastantes piezas en que su dominio del humor escénico entablaba diálogos y enfrentamientos con la melancolía, el drama, incluso la tragedia histórica (Las leyes de la relatividad aplicadas a las relaciones sexuales; Retablo pánico; Matadero 36/39; Terror y cenizas…).
«(…) Comencé la reescritura. Nada. No funcionaba. Ni comedia, ni drama, ni tragicomedia, ni nada. Me había equivocado. En las películas malas se suele recurrir a la imagen del calendario deshojando los días… Mi cabeza era un gran calendario del que se me deshojaba el alma, mientras me decía que todo el mundo se va a dar cuenta del pedazo de fraude que eres… no acabarás la comedia y tendrás que volver a la tele a escribir mierdas… Bueno, ¿y qué? Pues vuelves. Si todos los dramaturgos lo que quieren en realidad es tele… comedia. ¡La comedia! Es una etiqueta tremenda. No hay nada mejor que intentar hacer reír para no conseguirlo…
(…) Alguien me dijo ¡Cómo te gustan los mendigos emocionales! Tenía razón, pero en esa decisión, a todas luces equivocada, encontré la base de la comedia. Para hacer mi teatro hay que saber perder. Sí, hay que saber perder. Cuando era niño y las cosas no iban bien económicamente en casa, mi madre se inventaba cuentos para hacer más llevaderas algunas carencias. Claro, yo no sé lo que es tener una madre ausente. Mi madre siempre ha estado. Pero un padre ausente… de eso sí sé un rato. Me puse a bucear en mi infancia y estuve toda la noche escribiendo sin parar. Por la mañana escribí el siguiente correo electrónico a Blanca, mi ayudante de dirección:
Hola, bella
7 copias.
Bessos (sí, así escrito) enormes.
Ramón».
El rigor del dramaturgo en unión del director, dos en uno, visiones a veces contrapuestas en el complejo arte teatral donde el factor humano de numerosas personas interviene en quien escribe y dirige: sensibilidades a flor de piel con voces interiores, muchas, que llegan para derrotar fantasmas y recrear otros surgidos de las propias tinieblas de los personajes ideados. Lo cierto es que esta función titulada Lo que mamá nos ha dejado llega ahora para ser leída y resulta muy placentero descubrir (para quien, como yo, vio los dos montajes) que al leerse adquiere nueva vida, pujante elaboración de una historia que acaricia el melodrama a través del humor, e indaga en conflictos familiares donde la disfunción de los que intervienen ansían una ternura que llega al lector con singular riqueza de matices.
Si el prólogo resulta tan gratificante como una narración con vida propia, la comedia brilla con diálogos chispeantes cuya riqueza de matices suele perderse en escena, como es propio en el espectador atrapado por un ritmo casi musical. Lo dicho: ahora quien lee monta su propia puesta en escena, disfrutando diálogos que fluyen como si los escucháramos sin querer, irrumpiendo de pronto en nuestro salón…
[…] Carmela: ¡Está embarazada?
César: Carmela…
Carmela: Replanteo la pregunta. ¿Tiene edad para quedarse embarazada, papá?
César: Tiene veinte años.
Carmela: ¿Le has pedido el DNI?
César: Sí, se lo he pedido, y un permiso paterno. ¿Vas a dejar que me explique?
Carmela: ¡Ah, que esta mierda tiene explicación? No lo parecía. (Le tira las mantas) Ahí tienes mantas. Natalia va a dormir en el sofá. Mar y tú en la habitación pequeña. Hay un camastro. Compartidlo.
César: ¿Y Lili?
Carmela: Con sus padres. (Le ofrece su móvil) Llámales. Que vengan a recogerla. A lo mejor, yo también me voy con ellos… En serio, papá, ¿qué haces con una cría? ¿Os dejáis la plastilina el uno al otro? ¿Os cambiáis os cromos repes?
César: Hablamos.
Carmela: ¿En serio?
César: Hablamos mucho.
Carmela: ¿Y de qué hablas con una cría de veinte años? ¿De la crisis?
César: De arte.
Carmela: Los dibujos animados no son arte, papá. ¿Dónde la conociste?
César: En las clases.
Carmela: ¿Sigues con eso?
César: Me acostumbré.
Carmela: Las odiabas.
César: Pero me acostumbré. El tiempo hace milagros. A veces.
Carmela: Todos mis recuerdos de ti, de cuando era niña, empiezan con quejas sobre las clases de pintura.
César: No vendo cuadros. No soy bueno, supongo.
Carmela: (Volviendo a hacer la cama en el sofá) Tus cuadros son muy raros.
César: Parece que no lo suficiente como para venderse, hija.
Carmela: No todo el mundo puede entenderlos. No tiene que significar que sean malos. Eres tú, que eres gilipollas, y no te sabes vender. Es eso. Tus cuadros están bien. Tú eres el problema.
César: Es lo mismo que decía tu madre.
Carmela: Me parece bien que sigas con las clases. Está bien. Si no te follases a las alumnas, estaría mejor, claro, pero, bueno, me alegro de que trabajes en algo… y no tengas que ir a esos comedores sociales a los que nos llevabas. Son sitios muy deprimentes.
César: Y peligrosos.
Carmela: Cuando éramos niñas parecían más deprimentes que peligrosos.
César: Los niños no se enteran de nada.
Carmela: Díselo a tu novia. […]
NOTA AL MARGEN. A punto también de editarse, la última comedia escrita y dirigida por Ramón Paso, El Mensaje, se está representando con éxito en la Sala Principal, Cándido Lara, del Teatro Lara: «¿Qué pasaría si te ofreciesen un millón de euros a cambio de dejar que alguien expusiese tus secretos más vergonzosos delante de las personas que más quieres?
Lucía acaba de enterarse de que ella y sus dos hijas son las herederas de su ex marido… ¡Y les deja a cada una la friolera de un millón de euros! Pero hay una condición, porque en la vida, siempre hay una condición… Para cobrar el millón, tienen que ver un vídeo donde el ex marido les cuenta algunos de los secretos no compartidos entre ellas. ¿Qué puede salir mal? Al fin y al cabo, son familia… No puede ser muy grave… ¿O sí?».
Con Natalia Millán, Ana Azorín, Inés Kerzan, Ángela Peirat, Carlos Seguí. Espacio escénico de Javier Ruiz de Alegría. Iluminación de Carlos Alzueta. Vestuario de Carmen Beloso. Audiovisuales de Cía de la Luz.
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