Una orilla a la que asirse: sobre la importancia de la memoria
José María Jurado.- Ahora que la memoria como instrumento de aprendizaje vuelve a ser acechada con silogismos falaces desde las alturas del Ministerio de Educación, quiero reivindicar nuevamente su importancia en la ciencia, en el arte, en cualquier actividad de desempeño humano.
Los niños han dejado de aprender poemas de memoria, lo que para ellos era muy fácil, porque en su plástico cerebro los versos, las canciones, encuentran acomodo inmediato.
Somos lenguaje y memoria. En la medida que nos dotamos de conocimiento habitamos, poblamos, decoramos nuestro palacio interior, aquel de dónde nunca nos podrá expulsar las insidias del mundo.
La riqueza espiritual -no hay otra- está hecha de memoria, meditación y canto, estas fueron las tres primeras musas que invocaron los griegos. Más adelante, cuando creció su número, fueron llamadas Mneiae, recuerdos. En la tradición clásica las nueve musas que acompañan a Apolo Musageta, son todas Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania, son hijas de Mnemósine, diosa de la memoria. Así pues, para los griegos, padres de nuestro mundo, las artes, las ciencias, la danza, el teatro y toda disciplina humana eran hijas de la memoria.
Solo lo que se ha escrito en nuestro interior, lo grabado como dicen los ingleses, by heart, por el corazón, en el corazón, podemos hacerlo nuestro e invocarlo, acrecentarlo y elevarlo. El niño dice madre o padre, designa el mundo, porque lo ha incorporado con el lenguaje -la casa del ser- a su ser. La memoria es el mobiliario de esta casa del ser, su palacio, dadora de libertad y belleza interior.
Cuando la ley pretende ensalzar las enseñanzas prácticas -de cuya necesidad no duda uno-, ¿a qué viene o qué necesidad hay de impugnar la memoria como método de conocimiento cuando puede y debe ser complementaria a esta pues la práctica no es sino una forma de memoria? Es cierto que, aunque a nadie hacía mal la lista de los Reyes Godos, que con la enseñanza no razonada -que no es lo mismo que el aprendizaje de memoria- se cometieron errores pedagógicos en el pasado -no menos funestos que los de ahora-, pero no poner a la memoria en el centro de la educación es, me parece, un error descomunal. Se confunde conocimiento (lo que une memoriza e interioriza, lo que uno es) con información (lo que uno busca en Google). Delegando en inteligencias artificiales la interpretación de los datos se deshumaniza al niño, que es lo que acaso se pretende: convertirlo en un ente práctico, productor, sin reflexión, en una máquina votante más.
Es muy sencillo: quien aprendió la lista de los ríos de España de memoria puede olvidarla pronto, pero no dejará si lo precisa de consultarla en google; en cambio quien nunca haya memorizado ese o cualquier otro esquema de conocimientos, es muy probable que olvide que los ríos tienen nombre y a cada paso que dé en la vida se sentirá perdido, sin una orilla conocida a la que asirse.
Un gran saludo para el creador de este artículo, estuvo bueno. Sin dudas dejar de lado a la memoria en la educación es un error grave, ya que, cada día es más común escuchar o leer en redes sociales momentos en los cuales algunas personas mencionan conocer datos irrelevantes, como si conocerlos fuese algo incorrecto. Creo que esto se debe a que «todo lo podemos hallar en Google», una herramienta muy útil, es cierto, pero puede llegar a convertirnos en monstruos de la inmediatez.