Al habla con el escritor José Luis Fernández Juan

CESAR MUNDACA.

Tuve el agrado de conversar con José Luis Fernández Juan. Actor español, prolífico dramaturgo y escritor de elocuente erudición. José Luis es Licenciado en Filología con Mención en Lengua Valenciana y Lengua Española por la Universidad de Valencia. Además, es autor de Pinceladas de Harmonía.Con. Novela provista de una prosa límpida, muy fantasiosa, fundamentalmente instructiva. Cabe añadir que dicho texto fue premiado como El Libro del Año 2020, por la web Forolibro. En la actualidad, Fernández se desempeña como profesor de bachillerato y educación secundaria obligatoria en el Colegio de Nuestra Señora del Pilar (Valencia).

  • José Luis, ¿cómo maneja el ego después de recibir una distinción de índole literaria?

Con humildad. Sé de dónde vengo y adónde voy. No me gustan los yo-yós, La popularidad es un disco que has de saber manejarlo con un dedo de conocimiento y una cuerda cuerda para lograr que no se raye ni él ni tú.

Ganar el premio al “Mejor libro del año” por la novela Pinceladas de Harmonía.Con te reporta reconocimiento y visibilidad por parte de los medios; sin embargo, nada de esto afecta a mi egómetro lo más mínimo.

Estos galardones literarios pueden ser caramelos envenenados de vanidad si tu cerebro no sabe saborearlos pertinentemente. En mi boca prefiero el sabor a vainilla al sabor de metal.

Mantengo una actitud prudente ante la vertiente más perversa de la modernidad que postula que “El vencedor es el mejor”. No existen ganadores ni perdedores porque nadie es más que nadie. Me niego a participar de esta alegoría conspiratoria que abandera la crisis del sistema.

  • ¿Qué lo motivó a escribir Pinceladas de Harmonía.Con?

Me motivó la voluntad de intentar harmonizar las pinceladas surrealistas de Dalí (Galatea de las esferas) o El Bosco (El carro de heno), las melodías de las canciones psicodélicas de John Lennon (Rain, 9 Dream, Lucy in the sky with diamonds), el humor absurdo de los hermanos Marx o Godoy y el conceptismo de Quevedo.

Afrontar el reto de escribir con divertidas imágenes sensoriales desde el corazón de mis 4 patrones artísticos favoritos me resultaba una opción altamente motivante.

  • Su novela contiene una numerosa cantidad de moralejas. ¿Siempre se propuso escribirla así?

Las enseñanzas en Pinceladas de Harmonía.Con fluyen de forma instintiva. Las resonancias veladas emanan de la técnica literaria manejada. Es un acto reflejo. El tacto de la sensorialidad invita al lector a dejarse llevar por el didactismo.

Las vicisitudes que experimentan los diferentes personajes de Harmonía ejercen tal magnetización que la moraleja se construye en el envés del lienzo, no en su haz. Los imanes pedagógicos de Anivderaleva, Arsacio, Novenio, Cloe, Lorelei, Enzia o Godofredo resultan asaz contagiosos.

No obstante, la adhesión sensitiva queda al albur del libre albedrío del lector. El ludismo verbal, el factor sorpresa, el suspense de fresa o el aprobado de gracia también asoman como alternativa a la didáctica. Hay material de embeleso para elegir. El dilema deviene un recurso absoluto de seducción que dependerá del momento, lugar o apetencia del leyente.

Cada frase puede despertar un modo de energía subjetivo. La belleza de su recepción mueve a estar vigilante a un magnético tintineo que lleva a desconectar de los mensajes necios de los dispositivos móviles. El acto de lectura se convierte así en el mejor compañero de vida.

  • ¿Por qué en España, aparentemente, predomina el género de la novela?

En España mayoritariamente gustan relatos de larga extensión, amenos, en prosa, creíbles, corales y comprensibles. La novela histórica es el género más vendido. Los personajes reales de otras épocas con sus estructuras de poder y con sus intrigas enganchan más que otras categorías literarias.

Supongo que esta moda se debe a su componente de autoayuda latente. La novela ayuda a reencontrarse con uno mismo y a comprender desde otros mundos nuestro entorno. También existe este predominio en América Latina. Las obras de Rosa Arciniega, Uslar Pietri, Isabel Allende, Pedro Orgambide, Eduardo Sacheri,  Miguel Ángel Asturias o Carlos Calderón Fajardo dan fe de ello.

Asumiendo este gusto universal como una realidad incontrovertible, he de confesar que particularmente me evado mejor desde la prosa poética. Me encanta emplear moléculas de valor simbólico, distorsionar recursos literarios o jugar con la síntesis y la asociación.   

Y si concretamos más, te diría mi género favorito es la poesía surrealista. Me enamora su imprevisibilidad, su confluencia de significaciones, su estructura acumulativa, su ingenio festivo, su visualización onírica, su confluencia de significaciones, su imaginación desbordada…

Los poemas surreales son un susú que te susurra con suavidad. Son tan melosos y jugosos que te transportan al sabor de tu sencillez más artesanal.

Aunque la transgresión de la norma, como método de exploración abre innumerables posibilidades, nomás desde la originalidad podremos ponderar la verdad como espacio de infinitud.

  • ¿Quién es su mentor o mentora en la dramaturgia?

Los clásicos siempre han estado ahí: Sófocles, Livio Andrónico, Fernando de Rojas, Calderón de la Barca, Miguel Mihura o José A. Milián. Y ahí seguirán. Empecé mi gusto por el libro 3D con ellos.

Sin embargo, mi apetencia inicial por montar aventuras en un escenario evolucionó raudamente cuando leí a Fernando Arrabal, Alejandro Jodarowsky, Alfred Jarry, Anton Chéjov o Samuel Beckett. Su experimentación entendida como fuente de transgresión me sedujo de inmediato.

De todos ellos he aprendido esa pasión sensorial de dulzura de gominola. Su sombra es alargada y me sigue como a la luz. Va conmigo adonde quiera que yo vaya.

  • ¿En qué momento de su vida se sintió dramaturgo?

Cuando cursé Filología en la Universidad, de una forma u otra, empecé a sentirme dramaturgo; eso sí, vocacional. Escribía continuamente pero los textos no los publicaba. Al principio se quedaba en un acto íntimo. Sin embargo, más adelante sí pensé en darles cancha pública. Leía y escribía tanto que representar una obra de teatro ya solo era cuestión de tiempo. Y llegó el día…

Mi debut en las artes escénicas con Abracadabrante parte con una licencia de boceto expositivo clásico muy en la línea del sudafricano Brett Bailey. Obra iconoclasta, divertida y voluntariosa muy influida también por el gracejo de Faemino y Cansado. Globalmente irregular, con poca destreza técnica pero llena de la energía e ilusión del principiante. La ironía y la agenda social caminan de la mano. La obra se diseña para cohesionar un grupo histriónico de alumnos diletantes a medio camino entre Valencia y Sagunto. Con el tiempo acaban forjando una sorprendente amistad a base de correos electrónicos.

El Entremés psicodélico y el Entremés caleidoscópico ya es harina de otro costal. El molino sigue siendo colectivo pero cada intérprete lleva su propia cosecha de cereales. La visualidad de cada producto adquiere voz propia a base de geometrías minimalistas que invitan al consumo gastronómico. El teatro absurdo, delirante y simbólico se pone al servicio de la coquetería punk. Estas dos obras surreales adhieren la incorporeidad inherente del líquido siglo XXI con su culinaria impronta performativa. Mis dos obras más mías. Potentes y diferentes. Vanguardia provocadoramente absurda con sabor a canela fina.

Con Esto no tiene remedio vuelvo al teatro clásico. Finalidad moral y carácter unitario. Siguen las escalas de humor y el texto lógicamente disparatado; sin embargo, el planteamiento literario es más conservador y las traslaciones metafórica, más conscientes. Por la consulta del doctor Bayona pasan diferentes paradigmas de alegóricos pacientes pacientes que apuestan por el asesoramiento como respuesta ante el miramiento. Parodia de estilo ágil y fluido. Teatro muy cervantino.

MI obra de teatro más reciente es El diccionario de JLFJ. Se puede revisar por pares en Youtube. Un cara a cara contra pronóstico que vaticina definiciones y palabras de forma alternativa. 10 actos de habla. Juego de espejos y miradas cruzadas que provocan hallazgos de sentidos con sentidos consentidos.

Sigo escribiendo pulsiones, recelos, incertidumbres y paradojas del ser humano desde preceptos harmónicos vehementes. Actualmente aunque estoy más metido en labores narrativas y poéticas, siempre que puedo colaboro como actor en espectáculos de artes escénicas. Estas actuaciones también se pueden ver por Youtube (en el canal José Luis Fernández Juan): Pinceladas de Jarmoni en Praga; Analepsis, prolepsis y veleidades varias; Pinceladas de Humor y Harmonía; Sweet home Transylvania y Los huevos de Dalí.

  • ¿Ha sido víctima de la corrección política?

Hasta ahora, no. Aplicar la corrección política a la cultura no me parece una idea honesta. El artista ha de sentirse libre a la hora de expresarse. Las políticas de identidad me parecen desafortunadas ya que constriñen la creatividad del autor.

Mientras no se cruce la línea roja del “respeto”, podemos ser todo lo libérrimos que queramos en nuestros pensamientos, opiniones, ideas o producciones. Me parece punible fomentar la violencia, la amenaza, la coacción, la mentira, el odio, el escarnio, el racismo, la discriminación, el vituperio, el terrorismo o el asesinato. Asimismo, el escándalo ofensivo, gratuito o sensacionalista también lo considero inaceptable. La intimidad, el honor y la propia imagen tampoco pueden dañarse. Las limitaciones legales y los juicios objetivos han de orientar cualquier actuación. No todo vale. El uso de la libertad ha de ser responsable; y los artistas somos los primeros que debido a nuestra influencia social tenemos que dar ejemplo.

La autonomía de expresión y de creación artística es un derecho al que no se le ha poner tapabocas. Hasta la provocación inteligente es enriquecedora. A partir de ahí, cada cual pone sus propios límites; el artista para crear y el espectador para ver lo que le apetezca. Sin censuras.

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