“Noticias del gran mundo”: De cómo unos buenos ingredientes no siempre hacen un buen plato

Por Gerardo Gonzalo.

Netflix acaba de estrenar Noticias del gran mundo (News of the world). Película con unas credenciales inmejorables, que a priori la convierten en una de las más esperadas de la temporada, por tres razones fundamentales.

En primer lugar su director, Paul Greengrass, uno de los grandes realizadores de los últimos años, que destaca por su fuerza, sentido del ritmo y tensión cinematográfica como ya ha demostrado en las películas que realizó para la saga Bourne (2004, 2007 y 2016), El capitán Phillips (2013) o Green Zone (2010). Pero sobre todo, como responsable de esas dos obras maestras del siglo XXI que son Bloody Sunday (2002) y United 93 (2006)

Por otro lado está su protagonista, Tom Hanks. Un auténtico mito viviente del cine, un clásico en activo, que emparenta con James Stewart al encarnar como nadie al prototipo de hombre corriente, enfrentado a situaciones excepcionales.

Por último, estamos ante un western. El único de los géneros eminentemente cinematográfico y al que se recurre escasamente en la cinematografía contemporánea, pero que si es llevado a cabo por tan solventes personajes, merece toda nuestra atención y curiosidad.

El problema es que a veces unos buenos mimbres no hacen un buen cesto. Aunque Tom Hanks acomete con su habitual solvencia la interpretación del protagonista, su director Paul Greengrass resulta irreconocible y apenas consigue engancharnos con esta anodina película que no ocupará ningún lugar en la historia del cine, más allá de reseñar el fallido intento de un gran director y un actor mítico en la primera aproximación de ambos (e intuyo que última) al western.

En esta película se nos cuenta la historia del capitán Kidd, retirado tras el final de la guerra civil norteamericana y que ahora se gana la vida viajando por diferentes pueblos donde lee a los lugareños las noticias de los periódicos sobre lo que está pasando en el mundo. Pero un día, en uno de estos viajes, se encuentra con una niña que años atrás fue secuestrada por una tribu india y se compromete a llevarla con sus tutores legales.

Lo normal es que la mayoría de las películas del oeste que se hacen en los últimos años, se enmarquen dentro de esa subcategoría que es el western crepuscular. Esta película no es una excepción, al transmitir ese aroma a civilización incipiente y pasado añorado, que impregna toda la historia. Sin embargo, la base de la película se asienta sobre un punto de partida que lejos de esto, nos lleva a una de las grandes obras maestras del western clásico Centauros del desierto (John Ford, 1956), donde la figura de un hombre solitario, una niña raptada, un largo viaje y el debate sobre a qué lugar pertenece la chica, son ideas comunes sobre las que gravitan ambas obras y cuya influencia inspiradora reconoce el propio Greengrass en un plano de la película, que es un claro homenaje a la secuencia final del film de John Ford.

Además, recientemente habíamos tenido un estimable ejemplo, que rayaba a gran nivel en el género, llevado a cabo por otro gran director, Jacques Audiard en la más que notable Los hermanos Sisters (2018) y sinceramente pensé que el film recién estrenado podía emparentar y competir en calidad con el realizado por el director francés y su certera mirada hacia el western.

Pero no, ni podemos encontrar punto de comparación con el clásico de John Ford, ni entronca tampoco con las mejores muestras del género realizadas en los últimos años, incluida la de Audiard. Noticias del gran mundo es un ejercicio mortecino y previsible, que aunque se deja ver, acaba siendo un ejemplo de cine plano casi desde el principio y bastante anodino en su desarrollo. Un film que apenas provoca interés, tan solo una limitada incertidumbre por parte del espectador, para saber cómo se van a desarrollar exactamente los acontecimientos que nos lleven a ese desenlace que todos imaginamos desde el inicio. Y también curiosidad por ver si en el transcurso de la trama hay alguna secuencia épica o emocionante que nos deslumbre especialmente. Pero no, a la previsibilidad se suma una planicie que nos lleva a ese tipo de confortabilidad que tanto agradecen esos espectadores que al enfrentarse a un telefilm de fin de semana después de comer, buscan que no haya grandes sobresaltos y que tengan la tranquilidad de que aunque la visión de la película pueda verse interrumpida por alguna cabezadita, ese lapso no les impida perderse nada relevante de la historia de cara a su desenlace.

Apenas hay secuencias de acción, condimento obligatorio en este género y estas resultan poco  emocionantes, los conflictos son rápida y fácilmente resueltos, casi no se enfatiza el interesante contexto histórico en el que se mueven los personajes, la cuestión identitaria de la niña es señalada pero sin profundizar adecuadamente en ella y la relación entre esta y el protagonista despierta cierta simpatía, pero muy alejada de la emoción y ternura que deberían transmitir.

Una auténtica pena y una sensación de oportunidad perdida tanto por el potencial y el contexto de lo que se cuenta, como por la ausencia total de las señas de identidad de un director que nos ha dado horas de emoción y tensión en sus películas, que son precisamente los elementos de los que carece este film, que aunque pulcro y respetuoso en lo formal, adolece de alma y brío.

Una de las grandes decepciones de una temporada cinematográfica, ya de por sí decepcionante.

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