«La isla de los esclavos», un clásico con aportaciones enriquecedoras y muy divertidas

Por Francisco Collado                                   

Portrait of Pierre de Marivaux (1688 – 1763) said Marivaux, Van Loo Jean Baptiste ( 1684 – 1745 ). (Photo by: Christophel Fine Art/Universal Images Group via Getty Images).

En La isla de los esclavos, Pierre de Marivaux (París, 1688-1763) nos dejó una comedia plena de utopía, una galante saturnal, joya del neoclásico francés que es una profunda radiografía del presente. Una meditación acerca de utopía y distopía, oculta bajo el disfraz de la sátira y ese juego lingüístico que ha venido a  llamarse maridauvage, (término acuñado por Voltaire), lleno de ligereza de tono en su evocación del amor, colmado de juegos de luces sobre las alegrías y tristezas del floreo amoroso, donde la gallardía de un lenguaje delicado y refinado es la marca de la casa.

El autor juega con esa mistura de comedia de costumbres y utopía social, alejándose del mensaje político para centrarse en la humana psicología. Marivaux propone un cambio, no una alternativa en ésta su primera creación de las tres “Utopías Insulares”

La llegada de los personajes a una isla donde la jerarquía social está invertida, permite un juego donde las diferencias sociales se nos muestran accidentales dentro de un sistema injusto. El cambio de rol de los personajes romperá la estructura social estática y pondrá a cada uno en el lugar del otro. Desde la tradición griega de algunos apelativos, hasta los antropónimos procedentes de la commedia dell´arte, encontramos a personajes latentes y palpitantes como Ifícrates, Eufrosina, Cleanta, Arlequín y Trivelín que nos conducen a la tradición de las utopías renacentistas con certeza y saber hacer. La inversión de papeles sitúa a cada personaje en el lugar del otro, para comprender las injusticias sociales al habitar la piel ajena.

El conjunto actoral está bien engrasado, homogéneo y fluido. Los personajes están bien diseñados y se identifican incluso con la declamación propia de su condición social. La aparente liviandad en la narración oculta una carga de profundidad en el mensaje. El mestizaje, en clave carnavalesca, aparece como única solución a las injusticias sociales.

Trivelín está construido con eficiencia y amplio registro en expresión corporal por Alberto Lucero, transmutado en una suerte de mago titiritero, que guía la deconstrucción de los personajes. Memé Tabares despliega su habitual abanico actoral, con amplio dominio de la declamación y ductilidad en la vis cómica, en el rol de Eufrosina. Un personaje enriquecedor y goloso para cualquier actriz  por su variedad de matices.

El vestuario bebe directamente del dieciochesco siglo (en el original eran griegos) Una creación notable de Rafael Garrigós que, bajo la certera iluminación de Fran Cordero lucen y cumplen su función enriquecedora en una parca y eficiente escenografía de Diego Ramos, que representa la isla, el mar que la rodea y los muros que constriñen a los personajes. Unos protagonistas con caracterización experta de Pepa Casado.

Las escenas, con cinco nuevas añadidas por Juan Copete, fluyen con elegancia y ritmo, sincopadas por una acertada música de Paco Barjola que repite un potente leitmotiv en los cambios.

Otro de los ángulos de este pentágono dramático está formado por María José Guerrero (Cleantis) y Hé (Esteban G. Ballesteros) que recrean personajes palpitantes, de dilatada comicidad, con instantes destacados y muy divertidos como el de la seducción. Francisco Blanco desarrolla una amplia y versátil paleta para su Ifícrates, un intrigante que continúa con sus juegos de salón y engaño.

Las 4 Esquinas Producciones nos regala un proyecto sólido, brillante, respetuoso en el texto genésico, con aportaciones enriquecedoras y altamente divertidas, que funciona como un mecanismo de relojería. Pero no por ello exento de compromiso, reivindicación y trasfondo social. De ahí, el cambio final durante el naufragio, quizá una profecía de la Revolución que estaba por venir, durante el cual los patricios anuncian “el fin de nuestro mundo”.

Un espectáculo dirigido por Francisco Suárez con el talento que le caracteriza, de quien se aplaudió un año atrás en el Teatro Español de Madrid, Diálogo del amargo en magnífica versión protagonizada por Alberto Iglesias junto a un gran elenco.

 

REPARTO (por orden de intervención)

IFÍCRATES.- Francisco Blanco

HÉ.- Esteban G. Ballesteros

TRILENÍN.- Alberto Lucero

CLEANTIS.- María José Guerrero

EUFROSINA.- Memé Tabares

VESTUARIO.- Rafael Garrigós

ESCENOGRAFÍA.- Diego Ramos

ILUMINACIÓN.- Fran Cordero

MÚSICA.- Paco Barjola

CARACTERIZACIÓN: Pepa Casado

TEXTO ORIGINAL.- Pierre de Marivaux

VERSIÓN.- Juan Copete

AYUDANTE DE DIRECCIÓN.- Paco Barjola

DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN.- Francisco Suárez

DIRECCIÓN TÉCNICA.- Juan Antonio Segura (Soniluz)

REALIZACIÓN DE VESTUARIO.- Luisi Penco y Lali Moreno.

REALIZACIÓN DE LA ESCENOGRAFÍA.- Carpintería El Molino

PINTURA Y ACABADOS ESCENOGRAFÍA.- Juan Carlos Segador (Alarife S. L.)

DISEÑO GRÁFICO.- Irene Romero

VIDEOS.- Malévola Films

FOTOGRAFÍA.- Jorge Armestar

DISTRIBUCIÓN.- Esteban G. Ballesteros Ilde Cejudo).           

PRODUCCIÓN EJECUTIVA.- Esteban García Ballesteros

Una coproducción de LAS 4 ESQUINAS PRODUCCIONES y la CONSEJERIA DE CULTURA, TURISMO Y DEPORTES de la JUNTA DE EXTREMADURA.

Espectáculo presenciado el sábado 13 de marzo en el Teatro López de Ayala de Badajoz, Extremadura.

 

 

 

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