EL NUEVO VIRUS QUE VENDRÁ
Poco o nada nos fijábamos hace un año en los virus, esa suerte de seres sin vida, vampiros diminutos e invisibles a nuestros ojos que necesitan de cuerpos ajenos para medrar. Los virus son parásitos que infectan y hacen enfermar a sus huéspedes. Los virus, de pronto, existen.
Han proliferado al mismo tiempo los virus informáticos que circulan por Internet y destruyen dispositivos, sustraen dinero de cuentas, roban contraseñas y contagian ordenadores y teléfonos móviles volviéndolos inservibles. Es más misterioso el hecho de que exista un virus, de que haya una lucha creada entre virus y antivirus en un mundo cibernético, que el virus en sí. Nadie se pregunta qué es un virus. Lo que preocupa es cómo evitarlo, cómo escapar a su infección.
El escritor William Burroughs sostenía la peculiar teoría de que el lenguaje era también un virus, que infectaba al hombre y se propa
gaba a través de la palabra. Es como si de un modo profético hubiese predicho la era de Internet en la que a través de un lenguaje binario se comparten virus de un dispositivo a otro, a través de cables o a través del aire inalámbricamente. Las ondas electromagnéticas fluyen en el aire. Y se trasmiten de un cuerpo a otro. Como un coronavirus se trasmite por aerosoles de un huésped a otro.
Las noticias llamativas, los memes, las fake news. Imágenes y textos que se propagan como los virus. A una velocidad similar de contagio.
En Lo viral, Jorge Carrión ha creado un libro-virus. Un libro que se esconde dentro del libro con la falsa apariencia de diario. Carrión procesa a través de la escritura de un diario fake, un proyecto ensayístico en el que la memoria, la cultura y el análisis de los acontecimientos se combinan. A base de fragmentos —píxeles de fotografías culturales, reflexivas y biográficas— Carrión construye una exégesis sobre el virus. El virus es aquí metaforizado para analizar el comportamiento de la cultura en estos tiempos de Internet y redes sociales, en nuestro presente pandémico en el que la información se propaga a la velocidad de la luz y los artefactos nos sirven tanto de interfaces con la realidad como de receptores del contagio viral.
Todo proceso escritural, pienso, puede actuar como un virus que muta cuando se edita, se rescribe, se publica y alcanza al receptor (lector). A través de las “contagiosas” palabras, envuelto en la amable forma de un libro con bellas tapas, inocula el virus su veneno en nuestro cerebro y nos altera el metabolismo. Las ideas, las imágenes son virus potentes.
Nuestro mundo, conectado con tejidos telefónicos, fibra óptica y módems, redes sociales, plataformas audiovisuales que emiten en streaming y miles de apps que aglutinan a millones de usuarios. El mundo, digo, se está trasladando a una realidad no física. A un espacio virtual en el que ocurren cosas, cada vez más cosas. La realidad está ahí también. La próxima pandemia, el próximo gran virus no vendrá de Wuhan, ni llegará a tu cuerpo desde el cuerpo de otro ser vivo. La próxima pandemia llegará desde Internet, accederá a tu portátil aprovechando la banda ancha de red y aniquilará toda nuestra existencia virtual. Y quizá, desde la pantalla de tu móvil trepe hasta tu cerebro, en forma de palabras, de víricas palabras o de meme.
PEDRO PUJANTE