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Teatro en el cine: «Incendies», una gran tragedia griega actual

Por Rosa Chaneta

La obra teatral Incendies de Wajdi Mouawad, que pudo verse en Madrid en el Teatro Español, en el Matadero -representada en versión original (francés) por una Compañía de Montreal-, y en La Abadía –comentada por esta revista en Admirables José Luis Alcobendas y Candela Serrat en los nuevos «Incendios» e «Incendios» de amor y de odio en guerra permanente con Nuria Espert y Laia Marull-, se trasladó a la gran pantalla en 2010 de la mano del canadiense Denis Villeneuve. Aunque no se trate de una de las películas más conocidas del director -famoso por films como Enemy o La Llegada-, me atrevería a decir que es su obra maestra.

 

 

 

A diferencia de la obra de teatro, el largometraje, cuyo guionista es el propio director, se centra en sus personajes principales y abre a lo visual -a la fisicidad y al exterior-. Narra de manera desgarradora la tortuosa vida de Nawal Marwan (Lubna Azabal), una libanesa cristiana, que se vio obligada a trasladarse a Canadá con sus dos hijos gemelos -Jeanne (Mélissa Désormeaux-Poulin) y Simon (Maxim Gaudette)- por la situación de guerra que existía en el país. Días antes de su muerte, enmudece por completo sin motivo aparente. Los hermanos, al recibir el testamento de su difunta progenitora, descubren la misión que deben llevar a cabo para poder enterrarla: hacer llegar dos cartas; una a su padre, que ellos creían muerto y otra a su hermano, cuya existencia desconocían.  Jeanne y Simon se embarcan hacia su destino para cumplir la última voluntad de su madre. Ese viaje al universo conflictivo del Oriente Próximo es la excusa perfecta para que los protagonistas descubran quién era de verdad Nawal, quiénes son ellos y cuál es la dramática y secreta historia que se esconde tras la reciente fallecida -que es tanto como decir la de su familia, la de su grupo, la de su sociedad y la de su país-.

Villeneuve nos relata con innumerables flashbacks la guerra entre religiones –la cristiana y la musulmana- que tuvo lugar en el Líbano alrededor de los años setenta. El director viste la película de un realismo extremo y no tiene reparos en mostrarla de forma explícita a través de escenas muy duras y violentas -masacres, violaciones o asesinatos-. Su objetivo es enseñar, con toda crudeza y sin tapujos, la realidad atroz, demoledora y nada condescendiente con el ser humano, auténtica pesadilla, infierno -por sus respetos campa la peor política y religión posibles- y tragedia griega, ocurrida en un territorio asolado por la guerra y nutrido de odios, enfrentamientos, intransigencias y distancias irreparables -entre individuos, familias y grupos- que, enquistados en el tiempo, pasan de generación en generación.

Sin querer desvelar mucho, no puedo dejar de mencionar una de las secuencias que más me impactó emocionalmente.  Un autobús es tiroteado por soldados nacionalistas cristianos, simplemente porque en él viajan pasajeros musulmanes. Nawal Marwan -personaje muy convincentemente interpretado por Lubna Azabal-, enseñando la cruz que lleva colgada al cuello y vociferando la religión que profesa, logra milagrosamente salir viva del vehículo. Y hace creer, para intentar salvarla, que una niña que también viajaba en el mismo es su hija. Pero la pequeña se autodelata, al no poder evitar llorar al ver muerta a su madre. Y acaba sufriendo la misma suerte que los demás: ser asesinada de un disparo por pertenecer al Islam.

La cinta, durísima, claramente antibelicista y contraria a los radicalismos, nos muestra las razones de sus personajes, sus contradicciones, sus dudas, sus ideologías, sus tradiciones, sus tensiones, sus prejuicios, sus odios…, elementos todos que acaban alimentando la intransigencia, la cólera, la violencia, el miedo, la lucha sistemática, el enfrentamiento… y desembocan en la ruptura, la destrucción, la deshumanización y la barbarie (la bestialización del ser humano).  Y nos invita a reflexionar sobre ello, más que a tomar partido, a reconocerlo -en mayor o menor medida- en nosotros, y, por encima de todo, hacer todo lo posible para evitarlo.

La música goza de un importante papel en el drama, y así lo demuestra desde su inicio, cuando unos adultos rapan a unos niños al son de la canción «You and whose army», de Radiohead; una declaración de intenciones en toda regla.

El final –o la catarsis- me dejó rota por dentro y, aunque una gran variedad de críticos considera que es demasiado rebuscado o incluso forzado, para mí es el desenlace perfecto. No podía terminar de otra manera. Las preguntas se contestan. De repente, todas las piezas del puzle encajan. El terrorífico secreto de Nawal se revela y todo cobra sentido.

El film estuvo nominado al Óscar a Mejor Película Extranjera -aunque finalmente se llevó la estatuilla In a Better World (el metraje danés dirigido por Susanne Bier)-, y además fue distinguida con ocho Premios Genie (galardones similares a los Goya, pero canadienses). En la actualidad se puede ver en las plataformas digitales de streaming Prime Video y Filmin.

 


Título: Incendies

Año: 2010

Duración: 130 minutos

Productor: Luc Déry

País: Canadá

Dirección: Denis Villeneuve

Guion: Denis Villeneuve (Obra de teatro de Wajdi Mouawad)

Música: Grégoire Hetzel

Productora: Micro scope

 

 

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