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Americana 2021 – Festival de Cine Independiente Norteamericano

Por Jordi Campeny.

En el último tramo –queremos creer– de esta agonía pandémica, y a rebufo de lo que deseamos que sean sus últimos estertores, hemos podido encontrar un refugio en Barcelona, en su Festival de Cine Independiente Norteamericano (Americana). Durante cinco días de forma presencial, y algunos más en el incomparable catálogo que ofrece Filmin, nos hemos sumergido en las aguas claras y lúcidas de muchas propuestas procedentes de Estados Unidos, alejadas todas ellas de los circuitos comerciales, arrojándonos a los albores de esta segunda primavera siniestra con un sabor dulce en el paladar. El año pasado disfrutamos del Americana sin mascarillas y a muy pocos días del derribo planetario. Es, por lo tanto, de los poquísimos festivales de cine que el coronavirus no ha logrado cancelar, ni tan siquiera aplazar. Cabe felicitar a la organización por su arrojo y agradecerles el oasis que nos han proporcionado.

Las propuestas que han ido desfilando, óperas primas en muchos casos, diversas y heterogéneas, tenían un denominador común: su tono. Leve, sin levantar nunca la voz, alejado del ruido y la estridencia. La mayoría de las películas que hemos disfrutado nos hablan de las cosas importantes de la vida, de esperanzas y sinsabores, de la soledad y el desamparo al que nos vemos abocados al ver peligrar nuestras zonas de confort. Algunas de ellas, con cierto aliento tragicómico, sitúan en su centro el desamparo infantil ante el desmoronamiento del mundo adulto: Driveways (El verano de Cody), Small Town Wisconsin, The Killing of Two Lovers. Otras ofrecen su particular visión de la realidad humana que late detrás del frenesí capitalista o el desarrollo urbanístico que metamorfosea nuestras ciudades: Funny Faces, Wilcox, The Last Black Man in San Francisco. Varias propuestas han penetrado con acierto en el desconcierto y bucles juveniles; algunas en clave cómica: Palm Springs, Shiva Baby o una coming-of-age de delicioso aroma linklateriano: Freshman Year (Shithouse). El Americana no ha olvidado su sección documental, de la que destacamos un melancólico acercamiento a la última noche de un garito anodino de Las Vegas. En él, un grupo de almas errantes y alcoholizadas se han reunido durante años formando un simulacro de familia y compartiendo desasosiego por los errores cometidos. Tras el cierre del local, de nuevo, la intemperie: Bloody Nose, Empty Pockets.

El hilo que vertebra el Festival es, obviamente, el escenario que acoge sus historias: los Estados Unidos de América. Hemos disfrutado de múltiples películas, distintos géneros, resultados dispares, pero el decorado ha sido siempre el mismo. América ha forjado el carácter de sus criaturas y ha desencadenado sus derrotas. Aunque muchas películas nos muestran situaciones y sentimientos universales, éstos no pueden desvincularse del entorno que los auspicia y aplasta. Estados Unidos como personaje principal de todas y cada una de las historias; sus protagonistas, seres permanentemente situados en los márgenes de la cara B del antiguo sueño americano.

Vamos a detenemos, muy brevemente, en algunas de las propuestas mencionadas:

 

Driveways (El verano de Cody), de Andrew Ahn, inauguró el Americana 2021, anunciando el tono sosegado, discreto y melancólico que atravesaría el grueso de las propuestas del certamen. Tras la muerte de su hermana, Kathy y su hijo de 8 años, Cody, van al pequeño pueblo donde vivía la fallecida para vender la casa. Cody entablará una conmovedora amistad con un vecino, el anciano Del. Su director muestra una gran capacidad de observación, capturando el fluir de la vida y los movimientos leves, recordándonos que las grandes historias suelen salir de los detalles pequeños. La película nos regala, además, la última actuación del veterano actor Brian Dennehy, quien nos ofrece un monólogo final hermoso, con destellos de una honda sabiduría vital.

 

Small Town Wisconsin, de Niels Mueller sigue muy en la estela de Driveways, hablando ambas de temas trascendentes pero en voz baja, casi temiendo molestar, y con un niño en su centro gravitacional. La película, demasiado anodina en sus primeros compases, va embriagando paulatinamente al espectador y acercándole a la figura de un padre derrotado por el alcohol, acompañándole conmovido en su último fin de semana junto a su hijo, de quien va a separarse. Con la complicidad de un pequeño grupo de deliciosos secundarios, padre e hijo se adentran en los paisajes de la América profunda en una tentativa de road movie que los conduce a Milwaukee, a la redención y a la antesala de la sanación y la esperanza.

 

 

Shiva Baby, de Emma Seligman ha sido una de las propuestas que aterrizó en el Americana con más camino recorrido. Seligman debuta con brillantez en esta comedia negra y ácida que tiene lugar, casi en su totalidad, en el interior de un domicilio durante un funeral judío. Su directora saca el máximo partido de su limitada premisa y metraje (77 minutos) y, a pesar del aliento radicalmente teatral de su texto y propuesta, maneja con acierto los elementos del medio, consiguiendo una pieza de notable tensión y cierto calado cinematográfico. Shiva Baby plantea con habilidad y naturalidad temas como la bisexualidad, el luto o el desconcierto juvenil. Un debut sarcástico, enérgico y seductor.

 

 

The Last Black Man in San Francisco, de Joe Talbot es, probablemente, la propuesta más enjundiosa y de mayor vuelo artístico del Americana 2021. Su director debuta con la agridulce historia de dos amigos que pretenden volver a la casa victoriana del abuelo de uno de ellos, en el corazón de San Francisco. La película nos habla, con ambición y mucha ternura, del hogar, de las raíces y de las cosas que vamos perdiendo por el camino. Repleta de secuencias imaginativas, de una sugerente belleza plástica, y con un tercer acto un tanto errático y deslavazado, The Last Black Man in San Francisco rezuma creatividad y corazón. Es una melancólica y extravagante carta de amor a la ciudad, cuya sinfonía nos seguirá acompañando tiempo después de deambular por ella.

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