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«Los mundos de Coraline»: El delirio onírico entre los sueños lúcidos y la realidad

Por Andrea Navarro.

El film Los mundos de Coraline,  basado en una novela de Neil Gaiman, se estrenó hace más de diez años pero sigue siendo uno de los grandes éxitos de Henry Selick que no pasa de moda. En esta película de animación Coraline descubre una puerta secreta en su nueva casa que la transporta a un nuevo mundo creado exclusivamente para la protagonista. El espectador, que vive la aventura a través de sus ojos, quedará impresionado ante la magia y el onirismo que impregnan el ambiente

Asimismo, este universo es característico por su aura gótica y de terror, haciendo constantes alusiones a la magia negra y a la brujería y esto nos hace dudar sobre si realmente esta película está dirigida a un público infantil. El personaje clave que representa este esoterismo es el gato negro que se desplaza entre ambos mundos e históricamente ha estado asociado a las brujas. Además, es uno de los personajes esenciales para la narración, pues no solo ayuda a la protagonista sino que aporta al film ese punto de cordura y responsabilidad que los niños no suelen tener.

Siguiendo la línea de los personajes, todos aportan su punto mágico y misterioso. April Spink y Miram Forcible, retiradas y caricaturescas actrices inglesas, también son partícipes en esta brujería y vitales en la historia, ya que, por ejemplo, saben leer los posos del té y hablan explícitamente de la magia negra. No obstante, también hay otros personajes como el señor Bobinsky y Weiby que no son necesarios para la trama, es más, este último no aparece en el libro, pero enriquecen la historia aportando su toque personal y extravagante. Esta excentricidad de los vecinos contrasta con la simpleza y sencillez de los aburridos y poco comprensivos padres de Coraline, lo que genera que el espectador se identifique con ella, ya que, simplemente es una niña que busca la atención de sus padres.

Este aura onírica también se debe a diversos elementos. Por una parte, la iluminación y los colores juegan un importante papel, siendo los principales significantes del film. Debido a que, en el “otro mundo” siempre es de noche, representando que realmente Coraline está soñando. No obstante, a lo largo del largometraje, tanto el espectador como la protagonista se replantean si ese universo fantástico es un sueño, ya que, Coraline ya no necesita estar dormida para viajar. Convirtiendo este lugar paralelo en una nueva realidad. Así pues, el color también sirve como diferenciador entre ambos mundos, ya que, en el “mundo real” los tonos son grises y tristes y el paisaje está siempre nublado. Además, solo cuando Coraline y su madre se van de compras aparece “el mundo exterior, más alla del Pink Palace (residencia donde viven Coraline y sus vecinos).

Esto genera una sensación de encierro que se acentúa cuando Coraline intenta avanzar en “el otro mundo” y ve que es imposible. Ante su sorpresa el gato le dice: “Resulta fácil. Piensa en alguien que da la vuelta al mundo: Parte alejándose de un lugar y al final regresa a él”.

Por último, en este magnífico film realizado mediante stop motion, hay un importante elemento de intertextualidad, pues casi al final de la película aparece un paisaje que simula “La noche estrellada” de Van Gogh.

 

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