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‘La mirada imposible, de Agustín Fernández Mallo

La mirada imposible

Agustín Fernández Mallo

Wunderkammer

Girona, 2021

93 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Hay que salir del sepulcro de todos los días, levantarse y andar. A eso nos vemos reducidos, a un acto en el que la voluntad se suma a la supervivencia, y que supone el mismo gesto que debemos practicar cuando nuestra inteligencia se plantea el problema de la identidad: sal del sepulcro y anda. No estás muerto. Si sabes huir, puedes hacerlo hacia una agradable sobremesa con los amigos. Pero si de camino te planteas quién eres, si el tipo que se rasca la cadera por debajo del pijama al despertar o el ser al que abrazan los que te quieren, si eres el que te parece o el que les parece a los demás, te darás de bruces con la quinta pared, como la define Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967), ese lugar donde habitamos que existe si entendemos la realidad como un espacio con más dimensiones de las que concibe la mirada. Fernández Mallo nos presenta este ensayo sobre la identidad con el ingenio que le caracteriza, y con esa forma de elaborar el ingenio, que es la locución verbal. El despliegue de recursos estilísticos vuelve a sorprender, a constituirse en una atmósfera envolvente que nos lleva a cuestionar si la realidad está dentro o fuera de nosotros, o en los dos lugares, pero ignorando en qué medida.

Somos, resolviendo así la duda del príncipe de Dinamarca, en la medida en que nos observan: “La idea de que el sujeto arma su propia identidad y más o menos la controla no es más que una mentida consoladora. La identidad nos la construyen los otros en un proceso que incluye exclusivamente su mirada, y en el que poco o nada podemos intervenir”. No es, pues, el anacoreta en la cueva del desierto, o es, sencillamente, menos, pues quien le observa es Dios, que es, a su vez, una proyección de lo que él observa: su interior, su deseo, su fuga. Sin embargo, como el propio Fernández Mallo va aclarando en un inicio que explica la motivación del ensayo, somos o queremos ser uno y otro al mismo tiempo: impostamos como si pretendiéramos vivir varias vidas. El referente será móvil, pendular, y supondrá la constante elaboración de pactos con algo que no conseguiremos jamás definir, que es la realidad, aunque sí conseguimos cuestionarnos su contrario, la irrealidad, cuánto de irrealidad nos forma, que es el tema sobre el que el autor cimenta los mejores párrafos. Los cambios de punto de vista irán añadiendo espectros, sobre los que indaga Fernández Mallo con referencias constantes a la cultura, al cine -como, por ejemplo, a Kim Ki Duk-, a la poesía de, sobre todo, Alejandra Pizarnik. La información sobre la identidad será material y será sentimental, como apunta el autor, que deja visos de creer que en nuestro interior hay un planeta de humanidad que escapa a lo práctico, a los actos de sobrevivir. Se trata, de alguna manera, de considerar que el interior que nos habita es ilimitado.

Levántate, sal del sepulcro y camina. No somos sólo las noticias, que son acosos que también nos construyen. En buena medida, somos el resultado de nuestros actos. Pero ¿se reduce a ese resultado, a la construcción que hacen quienes nos observan, la identidad? El debate seguirá abierto, y Fernández Mallo no va a renunciar a saltar al campo de juego para participar en él.

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