El TeatroscopioEscena

El Juego de los Embustes en Mérida: Notable literatura bajo el disfraz de la sátira

En la Sala Trajano de Mérida, el 27 de febrero de 2021 tuve ocasión de resenciar una experiencia enriquecedora, alborozada, donde el regocijo de la música se mistura con la humana parodia y los picarescos diálogos. Una metáfora sobre la apariencia y la realidad.

Por Francisco Collado

Decir el verso es uno de los aspectos más complicados de la técnica dramática. El verso es como una melodía literaria. Notas aplicadas en el momento concreto, con la intensidad apropiada y el sentimiento solicitado. Una simple réplica a destiempo, una ligera variación y se rompe el ritmo narrativo. Como un músico que equivocase el compás o la lectura de la partitura. Disfrutar hoy en día de una obra escrita en verso, que bebe directamente del espíritu de Muñoz Seca con sus retruécanos, equívocos y deformaciones del lenguaje, pero que no anda ajena al Entremés del áureo siglo o las comedias de puertas, es un lujo bastante escaso.

Nos encontramos ante un texto de profundo calado. Oculto bajo el disfraz de la sátira, encubierto con la vestimenta de la parodia, subyace una notable literatura, inteligente, ágil y con gran domino del juego de palabras, las referencias y los dobles sentidos. El elenco saca adelante esta divertida comedia con dominio del espacio escénico, aprovechando diversos gadgets de atrezzo, como esos curiosos biombos rodantes. La escenografía (Talleres el molino) es luminosa, jugando con el blanco, que contrasta con los excelentes trajes de época inspirados en el siglo XVIII. La compañía acomete momentos difíciles como la coreografía de la esgrima a tres (Iker Alejo), perfecta en su concepto y resolución. El Juego de los Embustes deviene una propuesta sin altibajos, que mantiene el ritmo narrativo y el juego dramático en los diversos personajes, que los actores duplican en medio de enredos, engaños y apariencias, con instantes verdaderamente hilarantes. La picardía narrativa está servida de la mano de Inma Cedeño, Jesús Lozano, Amparo Morquecho y Marina Haberkorn. Todos ellos definen los personajes con intensidad y vasto lenguaje gestual, derrochando vis cómica y dominio del timing.

Un notable acierto incluir música en directo, que hilvana directamente con la dramaturgia en modo diegético y; acertadamente; complementa los estados ánimo y transiciones.

Emilio Villalba y Sara Marina son dos músicos de larga experiencia que aportan la música adecuada a cada pasaje (fandangos, etc.) con la zanfoña o el virginal, creando texturas evocadoras o jocosas que apoyan los sarcásticos diálogos, con un amplio trabajo de investigación para arropar a los actores.

El Juego de los Embustes es una experiencia enriquecedora, alborozada, donde el regocijo de la música se mistura con la humana parodia y los picarescos diálogos. Una metáfora sobre la apariencia y la realidad. Una propuesta fresca e innovadora, homenaje nada encubierto a los diversos senderos de la comedia, que nos ofrece la posibilidad de convertir la vida en una chacona.

                                              A la vida, vidita bona.

                                              Vida, vámonos a chacona

 

Texto y Dirección Jesús Lozano Dorado

Iluminación Luis Perdiguero

Diseño de arte/vestuario/escenografía María de Melo Collection

Coreografía de la chacona Ángel Zambrano

Cartelería Singulart

Caracterización y maquillaje Marina Haberkorn

Iluminación y Sonido Samuel Cotilla y Miguel Ángel García

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *