El show de Samsa

Sufre mamón, pero sufre acompañado. La corrección política como herramienta de censura

Canciones de Mecano o de Hombres G, dos de los grupos musicales más ñoños de la historia del pop español, son hoy día susceptibles de ser revisadas y hasta censuradas. ¡Menuda mariconez! ¿Qué nos ha ocurrido? ¿Avanzamos hacia una sociedad más sensible, más ética, marcada por una elevadísima moralidad que transformará el homo sapiens en homo sanctus? O por el contrario, ¿nos estamos volviendo imbéciles y estamos retrocediendo a una suerte de dictadura del pensamiento homogéneo en la que nadie se atreverá a verter sus ideas en público si divergen de las del rebaño? La diferencia, en ocasiones, entre las opiniones o ideas de un idiota y un sensato estriba en la cantidad de personas que suscriben dichas ideas. El “Experimento de Asch” sobre la conformidad de grupo, realizado en los 50, demuestra cómo una persona es capaz de cambiar su opinión, por muy lógica que esta sea, cuando el resto del grupo se aferra a otra idea, por muy alejada de la realidad que esta idea esté. Pensar diferente es un deporte de alto riesgo que puede acarrear un despido, la rescisión de un contrato o el ostracismo social.
El primer hombre que dictaminó que la Tierra era redonda fue tomado por loco. Estaba solo. Jesús dijo que era el hijo de un dios, una extravagancia que a base de ser repetida durante dos mil años ha quedado inscrita como una innegable realidad de carácter histórico. Con la incorrección política ocurre un fenómeno parecido. Si el clamor de unos pocos pero ruidosos ofendidos reclama que se derribe la estatua de Colón por racista (anacronismo mediante), se derriba; que se retiren a Platón y a Descartes de un programad e estudios universitarios por blancos (qué culpa tienen ellos), pues se retiran para que no ofendan; que se vete a Woody Allen por delitos que jamás se han demostrado (pero es objetivo de un movimiento de víctimas y las víctimas siempre tienen razón), pues se acaba con Allen; y si se pide suprimir el relato de Caperucita porque es, como todos sabemos, sexista, habrá que eliminarlo de nuestras lecturas. Luego habrá que eliminar “Lo que el viento se llevó”, “Dumbo”, “La dama y el vagabundo”. Y después (y esto me lo invento pero tiempo al tiempo) la obra de Kafka, porque alienta a los hombres a convertirse en insectos, las fábulas, porque estereotipan a los pobres animales, la ciencia ficción, porque insulta a los alienígenas, etc, etc.
Antes se decía aquello de que no ofende quien quiere sino quien puede. Pero ahora casi podríamos afirmar que no se siente ofendido quien quiere sino todo aquel que lo necesita para su causa. Y cuando se unen todos los ofendidos, escudados en la innegable razón que otorga el dolor compartido, y forman una turba empalagosa que enarbola sus banderines de amor, agresión pasiva y “objetiva victimización” nadie les puede obviar. Una lágrima vale más que mil razones, y como Borges afirmó “la democracia es el abuso de la estadística”. O sea si muchos lloran deben de tener toda la razón, y si no los entiendes es que eres un insensible despreciable.
P.D. Si usted se siento aludido y/o ofendido por este artículo no se sienta abrumado. No sufra. No está solo.

PEDRO PUJANTE

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