Un aire de extrañeza. Relatos de Pedro Amorós
Pedro Amorós ha ido labrando poco a poco, de un modo discreto pero consistente, una obra literaria sólida, en la que destaca su faceta de narrador. Aunque también ha dedicado algunos trabajos a la dramaturgia y al ensayo literario e histórico-filosófico. En Un aire de extrañeza, su último libro, encontramos un abanico de relatos que pueden servir para aquellos lectores que no lo conozcan aún como puerta de entrada en su personal universo literario. Pedro Amorós se sirve de dos herramientas principalmente para construir sus ficciones: una amplia cultura y una exquisita sensibilidad. En estas páginas se respira el aire raro de Kafka, la melancolía de Pessoa, la intertextualidad borgeana y la narrativa al servicio de la narrativa estética de un Wenders.
Un aire de extrañeza reúne muchos relatos breves que quizá en un principio fueron concebidos como obras independientes. Pero que al final han cuajado de un modo orgánico conformando este volumen. Al menos los dedicados a Tola, un personaje gris y anodino, que sueña despierto y que es una víctima colateral de la tiranía de la vida. Un hombre atormentando cuyo carácter sirve a nuestro autor para somatizar el dolor de un mundo que oscila entre la trivial realidad y fugaces episodios de sueños; y que nos hacen partícipes, a los lectores, de esa extrañeza a la que alude el título. También comparten otros relatos un mismo protagonista, el frustrado Isaac Aguado, quien vivió la Guerra Civil y que da voz a
aquel turbio período de nuestra historia en algunos cuentos. O el resucitado Adán Arabá, que despertó de la muerte y contó un sueño tan insólito como improbable. Amorós, consigue, cruzando los destinos y las desventuras de sus criaturas en diferentes relatos, otorgarle textura al libro.
En general, todos los personajes de este libro son como Tola. Seres desvaídos, fantasmagóricos, que parecen morar en un limbo de la realidad, conscientes a medias de lo que en el mundo sucede, aturdidos por las circunstancias y trastocados por males de amor, por la soledad, el fracaso y la desdicha. Seres desubicados que habitan habitaciones de hoteles, que siempre están de viaje. Seres nómadas, que padecen una suerte de alienación constante, que no tienen un contacto sólido con el mundo. Seres inestables y esquivos que siempre huyen de algo.
Amorós sitúa sus tramas en ambientes ostentosamente realistas, pero la realidad no parece nunca ajustarse a un Realismo objetivo. Más bien, se aprecia un sutil predominio del subconsciente como materia con la que ornamentar las historias. Además, estas proyecciones de la realidad son contaminadas por el influjo del proceso literario, el reverso de la ficción. Porque, de hecho, muchos de estos protagonistas son posibles alter ego de su autor. Escritores-personajes que tienen la tarea de escribir un relato, posiblemente el mismo que nosotros estamos leyendo, creándose así un juego de espejos, una puesta en abismo en la que los límites entre experiencia y ficción quedan diluidos constantemente.
La prosa de Amorós es deliciosa. Merece la pena dejarse llevar por su suave ritmo, por esas tramas leves que nos acercan al núcleo de la naturaleza humana y nos sumergen en la bruma insondable de una extrañeza insólita.