Joe Bousquet en Carcasona
Por Antonio Costa Gómez.
Sí, claro que buscaba la ciudad medieval en lo alto. Aunque no me gustan las ciudades tan pateadas y llenas de millones de turistas. Además, no me gustan los cátaros, me parecen unos puritanos simplistas precursores del calvinismo, en la tradición maniquea. Pero era invierno y había coronavirus. En la ciudad amurallada en lo alto las plazas estaban solitarias y las calles eran todas para nosotros. Tenían un encanto innegable las iglesias góticas secretas y las fuentes calladas.
Pero lo que me fascinaba especialmente es que en esa ciudad vivió Joe Bousquet. Este poeta perdió el uso de las piernas en la primera guerra mundial y desde entonces vivió cuarenta años sin levantarse de la cama. Allí recibió a los grandes poetas y pintores de su tiempo. Se carteó con amadas platónicas y escribió novelas eróticas con toques sadomasoquistas. Interpretó el silencio y el sueño y los tradujo apasionadamente. Escribió libros que ya atrapan con los títulos: Traducido del silencio, El líder de la Luna, El conocimiento del anochecer.
Llegamos a su casa, y su cuarto lo conservaban exactamente igual. Nos asomamos a aquel cuarto fascinante. Los libros estaban en desorden, parecía que aún palpitaba su espíritu. Allí tomaba opio, se envolvía en perfumes, leía infinidad de libros, escribía miles de páginas. Les pregunté a las empleadas si veían su fantasma.
En El conocimiento del atardecer nos dice sus secretos en ondas musicales. No está traducido al español, traduzco arriesgadamente algunos versos: «Y no es tu nombre lo que te abruma / sino que lo murmuren tan bajo. / El secreto de un corazón que se rompe / en las voces que no conoce». Recorrer el mundo nos da bofetadas de revelaciones, pero arder en una cama sin fin también nos puede abrumar.