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«Tierra de luz blanda», de Ezequías Blanco

Por Isabel Alamar.

Con un título sugerente y pegadizo nos llega este poemario, Tierra de luz blanda (Los Libros del Mississippi, 2020), escrito por Ezequías Blanco (conocido, sobre todo, por haber sido catedrático de Lengua y Literatura españolas en un instituto de Secundaria y por haber sido también director una revista emblemática como es Cuadernos del Matemático).

En esta obra podremos leer treinta y ocho poemas de su autoría que versan sobre una experiencia vital del poeta, una estancia hospitalaria.

Ironía, belleza… son algunas de las armas que esgrimirá Ezequías para conseguir estas dosis justas de emoción, realismo y verdad. Con todas estas herramientas describirá a la perfección todo el proceso que va desde su entrada en el hospital hasta su ansiada alta, pasando por el proceso de recuperación.

Pero, mejor, veámoslo con ejemplos entresacados de su libro. De hecho, este se abre con los siguientes versos: «Te llevan por espacios transparentes / donde no hay nada a que aferrarse”. Y sigue en el segundo poema con versos contundentes e hiperrealistas como los siguientes: «Comienza el vals de las agujas / poco después de desnudarnos».

Por otro lado, dentro del proceso postoperatorio o de recuperación el poeta nos manifestará lo que le toca ahora: “A esperar porque el tiempo es una herida”. Más adelante proseguirá su narración poética de los hechos de la siguiente manera: «El gotero es la eternidad / que insufla vida diáfana / y evita la proliferación de malas hierbas / en el campo baldío de tu cuerpo…».

No en vano, algunos de sus referentes poéticos declarados de Ezequías son Gabriel Celaya, Blas de Otero… poetas, como todos sabemos, con un lenguaje sencillo y coloquial, cargado de fuerza, tajantes en su decir y, en general, con una poesía bien anclada en la realidad de su existencia. Y yo añadiría, sin lugar a dudas, otra influencia más, la de Machado, sobre todo cuando dice: «¡Que eres muy buen paciente! Eso me dicen de ti. / Que acomodas tus pasos a los versos / de sílabas azules».

También la naturaleza cobrará máxima importancia en esta obra, ya desde el título: Tierra de luz blanda. Cumplirá, además, las siguientes funciones: consuelo, acompañamiento, fe, esperanza, etc. Así puede verse en la siguiente estrofa: «Sin atavío y solo / con la mirada buscas fuera / la fuerza de los árboles». Pero, sin duda, donde más podremos apreciarlo, será dentro del poema «Las noches»: «Anochece fuera y las estrellas / apuntan ya las sensaciones / de la primavera donde los cuerpos / fluyen y vuelan con sus alas / líquidas. Tu alma sale / por la ventana…». Y alcanzará su máximo esplendor cuando el poeta nos diga:

Desde un banco me iré rodando a casa

y en un banco plantaré las verduras

de mi huerto… Y sobre un viejo banco

dormiré eternamente soñando con palmeras.

Hasta cuando el poeta habla claramente del dolor, lo hará inundándolo de belleza, por eso, el dolor pasará a ser también eso, belleza, véase si no el siguiente verso: «Tu alma es un pozo oscuro entre las sombras».

En fin, un exquisito diseño de portada, como nos tiene ya acostumbrados Los Libros del Mississippi, un prólogo cercano e intimista, escrito por Enrique García Trinidad, una hermosa dedicatoria, puesto que este libro está dedicado a dos de los médicos que le atendieron… Como vemos, no le falta ni un detalle a este libro para ser una gran obra, de esas que, tras leerlas, salimos satisfechos y engrandecidos. Así que no lo dudéis, compradla y disfrutadla. Os ayudará, muy especialmente, en estos tiempos convulsos a estar menos angustiados porque el mensaje final se puede resumir fácilmente en estas palabras: «Todo se supera y de todo se aprende».

Por mi parte, finalizo esta reseña con una estrofa del propio autor, puesto que nada mejor que su voz para poner el broche final a esta reseña:

La vida sigue imparable y magnífica:

un árbol viejo y firme

está orgulloso de sus hojas

jóvenes aladas y verdes.

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