La levedad de las decisiones
“Viaja ligero, el camino es largo y necesitas tu corazón, tu mente y tus manos libres, para poder dar y recibir”, Eduardo Alighieri. Economista y Escritor Colombiano.
No es la primera vez que escribo sobre las decisiones y probablemente no será la última, tal vez sea porque en un periodo de mi vida se producían más en mi mente que en mi día a día, postergando las importantes y sustituyéndolas por otras que aparentemente tenían “su aquel” vistiendo mi existencia de cierto aire de hombre de acción, comprometido con sus ideales.
En definitiva nada más lejos de la realidad, no obstante para ello tuvieron que pasar años; mucho tuve que experimentar y aprender para darme cuenta de lo que estaba pasando. Te animo a reflexionar sobre esto detenida y sinceramente contigo mismo… Quizás estés en un momento en el que tengas que tomar una decisión de esas que cambia una vida y le da un giro de ciento ochenta grados o puede que esa elección que sabes tienes que tomar —y no tomas— sea la que vuelva a redirigir tu vida por los derroteros que siempre quisiste —y no te atreviste—.
Bien está que uno decida leer un libro, hacer un curso, incluso practicar, uno de esos que llaman, deportes de riesgo y por qué no cambiar de trabajo, de casa, de amigos. Sin embargo, averigua si todas esas decisiones, pequeñas o grandes, que el tamaño solo tú puedes ponerlo, no están encubriendo el miedo a tomar la que realmente llevas tiempo dando vueltas en tu mente y no acabas de cogerla por los cuernos.
Te propongo que elijas y decidas, sin dilación sin dudas, o sí, pero lo hagas de todas formas. Decidir puede convertirse en todo un ejercicio, un excelente entrenamiento, eso sí, si uno es consciente del camino que toma y del que deja atrás. Siendo así tendrás la maquinaria engrasada para cuando toque tomar una de esas que llamamos trascendental, una gran decisión que cambie tu vida y lo harás con todos los elementos de juicio de que dispongas.
Enjuicia los pros y los contras, analízalos desde lo que te suponen o podrían suponerte tanto como de lo que te pide el cuerpo, la mente y el alma. Valora lo que sientes ante lo que se avecina, si te atreves a dar un paso adelante. No tengas miedo al miedo, considera que toda decisión provoca dos reacciones, una es la añoranza automática de lo que dejas atrás, que provocará un vacío que inmediatamente te llevará a la segunda, el vértigo a lo nuevo, a lo desconocido, a no saber que ocurrirá; la incertidumbre y la inseguridad tienen que ser nuestras aliadas y no nuestras enemigas.
La motivación y el entusiasmo por lo nuevo tienen que ser infinitamente mayores para contrarrestar lo anterior de forma que no acabes lamentándote y echando de menos lo que dejaste atrás. De ahí la importancia de comprometerse con lo que uno decide y ponerse manos a la obra, para que las fuerzas y el enfoque no se transformen en livianos a las primeras adversidades que se nos presenten, y un día estemos orgullosos de los derroteros por los que nuestra vida transita.