El TeatroscopioEscena

«Rita», una tragicomedia que nos invita a reflexionar

Por Ana Riera

Rita es un texto de Marta Buchaca que sube a los escenarios de la mano de la productora La Zona y bajo la dirección de Lautaro Perotti. Se trata de una tragicomedia que aborda temas angustiosos, tratados a través de escenas cotidianas salpicadas de humor. La iluminación intimista, a cargo de Juanjo Llorens, se encarga de crear el ambiente adecuado. La escenografía de Alessio Meloni permite un atractivo contraste de colores, construida a partir de unos bloques que crean distintos espacios y objetos,  todo en una muy interesante armonía visual para que nos centremos en lo realmente importante, la historia de Toni y Julia, que se desarrolla con rápidos cambios de vestuario, también creado por el escenógrafo.

Toni y Julia son hermanos y se enfrentan a dos dilemas morales. La perra de la hija de Toni está vieja y muy enferma y el veterinario le dice que debería sacrificarla. La madre de ambos, que se llama igual, también se encuentra en el último tramo de su vida. Lleva años sufriendo Alzheimer y se encuentra ya en estado vegetal.

A primera vista, los dos hermanos son muy diferentes. Toni, al que da vida un espléndido Carlos Hipólito, aparenta tener las cosas bastante claras. Julia, a la que interpreta una maravillosa Mapi Sagaseta, a pesar de ser médico, parece incapaz de tomar sus propias decisiones y se sigue refugiando en su madre para desahogarse y hablar de sus cosas, aunque ésta no pueda oírla.  Pero cuando el veterinario habla con Toni y le obliga a plantearse la eutanasia de la perra, esta dinámica cambia por completo. De repente, a Toni le cuesta tomar una decisión, mientras que Julia parece tener claro lo que hay que hacer con el animal.

La obra, pues, gira en torno a la familia, a los roles que se establecen entre los hermanos, a los vínculos materno filiales. Pero, sobre todo, trata sobre la enfermedad y la muerte. Sobre lo mucho que nos cuesta aceptar nuestra mortalidad, a pesar de que esa es la única certeza que tenemos cuando llegamos a este mundo: que un día vamos a morir.

Nuestra sociedad se ha acostumbrado a vivir de espaldas a la muerte. Sin embargo, no siempre ha sido así. No hace tanto, especialmente en los pueblos, la muerte formaba parte de la vida, y toda la comunidad participaba en los velatorios, en los entierros, en la fiesta de todos los santos y en el sacrificio de los animales. Pero en nuestra búsqueda obsesiva de la felicidad, hemos desterrado todo aquello relacionado con la parca, en un intento vano de huir del dolor y el sufrimiento.

El texto plantea muchas preguntas. De hecho, esa es la intención de su autora, hacernos reflexionar sobre este tema que tanto nos asusta, que tanto intentamos rehuir. ¿Por qué nos resulta más fácil poner fin al sufrimiento de una mascota que al de un ser humano al que además queremos? ¿Es precisamente por eso, porque es un ser muy querido? ¿O porque nos resulta demasiado doloroso tomar esa decisión cuando se trata de alguien de nuestra especie? ¿Tenemos derecho a decidir sobre la muerte de otro? ¿Dónde está el límite de lo que llamamos “vivir con dignidad”? ¿Por qué existiendo el recurso legal del testamento vital, son tan pocos los que se acogen a él? ¿Nos lleva el instinto a aferrarnos a la vida por terribles que sean las condiciones?

A todos nos atrae la idea de poder ser amos de nuestro destino, de convertirnos en dioses. Cuando llega el momento de emularlos, no obstante, descubrimos que tener tanto poder puede ser una maldición, que puede tornarse en un peso excesivo que nos supera. Porque en realidad, ¿quién es el que sufre? ¿Es el enfermo o somos nosotros? Como le dice Julia a Toni: “Eres tú quien sufre, no te engañes. Y si no puedes soportar que tu madre esté así, te aguantas”. ¿Entonces, por qué ve tan claro que lo mejor es sacrificar a la perra? ¿No será que no quiere perder esa tabla de salvación que para ella representa su madre, aunque ya no sea más que una sombra de lo que fue?

Tal vez cuando caiga el telón sigamos sin haber encontrado la respuesta. Pero como afirma la autora, si la obra consigue que parte del público se haga estas u otras preguntas parecidas, el ejercicio teatral habrá valido la pena.

 

Texto: Marta Buchaca

Dirección: Lautaro Perotti

Con Carlos Hipólito Mapi Sagaseta

Diseño de Iluminación           Juanjo Llorens
Escenografía y vestuario       Alessio Meloni
Ayudante de dirección           David Blanco
Ayudante de producción       Sara Brogueras
Producción ejecutiva             Elisa Fernández
Comunicación                         Pepa Rebollo
Dirección de producción       Miguel Cuerdo

Fotografías  Javier Naval

Una producción de La Zona

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