Fragmentos de una mujer (2020), de Kornél Mundruczó – Crítica
Por Gerardo Gonzalo.
El director húngaro Kornél Mundruczó, un realizador habitual en festivales y que ha labrado su carrera con historias de cierto impacto, debuta fuera de sus fronteras apadrinado por Martin Scorsese, al que seguramente le haya llamado la atención la originalidad y fuerza de sus dos anteriores películas, White God (2014) y Jupiter’s Moon (2017). Ambas interesantes, aunque ninguna redonda en mi opinión.
Lo que aquí se nos cuenta es un parto y las consecuencias del mismo en la vida de una mujer. No quiero contar más, entrar en detalles disminuiría el impacto de una historia que alcanza su cénit en una primera media hora no apta para todos los públicos por su poder emocional. Y esta es la mayor virtud y a la vez el mayor defecto de la película, ya que tras su impactante inicio, la película no hace más que desinflarse y acaba jugando peligrosamente con la paciencia del espectador.
La tesis de la película es clara y el interés de la historia evidente, pero a partir de un determinado momento parece que sus responsables no son capaces de desarrollarla y cerrarla de forma satisfactoria, llegando a provocar cierto desconcierto e impidiendo que empaticemos con un personaje que debería estremecernos. Vemos el discurrir de una historia que no sabes muy bien por dónde va, con un personaje, como el del marido (Shia LaBeouf) que debiendo ser fundamental acaba mal perfilado. Otro, la madre de la protagonista (Ellen Burstyn), demasiado excesivo en algunas de sus actitudes, apenas son explicadas. Unido a esto, algunas derivadas en la historia son totalmente innecesarias y superficiales. Para terminar, un epílogo más cercano a telefilm de sobremesa que a película con vocación de autoría.
Da la sensación que una vez destapada una determinada situación y colocados todos ante el abismo de algo terrible, el director (y aquí utilizamos un símil futbolístico) se ha encontrado con una balón franco, no ha sabido bien hacia dónde rematar y ha acabado lanzándolo fuera, mezclando ingredientes como el drama de pareja, la familia y la trama judicial, sin acertar en el tratamiento de ninguno. Quizás debería haber apostado por una ruta determinada y creo que la historia hubiera mantenido un nivel de tensión más elevado, todo estaría mejor explicado y el relato sería más coherente.
Pero este es el sello de identidad del director, y así lo ha hecho en sus anteriores películas, mezclar géneros y buscar derivadas poco obvias a la historia principal. Algo arriesgado, que si funciona será considerado original y rompedor, pero si no lo hace como es el caso, acaba siendo confuso y distante. Aun más cuando a diferencia de sus anteriores películas, la trama se dirige hacia los caminos de la quietud y la introspección, sin acción trepidante posible con la que el director pueda disimular las carencias argumentales.
Respecto a la protagonista, recelo de la opinión generalizada que califica su interpretación como extraordinaria. No lo comparto, es fría y rígida en exceso y no creo que las dotes interpretativas que aquí muestra Vanessa Kirby añadan nada especial a un papel de estas características, que tiene todas las papeletas para el lucimiento. La prefiero en The Crown interpretando a la princesa Margarita, ahí sí que está estupenda.
Una película que estremece en un inicio espléndido y veraz, que me costó aguantar por su apuesta por un naturalismo y realismo puro y sin adornos, como vehículo de impacto, pero que pasada esa primera media hora, naufraga estrepitosamente, incapaz de encontrar el tono adecuado ni de darle coherencia a una historia que queda a la deriva.