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«Los Epigramas Malditos», de Carlos Esquivel

Por Yolanda Felicita Rodríguez Toledo.

Cuando una obra plantea un reto desde su enunciado, y se nos presenta haciendo un uso magistral de las palabras que habrán de captar nuestra atención, logra un impacto inquebrantable; pero si a este antecedente lo acompaña un discurso sólido, de amplio espectro y mensajes subliminales que van más allá del mero entusiasmo por convocarnos al desenfado de la irreverencia, estará marcando una pauta para la literatura universal; y es exactamente lo que sucede con Los Epigramas Malditos, de Carlos Esquivel Guerra.

El epigrama, aunque inicialmente se creó en la Grecia clásica y, como su nombre indica en griego, el vocablo pasó a designar al poema ingenioso que poseía la calidad de ser breve en su planteamiento, capaz no solo de pasar por rótulo o inscripción, sino que al plasmar la impronta del mensaje desde un movimiento lírico magistral, constituye una instantánea de matices y colores que la mano de un pintor, muy de academia, ha sido capaz de perpetuar sobre su lienzo.

Se trata de un libro que enumera y (de)construye imágenes y atmósferas, los textos que lo conforman tienen la exactitud del aire en el respiro, exponen una sentencia firme y exacta como el zigzagueo que ejecuta un relámpago en el cielo.

Los Epigramas Malditos, de Carlos Esquivel, al parecer no solo estaban denotando el filo que suele tener la palabra para socavar posturas y romper esquemas, paradigmas y actitudes arcaicas y fuera de contexto; para dejar atrás momentos donde se enmascaraba el dolor cerrándole la boca al que grita desde sus miedos y desatinos más placenteros. Sirva este texto para que el mensaje argumente lo referido en «EXTERIORES»: Antes de escribir y hacer el amor / no me lavo las manos. / Sé que voy a hacer un trabajo sucio».

Es evidente la limpieza del tono para mostrar la audacia de quien escribe, así se desprende de «EL ESTALLIDO DE LAS CÚPULAS»: «Muchas mujeres quisieron quemarme. / Faltó el gas, la chispa, el incendio. / Las mujeres se sobraban».

En Los Epigramas malditos, el juego de artificios expresa las ideas del pensamiento, están también el clamor y la urgencia de ciertas voces que no se pueden silenciar sino desde la libertad que irán conquistando mientras avanzan ente las piedras y espinas conceptuales; es el caso de «FRONDA TEOLÓGICA»:  «Mi luz no alumbra: quema».     

Está demostrado que la belleza del epigrama consiste en virtudes excepcionales: El movimiento y la fuerza de su lirismo que abre y cierra la idea como un círculo, y la brevedad e ingeniosidad del juego de voces sobre el oído como una hermosa melodía, lenta, cadenciosa y bien orquestada:  «Lo que nos vuelve idénticos ante la mayoría / es que somos, a pesar de las diferencias, la mayoría (en «IDÉNTICOS»).

Desde su primera aparición el libro permanece en la memoria de sus lectores, tal vez por la fuerza de la palabra que va llamando a dialogar desde otra perspectiva, es el caso de «CONSOLATIO»: «Eres lo que más le duele a mi cuerpo, / y, sin embargo, ya él no puede vivir sin ese dolor».

El tratamiento de temas como la aceptación de la traición y el otorgamiento del perdón, sin recriminarle al ser amado por su falta, aún más si se trata de la necesidad de un mal necesario como lo es el cuerpo como objeto de placer y a pesar de una sociedad que ha venido dictando las pautas que separan el bien del mal, constituye un acto irreverente que, consiente de los riesgos, ha sido lanzado al oído de “a quien pueda interesar”: «La puta y el poeta tuvieron similares epitafios: / Quien yace aquí, murió bajo el hierro / de los hombres» («EPITAFIOS»).

El libro está conformado por tres partes que el autor tiene a bien llamar “Puertas”, y eso precisamente resultan Los Epigramas Malditos, aberturas desde y hacia un epicentro donde la euforia y el sosiego están en equilibrio perfecto con la tangente agónica de la realidad, donde la vida se transforma como en el centro de un enorme agujero negro.

La sutileza de los versos, la profundidad, y cierto aire de cinismo en el lenguaje, hacen del libro una propuesta muy singular, donde se enmarcan y exponen verdades que varían según la interpretación y mentalidad de los receptores, incluso cabe mencionar el tono provocativo del discurso que acude al derecho de expresión para sentar las pautas del diálogo como quien entra y sale de las llamas de un fuego abrasador y nos muestra sus brazos abiertos para demostrarnos que ha conseguido salir ileso: intacto.

Carlos Esquivel Guerra (Elia, Camagüey, Cuba, 1968) continua ubicado en la avanzada literaria del universo de las letras, ya que constituye una de las voces más reconocidas en el ámbito de la cultura y la literatura dentro y fuera de Cuba, quien ha venido marcando su paso firme de estilo y ya cuenta con una gran cantidad de premios, reconocimientos y publicaciones, ya sean de poesía, narrativa (novela y cuentos) o ensayo.

Esta nueva edición de Los Epigramas Malditos, publicada por la editorial D’ McPherson, con una hermosa portada a color y más acorde a la obra de visión sugerente y desenfadada, ampliada y corregida por el autor, tiene la misma intensidad de aquella primera tirada, de la cual conservo un ejemplar autografiado, y donde se puede respirar desde las primeras sentencias y hasta terminar las últimas páginas del libro, que la singularidad de la obra no está dada únicamente por la estructura de los versos y sus rompimientos, sino por la psicología que contiene la idea clara; trasfondo por donde la economía de recursos estilísticos, logra su movimiento telúrico más estremecedor y contundente.

Queda la invitación para que vayamos al encuentro del autor y su obra, y lo hago desde la certeza de saber que resultará una lectura muy interesante, ya que lo que se dice no es siempre todo lo que se escribe, lo excepcional está en saber encontrar también los mensajes ocultos entre los renglones y el silencio; solo así sabremos si es cierto o no lo que se dice del tiempo, quien únicamente habrá de pronunciar la última palabra.

Los Epigramas Malditos está a vuestra disposición en estos enlaces:

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2 thoughts on “«Los Epigramas Malditos», de Carlos Esquivel

  • Espectacular reseña, magistralmente conducida, excelente propuesta, es un libro obligatorio, Gracias a Yolanda y a Carlos por la certeza.

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  • Desde que vió la luz ese libro lo estamos disfrutando. Esquivel hoy por hoy acumula una magnífica obra como narrador y poeta. Muy acertada su lectura. Sin dudas la necesidad de la crítica literaria nos conmina al aplauso.

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