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‘Al calor de la lectura’, de Ricardo Martínez

ALFREDO OVILO.

Empieza con un sueño.

Uno casual y reconfortante, de esos que te hacen sonreír cálidamente cuando despiertas y te das cuenta de que apenas has atrapado jirones de lo soñado, pero que recuerdas. 

Recuerdas una tarea que en la vigilia podría parecer infinita (en los sueños lo infinito es recurrente), pero que por alguna razón piensas que no es imposible: visitar cada libro escrito y dar cuenta de él y de las sutiles relaciones que lo engarzan con nuestra vida. Reseñarlo sin pretensiones de establecer un canon o de convertirte en un mero registrador literario, sino solo con la intención de proyectar los latidos y la respiración que su lectura te han provocado. Empieza con un sueño, sí.

El soñador se llama Ricardo Martínez y su larga ensoñación es Al calor de la lectura, una recopilación de reseñas literarias aparecidas en diferentes medios en las que el amor a la literatura es el motor del avance de una potente maquinaria que ya ha engranado cinco volúmenes de diez previstos.

Alejado de ese éxtasis narcisista en el que el reseñador quiere ser más protagonista que lo reseñado, la sensibilidad de Ricardo aprecia detalles y sutilezas en cada texto, se desliza en ocasiones más allá de las fronteras de lo literario y profundiza en lo escrito para saber más de sí mismo y para que al lector, en un juego de espejos, le ocurra también. La nómina de autores es demasiado extensa para glosarla aquí: fatiga todos los géneros, las épocas y las nacionalidades.

No faltan Shakespeare ni Cervantes, pero también están Simenon y Wilde, Nabokov y Woolf, Baroja y Nietzsche.

El autor define la obra como «una invitación al secreto arte de leer, la sugerencia en favor del libro como un bien, pues él propicia, cuando menos, esa compañía que todo solitario aprecia». No voy a contradecir sus palabras: acercarse a la serie Al calor de la lectura es entrar en un espacio de visiones alejadas del vacío cotidiano, una dimensión paralela en la que todo, definitivamente, es mejor.

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