‘El largo sueño de Laura Cohen’, de Mercedes de Vega
JOSÉ LUIS MUÑOZ.
Confieso mi irracional aversión a leer novelas que aspiran a ser best-seller porque el éxito suele estar reñido con la buena literatura. Empecé a leer, con prevención, El largo sueño de Laura Cohen (Plaza & Janés, 2020) y quedé gratamente sorprendido. Es una novela larga que se hace corta; una incursión de una primeriza en el thriller, que no lo parece; está muy bien escrita —Era una casa sencilla y pequeña coma acogedora. Construida con madera de pino y piedra de las Montañas Rocosas. Olía como un bosque encerrado en una cáscara de nuez. — y mejor construida. Es, en definitiva, una buena novela.
Mercedes de Vega (Madrid, 1960) ya tiene una dilatada trayectoria literaria. Esta licenciada en Sociología y Ciencias políticas por la UNED, experta en Gemología por la Universidad de Oviedo, que ha cursado estudios literarios en la Complutense de Madrid y participado en numerosos talleres de escritura creativa, vive actualmente en Madrid, pero ha residido con anterioridad en Barcelona y Estados Unidos, en donde. trabajó en el banco de inversiones Merrill Lynch de Nueva York, ha colaborado en revistas literarias como Los Papeles de Iria Flavia de la Fundación Camilo José Cela y Resonancias Literarias, y ha sido galardonada por dos años consecutivos, 2013 y 2014, en los Premios del Tren «Antonio Machado» de la Fundación de Ferrocarriles Españoles. Ha publicado los libros de relatos Cuentos del Sismógrafo y Lo que no puedo ver, y las novelas El profesor de inglés, Cuando estábamos vivos y Todas las familias felices.
A la consulta de Laura Cohen (guiño de la autora a Leonard Cohen), una psiquiatra española afincada en Montreal, llega un extraño paciente cuando ella se está recuperando del trauma por la muerte de su marido en un accidente de tráfico. —Necesitaba estar cerca de Alexander , aunque estuviese a dos metros bajo tierra, y llegar al cementerio antes de su cierre. Escuchar a los muertos lo que tuvieran que decir. Porque los muertos nos hablan. Sobre todo los muertos que amamos. —. Cuando ese misterioso paciente desaparece sin dejar rastro, y tras revelarle una serie de informaciones que la inquietan, Laura Cohen emprende una búsqueda en la que descubrirá quién es realmente ese joven, su vínculo con él, que desconocía, y detalles poco agradables sobre su fallecido marido que se relacionan con el Holocausto, la Segunda Guerra Mundial y los experimentos con psicotrópicos de la CIA que obligan a Laura Cohen a cuestionarse su pasado y su vida al lado de este.
Como verá el lector, la novela de Mercedes de Vega, tiene una serie de subtramas que nos llevan del pasado al presente y que giran sobre la ética de ciertos experimentos llevados a cabo durante la llamada Guerra Fría, en la que está implicada una organización siniestra de judíos caza de nazis que actúan en la clandestinidad y se arrogan el papel de victimarios: La guerra, el Holocausto, el sufrimiento…, todas las monstruosidades capaces de habitar en el hombre las ha padecido nuestro pueblo. Nos han humillado, masacrado, devastado, han intentado borrarnos de la faz de la tierra.
Esta dispersión, aparente, de subtramas de ficción con personajes reales (en una de ellas aparece el famoso terrorista Unabomber, y no es gratuita su presencia, y Marie Jelen, una niña francesa de origen polaco que escribió cartas a su padre antes de ser deportada a Auschwitz por el gobierno colaboracionista de Vichy, y sobre la que la autora ya está terminando un nuevo libro) y hechos históricos (los experimentos de control mental de la CIA con estudiantes en la Universidad de Harvard, que también se llevaron a cabo con reclusos con una falta absoluta de ética), las maneja con maestría la escritora madrileña que cuida mucho a sus personajes, hasta a los secundarios — Aunque católica, Fanny era única en dirigir cualquier tipo de acto, desde un bautismo griego ortodoxo a un entierro musulmán, pasando por una convención de psiquiatría o unas bodas de oro en la Catedral Marie- Reine-du-Monde. Fanny, por su edad y perspicacia, experta en la corrección social de cualquier etnia, era un valor seguro para solucionar todo tipo de contingencia. Y más si era dramática. —; las descripciones precisas — Llevaba una cazadora de motero, un jersey gris de cuello alto y una barba incipiente y descuidada, como de náufrago; de un hombre que vive solo, en un pequeño y desordenado apartamento con un par de latas de cerveza en la nevera, platos precocinados y envases con restos de comida china sobre la mesa del salón. —: los escenarios gélidos sepultados por la nieve (la ciudad de Montreal, el lago Ouareau, Saint-Donat de Montcalm y en la localidad de Invernes, en Nueva Escocia) —El gris y monótono día de otoño apresaba el pueblo de Saint-Donat-de-Montcalm en una tranquilidad intensa y brumosa, cuando llegué. La niebla vespertina se desplomaba sobre sus calles. La población, de 4000 escondidos habitantes, se cuadruplica en verano y durante el crudo invierno, cuando las pistas de esquí se llenan de nieve y la gente llega de Montreal los fines de semana y en Navidades. — y la acción y la intriga sin dejar que la narración decaiga a lo largo de sus más de 400 páginas.
El largo sueño de Laura Cohen, narrada en primera persona por su protagonista principal, tiene momentos álgidos, de una enorme fuerza dramática, como cuando la protagonista tiene que comunicarle a su huraño cuñado la muerte de su hijo — Creo que aquel acto de desesperación de Robert era la única manera que pudo encontrar para soportar el dolor por la muerte de su hijo. Con un arranque como aquel, instintivo, casi de supervivencia. Se amputó una parte de su cuerpo que doliera más que la noticia que acababa de darle —y otros más distendidos— Mi confortable butaca de piel marrón comenzó a atraparme como si hubiera abierto sus entrañas para triturarme. —. Abunda en la novela, siguiendo los preceptos del novelista norteamericano John Irving, el detalle preciso que ayuda al lector a meterse en la historia: Por la mañana salimos la gata y yo en el Ferrari con un espíritu emprendedor. Llegamos sin dar rodeos al centro de Mulgrave. Apenas cuatro calles barridas por el viento y pequeñas y aseadas casas de madera, diseminadas en vías abiertas al mar. Parecía un pueblo costero, invernando, en espera de triplicar su población con el buen tiempo.
“Mi novela, en concreto, explora la ciencia médica y su integridad; y no solo sus avances, también lo que la ciencia ha costado a muchas personas. Hay una parte de reflexión sobre la ética médica y sus excesos”, dice la autora en una reciente entrevista en estos tiempos de pandemia. No era menor el desafío de meter en un mismo bloque narrativo tal diversidad de temas, tocar tantos teclados al mismo tiempo sin que la sinfonía resultara forzada ni desafinara, y Mercedes de Vega sale triunfante. Más duro que conocer el detalle de las diabólicas torturas que las víctimas llevaban a cabo con sus victimarios, es saber que Laura Cohen, al final de la novela, se entera de quién era realmente su marido.