Entrevista a Elia Saneleuterio Temporal, por “180º”

La publicación en Lastura del nuevo libro de poemas de Elia Saneleuterio Temporal titulado 180º es motivo de esta entrevista realizada por Isabel Alamar.

I: Cuéntanos por qué decidiste titular a tu poemario 180º.

E: En realidad su título, desde antes de (r)escribirlo, era Entre hielo y bronce. Venía a simbolizar el tiempo que había pasado entre un estado inicial de una etapa de mi vida o tabula rasa —el número cero, si fuera una materia, para mí sería agua helada—, y cierta madurez, no demasiada, que sería el bronce.

Pero fueron apareciendo otros significados, algunos de los cuales ya estaban incipientemente en la versión anterior, y los dos elementos del que luego sería el nuevo título fueron cobrando protagonismo: los grados, porque están muy presentes en la macroestructura del poemario, planteado como “la historia de un ángulo recto en sus bordes”, que acaba con la horizontalidad en la escritura (ángulo llano) y con la sensación de armónica fusión del semicírculo cuando se encuentra al “otro”. Cuando lo hallas de verdad, me refiero; después de comprobar y aceptar las grietas que habían pasado desapercibidas.

Aparte de la interpretación geométrica también se juega con la temperatura: en concreto, ciento ochenta es rebasar con creces la ebullición y evaporación… eso en centígrados, porque en Fahrenheit es la diferencia entre la temperatura en que el agua se congela (32 ºF) y la que la hace hervir (212º F).

Luego, como interpretación del acto mismo de enunciar (doble dentro de la ya de por sí doble estructura pragmática que tiene la poesía), el poemario venía a ser una relectura, una vuelta de ciento ochenta grados, añadiendo las connotaciones que sugirió José Antonio Olmedo en esta reseña, en que lo relacionaba también con la regla cinematográfica de los 180º: no es un giro que me haga caminar en sentido opuesto, sino un cambio de perspectiva que no llega a desestabilizar la mirada.

Por si fuera poco la fuerza de este número, se me ocurrió calcular cuántos meses eran 15 años, el tiempo exacto que dista entre la escritura y la reescritura de cada poema. Y voilà.

Aunque intenté resistirme a estas señales —tanto tiempo soñando con que este libro se llamaría Entre hielo y bronce…—, al final las evidencias me obligaron a cambiarle el título. Tomada la decisión —o aceptado el imperativo—, primeramente pensé en transcribirlo en letra (Ciento ochenta grados), pero con el impulso de la editora y de nuestra común amiga Mila Villanueva, puestos a rotular el libro con algo tan rompedor, decidí directamente poner los números en cifras.

I: En este poemario vuelves a retomar, ampliar, reescribir con la perspectiva del paso del tiempo tu poemario De cómo ya no duermo sola (premio Antonio Oliver Belmás 2005 y Premio Opera Prima de la Crítica Literaria Valenciana 2006). ¿Por qué has sentido la necesidad de volver atrás y retomar de alguna forma lo que ya estaba escrito?

E: De cómo ya no duermo sola fue un libro que contó con mucha fortuna, tanta que, como tú dices, fue premiado, publicado y vuelto a premiar; todo ello sin darme tiempo suficiente a tener el manuscrito en un cajón y dejarlo reposar. Siempre pensé que había nacido antes de tiempo. Hay muchos sietemesinos que han conseguido llegar más lejos que quienes hemos cumplido la gestación completa, por supuesto; pero casi desde el principio tuve deseos de revisar este libro, tan extraña era la sensación que me producía releerlo, y que provocaba que muchos de los poemas evitara leerlos en público de tanto que me incomodaban. Cumplí el propósito, sí, aunque en parte, porque el resultado no tiene nada que ver con ese proyecto de sacar una segunda edición revisada… 180º es un poemario nuevo sobre un poemario antiguo, es un palimpsesto donde se perciben dos tiempos de manera superpuesta. El hoy de la reescritura hace su incursión, y de manera indiscreta, al igual que el ayer sigue ahí; solo ha sido borrado a medias, aunque cuestionado casi por entero. Es como si sobre el texto pudiéramos subir ciento ochenta escalones… y observar 2004 y 2019 a diferentes alturas, pero al unísono.

Foto: Gonçal Blay

I: Parece que el tiempo desempeña un papel importante en tu obra y especialmente en este último poemario, cuéntanos por qué y dinos qué otros motivos son importantes también en 180º.

E: Hay temas que son obsesivos para mí, como la identidad o la autopercepción, como la distancia o la necesidad de disolver las fronteras del ser. Pero hay otros que son exclusivos de este libro: el juego entre la verticalidad y la horizontalidad, pasando por la inclinación y el hallazgo breve e inestable de la diagonal como símbolo de la imposibilidad del justo medio: no es posible la virtud ideal como tampoco es posible —ni sano— el reparto perfectamente equitativo de responsabilidades en una pareja. Y tampoco en otro libro había hablado, siguiendo con la geometría, del centro. La casa como centro del mundo, el hogar como algo descubierto y redescubierto, al dotarlo de sentido. Es el punto de llegada y de partida, al que siempre se vuelve; desde el que se miden todas las distancias, todas las ciudades que sí son recurrentes en el resto de mi poesía.

I: ¿Qué es lo que has querido transmitir sobre todo acerca del amor y el paso del tiempo?

E: No sé a qué edad uno se da cuenta de que ya no es joven. Yo tengo treinta y ocho años, pero hasta prácticamente antes de la pandemia no me había querido dar cuenta; y es que no había percibido todavía cuán rápido crecen las canas y las arrugas. Esta es una cara del tiempo que empieza a no serme ajena, aunque sobre el transcurso del tiempo pienso a menudo, y desde siempre he sentido impulsos de expresar mi actitud ante él, que tiene más de sorpresa y expectación que de angustia, mediante imágenes cuya contemplación me hace sentir de una manera similar. Por ejemplo en este poema:

VALÈNCIA, 10 DE SEPTIEMBRE

Me acurruqué en el cajón donde maceran todos mis proyectos por hacer.

Como una niña en sus embozos,

abrazos en tu sofá fresa o calcomanías en blanco y negro.

/ sacos de cosas sin coser /

Algún día saqué del armario la ropa de otoño

en su momento justo.

 

Pero hoy paseo entre los versos como quien anda entre las tumbas

y detiene sus pasos para recordar el tibio temblor que aún tiembla

o corregir el ángulo del clavel.

Arranco el pétalo marchito. Y le robo a los muertos

este epitafio que ya no necesitan.

 

Respecto al amor, he intentado transmitir desde furia —en un sentido negativo— hasta arrebato pasional —supuestamente positivo—, pasando por los momentos de paz y serenidad, que son los que verdaderamente creo que llenan al sujeto, siendo consciente de que no lo son todo en la vida: “Que estoy casada con el viento. / Aunque solo hago el amor contigo / y no hay labios en el mundo / fuera de tu boca”. A lo que se apostilla: “Y, sin embargo, / a veces entre dos tierras, / a menudo pensando en otra cosa. / Siempre a medias”.

Creo que el lector de 180º asiste a una fusión de contrarios, entre lo que se sabe frágil y fugaz, pero se siente como eterno: “Instante líquido que embriaga / con la inminencia de lo infinito. / Con el sabor de lo absoluto”.

Foto: Gonçal Blay

E: Enuméranos todas a las asociaciones a las que perteneces y coméntanos por qué decidiste un día formar parte de ellas.

Pertenezco a muchas, pero destacaré tres, por orden cronológico según entraron en mi vida. A CLAVE pertenezco desde hace muchísimos años, pero no me impliqué ni empecé a relacionarme verdaderamente con el resto de escritores y críticos que la integran hasta que Juan Luis Bedins, actual presidente, me ofreció formar parte de la directiva hace siete años.

También estoy en la junta directiva de la Plataforma de Escritoras del Arco Mediterráneo, desde su creación en 2017.

La tercera es la Asociación de Estudios de Género y Sexualidades, anteriormente Asociación Internacional de Literatura y Cultura Femenina Hispánica, con sede en Estados Unidos, cuyo XXIX Congreso dirigí en 2019, y que celebramos en el centro donde trabajo, la Facultat de Magisteri de la Universitat de València.

I: Dinos cuál es tu secreto o receta para poder combinar todas las actividades que realizas (ya que ejerces de profesora, crítica, escritora, organizadora de eventos…).

E: Lo diré con un poema que le escribí a Mar Busquets y que forma parte de un libro que aún permanece inédito:

¿Mi aliado? La rueda.

Escapar antes de rozar tu piel.

 

¿Mi juez?

El otro.

Siempre el otro.

 

Luego se desarrolla un poco la idea, que básicamente es que, para estar en muchos lugares al mismo tiempo, se trata de encontrar los instrumentos —los inventos humanos— que le permiten a una, permitidme la hipérbole, rozar la ubicuidad. Llámalo bicicleta, llámalo Internet… Esto tiene algo de huida, de estar “a medias” que he dicho antes —y que en realidad es mi estado de WhatsApp desde que me lo instalé en 2014 y no creo que cambie nunca, como nunca cambio los perfiles de mis redes sociales—.

I: Coméntanos algunos de los prólogos y artículos de literatura que has escrito y dónde podremos encontrarlos.

E: Prólogos no he escrito demasiados, pero todos los recuerdo con mucho cariño, sobre todo porque significan que alguien ha confiado en mí para tal encomienda. Prologué, por ejemplo, La fiebre, de Mar Busquets; Las pieles y su instinto, de Rosa Montolío; o Una grieta en el tiempo, de María Teresa Espasa. Los dos primeros están publicados en Lastura y el último y más reciente en Verba Manent. También he escrito introducciones de algunas antologías y de otros libros que aún no han visto la luz.

Ahora bien, artículos sobre literatura he publicado muchísimos, puesto que es una de mis líneas de estudio. La mayoría están recopilados en mis perfiles académicos, y desde allí se pueden leer en línea, como GoogleScholar, ResearchGate, Dialnet u ORCID.

Foto: Gonçal Blay

I: ¿Por qué te sientes feminista y aportas siempre que puedes tu granito de arena?

E: La discriminación hacia las mujeres y las actitudes sexistas me producen urticaria intelectual. Algo me impele a evidenciarlas para mostrar su injusticia, especialmente cuando parece estar asumida por no pocos sectores de la sociedad. Lamentablemente, el Feminismo no está bien planteado y bajo su bandera se defienden muchas veces ideas bien contrarias. Quizás por ello hoy en día se le nombra en plural, Feminismos, cosa que me hace pensar que, si todo es relativo, también tiene mucho menos peso y, por tanto, menos posibilidades de convencer a la ciudadanía ni siquiera a nivel teórico, lo que implica que, en la práctica, realmente es difícil que vayamos erradicando las desigualdades. Dentro de este panorama de contradicciones, cuando veo las cosas claras me gusta comunicarlas, así como defender y promocionar a quienes también las difunden, especialmente si se han llevado palos de unos u otras.

I: ¿Qué temas nuevos y perspectivas crees que pueden aportar sin duda las mujeres que son críticas, editoras, escritoras… a la Literatura y, de hecho, ya lo están haciendo?

El mes pasado me leí de un tirón todos los artículos y textos que Laura Freixas recopila en El silencio de las madres y otras reflexiones sobre las mujeres en la cultura (Aresta, 2014) y salí mucho más concienciada de lo que estaba sobre el papel de las mujeres en defender —y cuidar— su propia presencia y su prestigio en la cultura, en general, y de manera particular en la literatura. No podemos tolerar ciertos comentarios machistas, como que si cierta autora vende más novelas que cierto autor se debe a que la calidad es de minorías o a que escribe para mujeres, y ellas leen y compran más que ellos y tienen menos criterio. Casualmente, este tipo de ideas vienen firmadas por hombres, y muchas veces de manera bienintencionada: “La autora Nuria Amat no escribe obras femeninas ni reivindicativas. Tampoco novelas de temática previsible ni productos de venta fácil”, Juan Goytisolo dixit. A esta escritora en concreto, el reseñista la deja en buen lugar, pero ¿por qué primero definirla en negativo? ¿Qué hay implícito en ello? ¿Acaso que el resto de mujeres que escriben sí caen en esas faltas? A quienes nos acusen de paranoicas —que haberlos haylos— les insto a que reflexionen si son los mismos el contexto posible y las implicaturas al aplicar el predicado “nunca lleva tacones” a “mi padre” o a “mi madre”.

Foto: Gonçal Blay

I: Comparte, por favor, con los lectores de Culturamas uno de los poemas de tu último libro y, si quieres, también un poema o texto inédito.

E: Por supuesto que quiero. Inédito selecciono uno que escribí en 2016, cuando firmé por primera vez como Elia S. Temporal. Aún no está terminado, pero igualmente lo comparto:

(S)WORD

 

La palabra S, dirán, no es una palabra.

S es una letra. Pero ese, una palabra.

No el deíctico, masculino, singular. Me refiero a ese femenino singular, nombre de grafía.

Ese es un nombre. No un pronombre. Mucho menos un prohombre.

Es el nombre de una letra. Femenina.

He aquí la letra y la palabra.

Ese separa mi nombre y mi apellido de mujer.

Abreviatura del hombre, palabra que labra

mi identidad.

Separa. Como una espada.

(Con un punto me ajustaron la sutura).

He aquí la letra (la espada y la palabra).

Se para. Duele tanto

que es imposible que me la dejara

consciente

extirpar.

Prefiero tenerte clavada

a la cicatriz de no tenerte.

 

M’estime més tenir-te clavat

a la cicatriu de no tenir-te.

 

De 180º, y sin ánimo de destripar nada —o “espoilear”, para que me entiendan todos, qué irónico—, os dejo con el poema que cierra el libro:

 

VALÈNCIA, 14 DE SEPTIEMBRE

 

El horizonte de la verdad es el fin de la horizontal continua,

es un mes de síes y persianas a medias.

 

/ y llegar a ti a las ocho de la mañana

/ a los ocho kilómetros que nos separan /

 

Un mes de vivir contigo es un mes feriado,

un horizonte que se acaba, que se rebasa con los pies.

 

/ un mes de encontrar paralelos los labios

/ y los ojos /

 

Mirarte a los ojos es sonreír hasta doler, y volver

a sentir la ropa resbalando.

 

/ porque hoy es el final del principio

/ porque hoy dejo de escribir /

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *