‘Distrito del Sur’, de Winifred Holtby
Distrito del sur. Un paisaje inglés
Winifred Holtby
Traducción de Simón Santainés
HERMIDA EDITORES
Madrid, 2021
672 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
La moral está vinculada a Dios, a los hombres, y a no se sabe cuántas cosas más, incluido el deber. La moral es un animal apaleado y es un rabo de Satanás entre las costillas, pero cuando uno aprende a manejarse con ellas, es un lugar de descanso: es posible que produzca fatiga el frecuentarla, sobre todo por la parte de lucha que conlleva, pero saberse en manos de buen criterio nos permitirá cerrar los ojos dulcemente. Aunque ese buen criterio no es un cimiento fijo, no es de hormigón ni está bien localizado. Nos lo ponen fácil quienes practican la dominación religiosa, pues es sencillo que uno se salvará por ir a la iglesia todos los domingos, mientras que es complicado valorar que uno está en la buena senda por ser bueno. Pero todo esto genera un debate, en ocasiones un conflicto y unos cuantos desgarros en la condición humana. Todo esto es la sal y el azúcar sobre el que edificar una novela, como este Distrito del sur, escrita hace casi cien años y que conserva todos los ingredientes del XIX y se interna en toda la valentía del XX. Al menos en términos literarios.
La obra nos presenta a una comunidad pequeña, un entorno rural que da la sensación de estar aislado: es posible que existan leyes administrativas y leyes sancionadas por el párroco, pero los personajes irán construyendo, modificando, a veces destruyendo, sus propias leyes, que brotan a partir de la complejidad para relacionarse con los demás. El detonante es la incorporación de una mujer de cuarenta años a la dirección de la escuela, pero de ese tronco surgen muchas ramificaciones, que pueden ser tangenciales o estar estrechamente ligadas, en cada historia pequeña, en cada episodio particular. Pues cada capítulo es un relato en sí, incompleto, es cierto, pues está en función del retrato global de la sociedad, pero narrado con una solvencia a la que no estamos acostumbrados. La estrategia narrativa nos remite a obras como Antología de Spoon River, de Edgar Lee Master, salvando las distancias que existen entre quien comulga con Tolstoi y quien lo hace con Walt Whitman. Y no se puede dejar de asociar la atmósfera a los condados cerrados de Faulkner y García Márquez. Todo ello con un espíritu de novela que nos recuerda a George Elliot en Middlemarch. ¿Se puede exigir más? Sí, se puede exigir salir triunfante de ese empeño. Y Winifred Holtby (Rudston, 1898 – Londres, 1935) demuestra talento y trabajo para retratar esta aldea reaccionaria en la que vamos conociendo todo a la vez: lo que son y lo que piensan los personajes, y lo que sucede a todos y cada uno de ellos. En cierta medida, se puede hablar de un refugio en arquetipos, pero los arquetipos han surgido de una destilación, de una observación, de una indagación en la condición humana.
Holtby demuestra una cierta confianza en la humanidad, pues sus personajes no evitan la incomodidad de vivir y, por lo tanto, saben que el destino depende de sus actos. Pero al mismo tiempo se transmite un pesimismo o una tristeza, la de quien siente que es fácil que todo vaya mal. La sensación universal de esta obra viene de ese ambiente que surge al comprobar lo complicado que es entenderse con los demás. El consuelo que nos queda es la sensación de estar leyendo otra época, otro lugar; pero durante la lectura, una experiencia de las que nos lleva a vivir dentro del relato, no podemos evitar preguntarnos si ellos no tenían razón, si no deberíamos renegar de lo digital y la comunicación online, por mucho que nos pese el malestar de los contactos entre personas. Tal vez sea cierto que la vida entonces era más auténtica.
«Intensamente interesante. Es raro encontrar una novela con tanta riqueza de incidentes y personajes, entretejidos con tan sólida trama filosófica»
The Guardian
Esta obra maestra de Winifred Holtby es una rica evocación de la vida y las relaciones de 160 personajes que pueblan South Riding (el Distrito del Sur) de una inesperada belleza. Sarah Burton, su protagonista, es una ardiente y joven directora de una escuela de niñas. Mrs. Beddows, concejala del distrito, es un personaje inspirado en la propia madre de Holtby, y Robert Carne, un conservador caballero encerrado en un matrimonio desastroso. De él se enamora Sarah Burton, una mujer de extremos. Esta historia ofrece una vista panorámica e inolvidable de la vida de la campiña inglesa durante la primera mitad del siglo xx.
Esta novela, convertida en un gran clásico de la literatura europea, fue publicada póstumamente en marzo de 1936 por la escritora y amiga Vera Brittain, y obtuvo el James Tait Black Memorial Prize en el mismo año. Ha sido llevada al cine y adaptada a la televisión en varias ocasiones, y es uno de los pocos libros que no ha sido descatalogado desde su publicación hasta la fecha.
La traducción ha sido revisada, actualizada y anotada.
Winifred Holtby (Rudston, 23 de junio de 1898 – Londres, 29 de septiembre de 1935) fue sobre todo famosa por ser una periodista socialista, pacifista y militante del grupo feminista Six Point Group. Fue también conocida por su novela South Riding y por su estudio crítico sobre Virginia Woolf, que permanecía inédito en español hasta nuestra publicación.
En 1919 volvió a estudiar en la Universidad de Oxford desde Francia, donde residió desde el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Allí conoció a Vera Brittain, más tarde autora de Testament of Youth, de quien fue amiga el resto de su vida.
La fama de Holtby derivó principalmente de su trabajo como periodista. Muy prolífica, a lo largo de la siguiente década y media escribió para más de veinte periódicos y revistas, incluyendo el feminista Time and Tide y el Manchester Guardian. Escribió una columna semanal para la revista sindical The Schoolmistress.
Sus libros en esta época incluyeron dos novelas, Poor Caroline (1931) y Mandoa! Mandoa! (1933), y un volumen de cuentos, Truth is Not Sober (1934).
Holtby comenzó a padecer graves problemas físicos. En 1931 le diagnosticaron la enfermedad de Bright. Dedicó los últimos años de vida a la escritura de su novela South Riding. Murió en 1935, a los 37 años de edad.