Guillermo Fadanelli: “Madrid era indomable y creativa en los años ochenta y noventa”
JOSE MIGUEL GALA.
Acostumbro llegar tarde a todo acontecimiento importante e irme después por la puerta trasera. No es una estrategia, sino más bien una jetatura. Viví un año en Berlín en 2007, pero por aquellos años Europa, y sobre todo España, se convirtieron en una casa para mí. Publiqué algunos libros con Anagrama, pero también en Francia, con Christian Bourgois, un editor que confiaba en mí y me tenía aprecio. Lamenté mucho su muerte. Antes Jorge Herralde había cobijado algunos libros mío en Anagrama lo que era garantía de decoro literario en aquel entonces, pero yo era una persona disipada, entregada a los placeres mundanos de toda clase y reacio a cualquier formalidad: no tengo talento para hacer negocios o vida literaria. Soy antipático. Escribir es una tortura corporal y un aprendizaje para la soledad. Quiero decir que por aquel entonces mi comportamiento no era apreciable ni correcto, aunque yo creo que mis libros tomaron un camino distinto al mío. Cuando Bourgois murió y Jorge decidió ya no recibirme en su casa editorial, publiqué Hotel DF en Mondadori y después una docena de libros en México. A veces amas en abstracto lo que detestas en concreto. Conocer a un escritor, por lo general, es decepcionante y yo no soy la excepción. Decepcionar es una gimnasia de conocimiento; practicarla me otorga más tiempo para escribir y obtener algún dinero para continuar en ese misterioso deleite que te ofrece la dulce destrucción y la escritura. Resumo: aquellos años que mencionas fueron importantes para mí, mas lo fueron como un segundo comienzo, una segunda llamada. Después de eso creo haber escrito mis mejores libros, pero las opiniones del escritor sobre su propia obra valen poco y, por supuesto, son relativas.
– Hay un artículo tuyo, titulado “Madrid era una barra”, que me parece refleja muy bien el carácter de la ciudad y de los madrileños, y que podría firmar perfectamente alguien como Umbral. Llegaste a la ciudad -si no estoy equivocado. en 1987 ¿Sigues en contacto aún con músicos o escritores de aquella generación, ya en los estertores de la llamada “movida madrileña”?
Sí, estuve en Madrid en 1987 y de inmediato me sentí tan cómodo como en el vientre materno. Tuve la suerte de conocer a los diseñadores de la revista Madrid me Mata, que me hospedaron en su casa y me presentaron con artistas cuyo influjo fue importante para mí. Madrid era una barra y un escenario formidable para la conversación, el paseo y los buenos excesos, es decir aquellos que te muestran aspectos de tu persona desconocidos o ignorados por ti mismo y que tarde o temprano construyen tu templanza y capacidad de supervivencia. En esa ciudad tuve la idea de editar una revista que a la postre se llamaría Moho y que fue importante en el movimiento subterráneo de los años noventa y principios del siglo veintiuno en México. Las generaciones son una especie de redes sociológicas para atrapar o situar a los especímenes humanos. A mí me interesan las personas que continúan vivas, en pleno desasosiego y de talante misterioso o artístico sin importar la edad que tengan. Madrid era una mina de oro al respecto y así conocí a Víctor Coyote, Manolo Campoamor, Ana Juán, Paco Clavel, Luan Mart (editor de Monográfico) y varios artistas más.
Dormí en todos los bares de aquella época y leí como nunca. Te podría narrar un sinúmero de aventuras sucedidas en esa ciudad, pero no terminaríamos y prefiero que continuen naturales e insobornables en mi memoria antes de convertirlas en un mito romántico o comerciable. Y efectivamente, desde Gómez de la Serna hasta Francisco Umbral y Sánchez Ferlosio, por nombrar sólo a tres, han sido desde siempre escitores de cabecera para mí. Yo no conocí Madrid, me hundí en Madrid y renací fortalecido y dispuesto a dar la guerra. Todavía continúo tirando golpes, escribiendo y publicando libros. Mis novelas más recientes han sido Fandelli (editorial Cal y Arena) y El hombre mal vestido (Editorial Almadía). La primera tiende a la biografía y al diálogo delirante, y la segunda a la introspección. Soy un reo de la dialéctica, sin ser hegeliano, claro.
– Sé que estás al frente como promotor de una editorial, Moho, desde finales de los años ochenta. ¿Qué libros y autores de vuestro catálogo puedes recomendar al lector español?
Moho nació en 1988 como una revista dadaísta, urbana y antidogmática. Voces maniacas, espontáneas y escépticas ante cualquier clase de utopía social y futurista. En 1995 comenzó la editorial bajo el mismo nombre, la cual todavía continúa. Me interesa que en ese pantano de letras que representa una novela o un relato surja alguna voz singular y de temperamento fundamentado y rebelde. No se trata de disentir o ser disruptivos por el solo hecho de exhibirse. Detrás de Moho, además de la vivencia y la vagancia lúdica (luz negra o ceguera romántica, como deseen nombrarla) han influido autores como Artaud, Bataille, Thoreau, Feyerabend, Cioran, Lyotard, Foucault, Caraco y muchos otros.
A Luis Racionero lo conocimos en la Ciudad de México pues habíamos leído con gusto su libro Filosofías del underground, aunque yo era más bien un pesimista y un anti místico. En fin, al respaldo de este proyecto existen un buen número de escritores y filósofos que nos hicieron más infelices y aptos para continuar la marcha. Yo soy escritor más que un editor formal (Yolanda M. Guadarrama me acompaña en esta odisea). Sólo publico lo que me conmueve, sea la obra de un escritor conocido o la de un diletante; no hay más: Adrián Román (su novela La piedra de las galaxias es excepcional); el francés Roland Jaccard, de quien hemos publicado dos ensayos; José Ángel Balmori; Rubén Bonet; Andrés Cota, etc… Se trata de una editorial, no de un negocio, así que no nos interesa cecer y quien publique aquí se mantendrá en el anonimato para siempre. Espero no, claro, pero dudo mucho hoy en día de la celebridad literaria.
– Estamos al tanto de sus novedades en tu cuenta de twitter y en el blog http://guillermofadanelli.
Mira, yo soy un lector amateur de filosofía, aunque toda mi vida he leído novelas y ficción. Las buenas novelas no pueden llevarse a la pantalla porque su esencia se encuentra relacionada con el lenguaje y el ritmo narrativo personal sólo puede ofrecerse en el libro o en las letras. Las novedades no me interesan, a no ser que se trate de un escritor adictivo como lo han sido para mí John Fante, Pessoa, Borges, Paz, Bukowski, Walser o Vila-Matas, por ejemplo. Todo lo que publicaba Philip Roth me resultaba indispensable leerlo.
Mas para no sepultarte con citas, te nombro al azar los libros que tengo ahora conmigo; están a mi alrededor y me acompañaron a la montaña, en Teotitlán del Valle, Oaxaca, a donde vengo a pasar temporadas y a curar las heridas de esa mala broma de dios llamada Ciudad de México: El desierto y su semilla, de Jorge Barón Biza; De la dignidad del hombre, de Pico de la Mirandola; El estado oculto de la salud, de Hans-Georg Gadamer; Manhattan Transfer, de John dos Passos (una de mis relecturas preferidas); La idea de la justicia, de Amartya Sen; los relatos completos de Saul Bellow; Patas de perro, de Carlos Droguet; La puta de babilonia, de Fernando Vallejo; además de ensayos de Rorty, Nagel e Isaiah Berlin. Como verás, mi eclecticismo de lector es incurable y no te dará ninguna pista a seguir.
– En éstos tiempos “pandémicos”, pareciera que cualquier verso libre que sea crítico con las medidas que están tomando los gobiernos del llamado “mundo libre”, sea anatemizado. A punto de acabar el 2020, ¿qué balance podemos hacer del 2020, y qué podemos esperar del 2021?
Genial y transgresor como siempre Fadanelli!!