El mito y el arquetipo en el cómic

Portada de la obra Thanos Vence.
Portada de la obra Thanos Vence, publicada por Panini Cómics.

El cómic puede considerarse como una de las principales expresiones culturales en las que los mitos contemporáneos se materializan. ¿Cuál es la razón de ello?


El concepto del mito, de lo mítico, está estrechamente relacionado con los imaginarios culturales. Es decir, los elementos de significación que estructuran nuestra realidad y forman parte de aquello a lo que llamamos inconsciente colectivo. Esta idea la tomamos de uno de los sociólogos más sugerentes del panorama español, el profesor Celso Sánchez Capdequí.

Esta idea resulta especialmente interesante a la hora de analizar cualquier cómic, ya que nos permite comprender mejor los elementos significativos que se están transmitiendo a través de sus páginas. Al fin y al cabo, el cómic es una de las expresiones culturales y artísticas con mayor interrelación con lo social.

Por otro lado, conviene ser conscientes que esta idea inicial del mito también se relaciona, según este mismo autor del que estamos hablando, y siguiendo los estudios de corte antropológico, con el concepto de arquetipo.

Un arquetipo es aquel elemento fundante que logramos encontrar en diferentes elementos de la realidad. Los arquetipos, evidentemente, se irán reproduciendo y tomarán diferentes formas. No obstante, podremos rastrearlos y ver que se encuentran en diferentes mitos o, incluso, comportamientos.

En este sentido hay un arquetipo interesante que se ha repetido constantemente en el mundo del cómic. Estamos hablando del arquetipo de lo ético. La clásica y maniquea dualidad entre el bien y el mal. Ejemplos notorios de esto suelen estar siempre presentes en los denominados eventos editoriales de los grandes sellos editoriales. Noches oscuras, Crisis en tierras infinitas y Noches oscuras: Metal, son algunos ejemplos de lo que estamos indicando.

Hemos dicho que esta diferenciación es maniquea, ya que esa distinción tan marcada entre lo bueno y lo malo no existe en la realidad. Seres tan polarizados como Thanos, El Batman que ríe, etc. no presentan ningún correlato con el mundo. Por mucho que creamos que alguien es rematadamente malo, nunca lo será tanto como estos seres. De hecho, si pensamos que es así, es decir, que alguien es tan malo como Thanos, entonces posiblemente lo estemos mitologizando.

La idea es precisamente ésta, enseñarnos y transmitir determinados valores a los demás. Si seres como estos son tan endiabladamente malos, será necesario tomar medidas para evitar que puedan hacer lo que desean. Por ello necesitamos los héroes. Héroes que son humanos modificados, que son seres de otros planetas o que son simplemente personas que han optado por acabar o reducir la maldad. La idea es sencilla.

El grave problema es que, antes o después, comienza a supurar la humanidad. Dicho de otro modo, las personas no somos buenas o malas, lo acabamos de indicar. Por lo tanto, nuestros héroes y nuestros enemigos tampoco los serán. Por esta razón, aunque no es el momento de hablar de eso, actualmente existe una corriente en el mundo del cómic en la que la distinción entre lo bueno y lo malo no está tan clara. A veces, se necesitan antihéroes que están dispuestos a no seguir la justicia o la verdad, en pos de la fraternidad (como lo encontramos en Watchmen). En ocasiones, en cambio, uno de los “malos” nos ayuda a acabar con una maldad más preocupante (como hace el Joker en diversas ocasiones).

Muchas veces se habla que en algunos cómics simplemente se expone la lucha entre el Bien y el Mal, como si esta idea tuviese poca enjundia. Pues bien, este sencillo código es uno de los arquetipos de construcción de nuestra realidad social. Al fin y al cabo, esta sencilla idea muestra los valores sociales, lo que conviene hacer o no, etc. Ayuda, en definitiva, a que estemos en sociedad. Quizás es un tanto atrevido denostarla con demasiada sencillez.

 

Para saber más: Celso Sánchez Capdequí. Imaginación y sociedad: una hermenéutica creativa de la cultura. Madrid : Universidad Pública de Navarra, 1999.

 

Por: Juan R. Coca.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *