Y la ficción invadió la realidad
JESÚS GIL VILDA.
En su sencilla pero hoy relevante novela El sol desnudo (1957), Isaac Asimov nos lleva a un planeta llamado Solaria en el que solo viven 20.000 humanos aislados los unos de los otros sin proximidad ni contacto físico, salvo por las relaciones esporádicas con sus cónyuges, que mantienen con cierto asco para preservar la especie. Viven en sus gigantescas casas solariegas, a mucha distancia los unos de los otros, y ayudados por robots que hacen todo el trabajo. La carencia de relaciones directas con otros seres humanos los ha convertido en agorafóbicos y misántropos. En semejante lugar, el detective Elijah Baley tiene que investigar un asesinato.
¿Ven alguna similitud con nuestra situación mundial actual?
En junio de 2016 publiqué en este medio un artículo (https://www.culturamas.es/2016/06/03/el-resurgir-de-las-distopias/) en el que reflexionaba sobre el auge de las distopías en los medios narrativos de masas, novela, cine y series. Desde entonces, la tendencia ha seguido al alza. Parecería como si Netflix, empresa que, recordemos, aún no es rentable, se hubiese creado para asfixiarnos con futuros apocalípticos. Hace cuatro años me preguntaba si este fenómeno no sería comparable al del nacimiento de la ciencia ficción en la primera mitad del siglo XX, presagio de la inestabilidad política y bélica posterior. Después vendría la Guerra Fría, hermosas décadas llenas de ovnis y futuros espaciales. (Echo de menos los ovnis.)
Es como si los escritores, los creadores de mundos, hicieran ejercicios de escapismo ante la realidad poco halagüeña que se avecina. Me preguntaba en aquel artículo si una gran crisis real con tintes distópicos no estaría a punto de abalanzarse sobre nosotros.
Y en el 2020 la ficción ha usurpado a la realidad.
Pero no es la primera vez en la historia reciente. ¿Recuerdan todas aquellas películas consistentes en destruir la ciudad de Nueva York? Cuando no era una fuerza alienígena, era un tsunami o un dinosaurio o un supervillano o un meteorito. Durante la última década del siglo pasado, Hollywood nos bombardeó con la destrucción de su principal icono, Nueva York, solo comparable a la Roma del Renacimiento en su dominio cultural y moral.
Y llegó el 11-S… Fue el primer caso que yo recuerde de invasión de la realidad por parte de la ficción. Mucha gente perdió la vida entonces y después en guerras y atentados posteriores. No estoy banalizando ese hecho: las víctimas inocentes siempre son las que pagan el precio más alto. Pero, ¿No fue sorprendente? El 11 de septiembre de 2001 nos quedamos todos boquiabiertos mirando las torres arder y después desplomarse, mientras todos los medios estadounidenses al unísono repetían cada cinco minutos: “Es el nuevo Pearl Harbor”, en bucle, CNN, CBS, FOX, daba igual el signo político, pues era el nuevo Pearl Harbor. ¿Quién era el enemigo? ¿Había que bombardear a alguien? Cuando, todavía pocas hora después, no se sabía nada de nada sobre la autoría de los atentados, seguía siendo el nuevo Pearl Harbor.
Dos meses antes, el 6 de julio de 2001, se había estrenado en EE.UU., y en todo el mundo, la película Pearl Harbor, perpetrada por Michael Bay, en la que se narraba con actores muy guapos el bombardeo japonés que sirvió de argumento para que EE.UU. entrase en la Segunda Guerra Mundial. Creo que ya es sabido que los portaaviones americanos habían zarpado una semana antes del puerto hawaiano, quedando intactos para iniciar el contraataque posterior sobre Japón.
Y el ántrax… ¿Nos acordamos del ántrax? Sabíamos de su existencia, de nuevo, por el cine de Hollywood. Ronald Reagan, nada menos, en su papel de veterinario en la película Stallion Road (1947) lucha contra el carbunco. Pero, ojo, el 13 de julio de 2001, de nuevo, dos meses antes de 11-S, con peor suerte comercial que Peral Harbor, se estrenó en los cines de EE.UU. Winds of Terror, también llamada WW 3, perpetrada por Robert Mandel, en la que un grupo terrorista esparcía un virus muy contagioso para acabar con la humanidad. De nuevo, dos meses antes del ántrax, que, según la justicia estadounidense, fue obra de un funcionario de correos, al parecer, un crack de la bioquímica en sus ratos libres, que se suicidó antes de poder ser juzgado. No hubo más autores, ni materiales ni intelectuales, de aquellos atentados.
¿Quién copia a quién? ¿La realidad a la ficción o la ficción a la realidad?
Imagínense un mundo en el que las interacciones entre humanos van a la baja, la red es nuestra única fuente de evasión y entretenimiento, una red cada vez más rápida e inteligente, con algoritmos capaces de clasificar nuestros gustos e incluso nuestras pulsiones inconscientes. Imaginen un mundo en el que más del 50% de los trabajos actuales los hacen cobots y dispositivos varios de inteligencia artificial, un mundo en el que el ocio ocupa la mayoría de nuestro tiempo, ocio en la red, un mundo en el que la natalidad sigue a la baja y las drogas y la eutanasia han sido legalizadas.
¿Realidad o ficción?
Asimov no escribía como García Márquez, pero su capacidad de describir cómo influyen en la sociedad y en el comportamiento humano las situaciones que describe, es lo que, aún hoy, lo hace único, imprescindible y maravilloso.
Aún no estamos del todo seguros de qué hará está pandemia con nosotros y con nuestra forma de vivir, pero cada vez que me tengo que descalzar antes de subir a un avión me acuerdo de cuando siendo un niño los pilotos del avión dejaban pasar a los niños a ver la cabina.
Yo creo que este articulo lo ha escrito un cobot encargando de buscar teorías conspiranoicas para tener a la población amedrentada y consumiendo.
Coincidencias hay en todos lados si uno se pone a buscarlas.
por ejemplo, ¿no es sorprendente que el numero e (2.718281828….), siendo irracional, repita dos veces seguidas el número 1828 en los primeros diez decimales? ¿Qué nos quiere decir????
Tal vez que en el año 1828 iba a nacer el genio literario de «Guerra y Paz».
Formiadable año entonces 1828.