Con qué trabajo tan grande deja la luz a Granada
Por Mariano Velasco
Un recorrido por la ciudad que vio vivir y morir a Federico García Lorca, a través de su obra.
Toda visita a la ciudad de Granada hace que el viajero tenga en la cabeza al menos dos nombres propios. Uno es la Alhambra, elmonumento más visitado de España. Y el otro es Federico García Lorca, poeta y dramaturgo universal que nació, vivió y murió entre la ciudad y su provincia y cuya obra guarda especial relación con este que fue su entorno. Un paisaje el granadino que, visto bajo el tamiz lorquiano, tiene mucho de sentimiento dolorido, de derrota, de pérdida, sensaciones todas que la presencia de la Alhambra, con su significado histórico, contribuye a subrayar sobremanera.
Alhambra, jazmín de pena
donde la luna reposa.
La ciudad de Granada dejó profunda huella tanto en la producción poética como dramática de Federico García Lorca quien, por otra parte, entendía ambas como un todo, y definía el teatro como “la poesía que se levanta del libro y se hace humana”. Doña Rosita la soltera y Mariana Pineda son sus dos obras de teatro más granadinas, si entendemos como tales aquellas que se desarrollan en la ciudad de la Alhambra. Mención especial merece La casa de Bernarda Alba, cuya poderosa ambientación tiene como modelo el pueblo de Valderrubio, a 25 kilómetros de la capital, donde la familia García Lorca vivió de 1905 a 1908. La casa de Frasquita Alba, colindante con la de la tía del poeta, fue el modelo para la morada de “silencio umbroso” y “muros gruesos” de su Bernarda. En cuanto a su obra poética, el Romancero gitano y Poema del cante jondo rezuman entre sus versos aromas, tradiciones, cantos y paisajes granadinos a borbotones.
El Albaycín
Comenzada la ruta por la ciudad, qué mejor punto de partida que la contemplación del atardecer granadino sobre la Alhambra desde el Mirador de San Nicolás. Y qué ciertas aquí las palabras de Mariana Pineda:
¡Con qué trabajo tan grande
deja la luz a Granada!
Se enreda entre los cipreses
o se esconde bajo el agua.
El Mirador de San Nicolás, situado en el barrio del Albaycín, es un hervidero de gente cuando se acerca el atardecer, como lo es el barrio en horas previas y posteriores. Sobre los orígenes del nombre de “Albaycín”, el más admitido es el que dice que tiene que ver con la procedencia de los moros que lo habitaron en sus comienzos, que venían de Baeza, de donde habían sido expulsados allá por el siglo XIII. Lorca —que siempre mantuvo esa desventurada pero también romántica visión de Granada como ciudad arrebatada a otra cultura—, no podía por menos que sentir predilección por este antiguo barrio árabe:
Yo creo que el ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos. Del gitano, del negro, del judío… del morisco, que todos llevamos dentro.
Engaña el Albaycín a los ojos desde dentro. Pero no hay más que darle la vuelta a la postal y, observando ahora la panorámica desde la Torre de la Vela, en la Alhambra, vemos que lo que parecía un barrio de pequeñas casitas blancas es más bien un lugar poblado de cármenes, en los que abunda la vegetación y asoman los cipreses por doquier. “Carmen”, que proviene de la voz árabe karm (viña), y no del latín carmen (poema), designa una casa con jardín, en su origen casa con viñedo, y es la construcción más típica de la antigua Granada. En un carmen vive doña Rosita la soltera, rodeada de flores que brillan durante el día y que, como le sucede a ella, se marchitan con el atardecer:
Abierta estaba la rosa,
pero la tarde llegaba,
y un rumor de nieve triste
le fue pesando las ramas.
Granada, ciudad de agua
Es recomendable acceder al Albaycín por la Carrera del Darro en lo que es uno de los paseos más bellos de Granada. Nada más dejar atrás la Plaza Nueva, frente a Iglesia de Santa Ana, nos encontramos con una de las grandes sorpresas de esta urbe: el lugar en el que el río Darro desaparece, fruto de las obras de soterramiento que han otorgado cierta peculiaridad no buscada a una ciudad en la que llega a resultar difícil encontrar alguno de sus tres ríos (Darro, Beiro y Genil). En la Baladilla de los tres ríos, de Poema del cante jondo, Lorca compara Granada con Sevilla a propósito de sus ríos:
Para los barcos de vela
Sevilla tiene un camino.
Por el agua de Granada
solo reman los suspiros.
Aun así, no se entendería Granada sin el agua como no se entiende tampoco la obra de Lorca sin esta, símbolo de fecundidad, de vida, o de falta de ambas cuando se encharca o deja de correr. El mejor ejemplo lo encontramos en Yerma, obra en la que el agua que corre es imagen de la plenitud vital añorada por la protagonista, y que funciona incluso a las mil maravillas como potente símbolo de sexualidad:
Dice Yerma de la voz de Víctor que… “parece un chorro de agua que te llena toda la boca”.
Y en cambio, la vieja maldice a los “hombres de simiente podrida que encharcan la alegría de los campos”.
Pero para agua que fluye, en este caso vívida y sonora, la que corre por el recinto de la Alhambra y, sobre todo, la del Generalife. Pasear por los jardines de los palacios nazaríes de verano es admirar la armonía del líquido elemento, así como el verdor y colorido que de ella proceden. El Patio de la Acequia, la Escalera del Agua o el sosegado equilibrio del Patio de los Arrayanes del Palacio de Comares hubieran servido para Yerma, sin duda, como fuente de alivio en su ardor desaforado y en su “marchita” infelicidad.
Bronce y sueño, los gitanos
Más allá del Albaycín, la vieja ciudad de Granada continúa empinándose frente por frente de la Alhambra y en dirección al Sacromonte. Decir Sacromonte es decir gitanos, cuevas, zambras y, en el caso de Lorca, acudir de nuevo al Poema del cante jondo:
De la cueva salen
largos sollozos…
Y la cueva encalada
tiembla en el oro.
La voz “zambra”, del árabe “zamr” (tañer, tocar), hace referencia a las reuniones de música y baile propias de los moriscos (moros convertidos a la fe cristiana tras la Reconquista) quienes, con el endurecimiento de las leyes en su contra, acabaron mezclándose con los gitanos de Granada para no ser expulsados. Y lo hicieron aprovechando su parecido físico. Unos y otros sobrevivían en condiciones de marginación en las cuevas del Sacromonte, y la convivencia trajo la mezcla de costumbres y culturas, pasando a ser la zambra espectáculo característico tanto de moros como de gitanos. Una visita al Sacromonte obliga a asistir a alguno de los espectáculos de flamenco que hoy familias gitanas ofrecen en las cuevas que antaño fueron sus viviendas. La Zambra de María la Canastera, gestionada por los descendientes de la afamada gitana granaína, es una muy recomendable opción para conocer los bailes y cantes propios de estas veladas: la cachuca, los tangos de Granada, la mosca o la arboreá.
Convertida en un auténtico museo, en las blancas paredes de la cueva de María la Canastera, además de las fotos de personajes ilustres que han visitado el lugar, se pueden observar los enseres de cobre que rememoran uno de los oficios —junto con el de la elaboración de canastas y otros utensilios de mimbre que da apodo a la bailaora— más característicos de los gitanos: la fragua. Cómo no detenerse aquí en uno de los poemas más bellos de Lorca: el Romance de la luna luna, del Romancero gitano, que narra de manera muy dramática, la muerte del niño gitano en la fragua:
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
Y el niño, que tiene arrestos gitanos para enfrentarse a la muerte, le planta cara a la luna:
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Pero la suerte, ay gitanillo, ya está echada:
Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
No obstante, si se desea asistir a otro tipo de espectáculos flamencos más para entendíos, un lugar muy recomendable es la Peña Flamenca La Platería, que tiene como sede un muy coqueto carmen del Albaycín. Se trata de la agrupación más antigua de España y, por ende, de todo el mundo, que organiza actividades dirigidas a los socios y también abiertas al público, como cursos, ciclos o recitales. El carmen guarda en su interior un verdadero museo dedicado al flamenco y una maravillosa colección de fotografías de maestros del flamenco realizadas por el hoy presidente del Concejo de la Peña, Antonio Idígoras.
La admiración y la dedicación de Lorca para con los gitanos (bronce y sueño) hicieron pensar a mucha gente que el poeta pudiera pertenecer a la raza calé, algo que él mismo se encargó de desmentir. En el prólogo del Romancero Gitano escrito por José Luis Cano, este señala que la leyenda de “poeta de los gitanos” que tanto llegó a molestarle, quizás fuera una de las causas que le empujó a marchar a Nueva York para romper con estereotipos. Curiosamente, y pese a la pretendida ruptura, Poeta en Nueva York y el Romancero Gitano no dejan de tener un punto clave en común: la defensa de dos razas marginadas y distintas, como son los gitanos y los negros:
Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad.
El centro de la ciudad
De vuelta a la Granada baja desde el Albaycín, acabaremos topándonos con la Calderería Nueva y Calderería Vieja, dos calles hoy plagadas de teterías y tiendas árabes que van a dar a la renombrada calle Elvira, donde volvemos a acordarnos de Doña Rosita y de la famosa copla referida a tres de sus personajes:
Granada, calle de Elvira
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra
las tres y las cuatro solas.
Una vez en pleno centro, no estará de más una breve visita a dos plazas colindantes: la de Mariana Pineda y la del Campillo. En la primera, encontramos la estatua de la famosa heroína mirando en dirección hacia lo que en su día fue el hoy desaparecido Teatro Cervantes, donde Margarita Xirgú estrenó el drama en 1929 en presencia del propio Lorca, poco antes de que este partiera hacia Nueva York. Buen lugar, dicho sea de paso, para desayunarse unos buenos churros con chocolate en el Café Fútbol.
La figura de Mariana Pineda cuenta con varios puntos de interés repartidos por Granada, entre los que destaca, además de esta plaza, la casa en la que nació la “heroína de la libertad”, hoy hotel museo situado en la Carrera del Darro, justo donde comenzaba nuestra visita al Albaycín. Posee un patio magníficamente conservado con el escudo de la familia, y unas bodegas desde las que se recogían y donde se almacenaban las aguas del cercano río.
Y en la Plaza del Campillo se encuentra el que hoy es Restaurante Chikito y que antes fue el café más célebre de la época de Lorca, el Alameda. Allí se reunía la famosa tertulia literaria El Rinconcillo, en la que participaba, además de otros muchos intelectuales de la época, el propio Lorca. Una sobria placa en la fachada del restaurante aún lo atestigua.
La Huerta de San Vicente
No puede uno marcharse de Granada sin conocer la Huerta de San Vicente, hoy convertida en Casa Museo, y que fue residencia de verano de la familia de Federico García Lorca entre 1926 y 1936. Sobre el escritorio que todavía hoy se puede visitar en el museo inventó Federico, en los veranos granadinos, gran parte de su producción teatral, entre otras, Bodas de Sangre o Así que pasen cinco años (premonitoriamente fechada esta última el 19 de agosto de 1931, cinco años antes de la muerte del poeta). La estancia se completa con la cama de Federico y una reproducción del cartel de la Compañía de Teatro La Barraca.
Las huertas eran construcciones típicas de la vega granadina que, a diferencia de los cármenes, se encontraban fuera de la ciudad, y fueron en muchos casos residencias veraniegas de las familias pudientes. Además, contaban con abundante agua para el regadío y cultivo de hortalizas y plantas. El padre de Federico compró la casa en el año 25 y se la regaló a su mujer, Vicenta. De ahí su nombre.
Además de reproducir a la perfección el ambiente de una casa de campo granadina de principios del siglo XX, tanto en su interior como en su exterior, entre otros muchos utensilios, cuadros, muebles y enseres que se pueden ver en la Casa Museo destaca el piano del poeta, una curiosa alegoría dibujada por Santiago Ontañón en la que se representa a Lorca hablando con su personaje Mariana Pineda, cuadros de Rafael Alberti y de Salvador Dalí, el retrato de Federico pintado por Gregorio Toledo y una colección de figurines del propio Lorca dibujados para la representación del entremés La cueva de Salamanca, de Miguel de Cervantes.
Tras varios registros policiales —se decía, entre otras cosas, que desde allí se comunicaba por radio con los rusos—, abandonó la Huerta de San Vicente en el verano de 1936 para refugiarse en casa de su amigo, el también poeta Luis Rosales, en lo que hoy es el Hotel Reina Cristina. El 16 de agosto del fatídico año se llevaron a Federico camino de Víznar.
¡Si muero,
dejad el balcón abierto!
Para saber más sobre Lorca y Granada:
Ian Gibson, En Granada, su Granada… Guía a la Granada de Federico García Lorca, Plaza y Janés editores
Huerta de San Vicente:
http://www.huertadesanvicente.com
La Alhambra:
http://www.alhambradegranada.org
http://www.alhambra-patronato.es
Para alojarse en Granada:
https://www.facebook.com/daurohotelsgranada
Para conocer la zambra y el flamenco:
Zambra de María la Canastera
http://www.marialacanastera.com
Peña flamenca La Platería