El TeatroscopioEscena

Desgraciados los Macbeth, atrapados en la crueldad de su codicia

Por Horacio Otheguy Riveira

Una producción que llega al corazón de la tragedia por caminos insospechados de austeridad, preciosismo audiovisual y emocionantes interpretaciones, desde un texto muy ambicioso en justa medida; una versión libre que invita a ver el castillo medieval sin representarlo, a sentir el frío siniestro que se cuela por las rendijas, y oír el implacable sonido metálico de cientos, miles de espadas con solo ver unas pocas espadas, los cuerpos en tensión y las piernas de los hombres que dan vueltas, giran en torno a la esperanza de una nueva gran batalla que les otorgue larga paz.

Y en medio, una mujer que no suspira por victorias masculinas, las sueña y articula con la sensualidad desbordante de una locura de amor rebozada de sangre.

Grandes persianas de madera conforman el espacio por donde un hombre vive a tope la odisea de ir hacia su miedo «ante esta tentación sobrenatural», y entretanto descubrir su pasión por la maldad, embobado por actos criminales que le suponen éxitos aparentes.

El abuso de poder y la ceguera por exceso de ambiciones son dos constantes en la obra de Shakespeare, pero este Macbeth aporta una mirada muy contemporánea, y además presenta como nueva —como insólita— a una pareja muy enamorada que se confabula para las mayores aspiraciones políticas y militares, caiga quien caiga, y una vez allí no consiguen más que sangre y fracasos, violencia y más miseria entre la población, así como  enemigos en la Corte.

Incompetentes, los Macbeth creen disfrutar del vértigo de su salvajismo en un entorno de robusta poética teatral, gracias a la cual podemos conmovernos al descubrir su feroz encuentro con la autodestrucción, tras asesinar sin compasión. Lady Macbeth como consejera astuta, sensual, libidinosa en la sangre derramada; él con su brazo ejecutor de militar valiente y justo que descubre la fascinación de la codicia.

Con este material el dramaturgo José Luis Collado revela facetas, reinventa otras, ofrece una calidad literaria rigurosa, muy trabajada para que resulte fluida, diáfana, y sobre su texto se explaya una puesta en escena de notable riqueza visual, pero no me extrañaría que pasado cierto tiempo otros directores encontraran nuevas pistas, a través de un texto cuyo atractivo no solo abunda en los diálogos sino también en las acotaciones, en gran medida distintas a las plasmadas en escena, donde en mi opinión, texto e interpretaciones se sobreponen con éxito a una sobreabundancia de efectos visuales, y en la primera parte a una estruendosa banda sonora que luego se dulcifica notablemente.

Desde la primera escena el escenario del María Guerrero se presenta a gran escala como una ofrenda a los dioses del teatro, entre los cuales descansa Gerardo Vera fallecido en septiembre. En el mismo teatro María Guerrero donde disfruté de una extraordinaria adaptación de El idiota, de Dostoievski, llega ahora este Macbeth, en versión de Collado, el mismo autor de aquella. Diseño de puesta en escena de Vera, quien con mucho entusiasmo venía preparando esta propuesta, dirigida finalmente por Alfredo Sanzol, actual director del Centro Dramático Nacional.

Seguir adelante con el proyecto en ausencia del maestro costó pesares, lágrimas, abrazos y relecturas en medio de la pandemia que se lo llevó. Todo muy duro y muy luminoso: dolor convertido en el mejor homenaje posible, no solo ante el ausente, sino también hacia todos los comprometidos con el proyecto, capaces de fortalecerse en la única empresa posible: la de vivir con la ilusión y el coraje que a Gerardo Vera siempre acompañaron.

Con el mismo equipo y reparto por él escogido, todos han hecho piña en una encomiable labor coral. Transmiten al público la energía de una propuesta diferente sobre un texto muchas veces representado, con tres óperas muy distintas tras la genial de Verdi, y numerosas películas (desde el cine mudo de 1911 a la de 2021 cuando estrenen la suya los hermanos Coen).

A mi entender, se trata de la más compleja e irregular de las obras de Shakespeare, de manera que considero de gran valor este espectáculo que ahonda en hallazgos que superan los escollos del original sintetizando sus monólogos, reduciendo personajes y fortaleciendo el perfil de la coprotagonista femenina, en el texto poco elaborado.

Entre muchos aciertos, un redescubrimiento conmovedor en el tratamiento de los abundantes apartes de Macbeth que tantas veces han destrozado el esfuerzo de buenos actores. Aquí texto e interpretación logran unirse maravillosamente en el talento de Carlos Hipólito, el comediante modélico que canta y baila, que divierte y conmueve, aquí en el más difícil todavía en la unión de la expresión corporal y emocional.

Cada vez que afronta un aparte lo hace consigo mismo en soliloquios de gran altura, de manera que se sonríe, se aterroriza, se lanza y arrepiente, y en cada caso vivimos con él una reflexión interior que permite entrar en el alma de un psicópata que oscila entre el miedo y el arrojo en un lance hipnótico con la crueldad que le va dominando.

El joven Ross, noble soldado interpretado por Markos Marín, observa la alegría del encuentro entre Banquo (Jorge Kent) y el entonces bueno de Macbeth.
«La vida no es más que una sombra errante, un pobre actor que se pavonea en el escenario como si fuera el centro del mundo y luego deja de ser escuchado para siempre. Es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada».

Marta Poveda encuentra matices y arraigo en un personaje que actúa en escenas sueltas sin un desarrollo orgánico, pero en su acción conmina y resuelve sobre las contradicciones de su pareja. Personaje esencial en la trama, apenas bosquejado por el autor. En el cuerpo (forjado en danza e interpretaciones muy variadas) y la voz de Poveda, Lady Macbeth es una fiera muy dulce que acaba prisionera de una demencia irrecuperable. Entre otras, destaca una escena de gala social que acaba con la bella dama de pronto sola, mirando al vacío, procurando comprender lo que acaba de suceder, la tragedia que se avecina. Muy iluminada al comienzo, en penumbras luego, la actitud del cuerpo lanza mensajes inéditos…

En la foto de arriba, la solitaria esposa, reposo del guerrero, que le espera en el vacío de una existencia dependiente de los triunfos de su gran amante: un hombre que, además de satisfacerla en el lecho, también debe reaccionar como un hombre de hierro al tomarse la justicia por su mano:

MACBETH ¿Quién llama? ¿Qué me pasa, que todos los ruidos me aterran? ¿Qué manos son estas que me sacan los ojos? Ni el agua de todos los océanos limpiará esta sangre de mis manos. Más bien serán mis
manos las que teñirán el mar de púrpura, y convertirán el azul infinito en un rojo de muerte.

Entra Lady Macbeth.

LADY MACBETH Mis manos son del mismo color que las tuyas, pero me daría vergüenza tener un corazón
tan blanco.

En la foto de abajo, Marta Poveda reconstruye el monólogo final aprovechando sus estudios de danza, trabajándolo físicamente con un aire inconfundible al estilo de Pina Bausch, rendida a la locura, sin equilibrio posible, final de una creación que da un recorrido coherente a su dolor, su deseo, su delirio, su arrepentimiento…

«Vete, mancha maldita. ¡Fuera! El infierno está oscuro. ¡Qué vergüenza! ¿Eres un soldado y tienes miedo? ¿Qué más nos da que se enteren si nadie nos puede pedir cuentas? Pero, ¿quién iba a pensar que el rey tenía tanta sangre dentro?»

Desde luego, otro de los memorables aciertos es la conversión de las tres brujas convertidas en una Mujer Oscura. Un feliz atrevimiento del adaptador eliminar la palabra bruja para quitarle el contexto de ancestrales supersticiones, y así dejarnos con la voz implacable de lo predestinado que yace en el propio ser humano. De allí la figura de Macbeth niño y el hechizo circular del propio personaje.  Una poderosa sugerencia en manos del espectador: La Mujer Oscura es la madre de todos los demonios que habitan en el interior de Macbeth. Ella advierte de premios, agasajos, alegrías aparentemente eternas con el paisaje de que su reino caerá cuando el bosque avance… ¿Algo imposible, ridículo, espantoso, en definitiva? Mapi Sagaseta es quien la interpreta con gestos y tonalidades que presagian mucho más de lo que su boca anuncia.

Su vestido ha sido el único figurín que Gerardo Vera llegó a confeccionar. Y Juan Gómez Cornejo o ilumina con una penumbra increíble, capaz de verse su cara con precisión desde lo más lejano del teatro y a la vez dar una sensación de agobiante oscuridad, en un ser monstruoso, habitante de un páramo pestilente.

Todo el elenco se entrega con firme profesionalidad y abundante talento. Junto a los protagonistas, todos dignos de ovación, desde los secundarios como Markos Marín, al doble juego del buen rey Duncan y luego asesino al servicio de Macbeth, Chema Ruiz, o el bravío Agus Ruiz en el despliegue final de dolor y venganza…

De William Shakespeare
Versión José Luis Collado
Diseño de puesta en escena Gerardo Vera
Dirección Alfredo Sanzol

Reparto (por orden alfabético)

Capitán / Criado Alejandro Chaparro
Macbeth Carlos Hipólito
Banquo / Médico Jorge Kent
Noble / Seyton Fran Leal
Lennox Borja Luna
Ross Markos Marín
Lady Macbeth Marta Poveda
Malcom Álvaro Quintana
Macduff Agus Ruiz
Duncan / Asesino Chema Ruiz
Fleance / Macduff Jr. / Soldado Fernando Sainz de la Maza
Mujer oscura / Lady Macduff Mapi Sagaseta

Escenografía y vestuario Alejandro Andújar
Iluminación Juan Gómez-Cornejo
Videoescena Álvaro Luna
Música y espacio sonoro Alberto Granados Reguilón
Caracterización Sara Álvarez
Lucha escénica Kike Inchausti
Proyección de niño Macbeth Alan García

Ayudantes de dirección José Luis Collado y José Luis Arellano
Ayudante de escenografía María Albadalejo
Ayudante de vestuario Sandra Espinosa
Ayudante de iluminación Ion Aníbal
Ayudante de videoescena Elvira Ruiz Zurita
Auxiliar de escenografía y vestuario Lola Rosales
Fotos Luz Soria
Diseño cartel Equipo SOPA
Tráiler Bárbara Sánchez Palomero

Del 27 de noviembre de 2020 al 17 de enero de 2021. De martes a domingo, a las 20:00 horas.
Encuentro con el público: Martes 15 de diciembre de 2020.

TEATRO MARÍA GUERRERO. CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL

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