El sueño de San-Lang. (Un antecedente de Kafka del siglo XVIII en China)
Leer es soñar. Soñar imágenes y recuerdos que tomamos prestados de un desconocido.
Estos recuerdos prestados de los que ahora hablo tienen su origen en China al comienzo del siglo XVIII. Los sueños fueron fraguados por la mente de Pu Songling, un escritor de la Dinastía Ching que supo anticiparse a Kafka, mezclando en sus relatos el hermético mundo de la burocracia china, las pesadillas, la dificultad de ascender en el orden antinatural de los hombres, el estrépito del inframundo…y mostrando así, como Dante, las simetrías entre la sociedad en que vivimos y el infierno. Y lo que más nos puede llamar la atención de este escritor es cómo estos viejos relatos describen nuestro presente y muestran su universalidad, ya que a pesar de hablar de fantasmas y de funcionarios de la china del siglo XVII todavía nos alude.
En una de sus pesadillas imaginó la historia de “El hombre de Feng-Yang”.
En el relato de Songlin un literato llamado Sang-Lang, como el Wakefield de Hawthorne, anuncia a su esposa que abandona el hogar por unas horas. Pero la ausencia se dilata en el tiempo más de lo esperado provocando en la esposa cierto desasosiego.
La esposa, desesperada, sale en su busca. Se encuentra con una bella muchacha y, finalmente, también con su esposo. Los tres, los esposos y la hermosa chica, deciden pasar la noche juntos. El marido siente un deseo irrefrenable hacia la enigmática y hermosa desconocida y acaban en la cama. La esposa huye despavorida al descubrirlos. En la extraña velada también aparece el hermano de esta. Cuando la situación se vuelve de lo más turbia, la esposa despierta. Todo ha sido un terrible sueño.
El marido por fin vuelve del viaje y le relata un misterioso sueño que ha tenido esa misma noche. Cuál no será la sorpresa de la esposa al descubrir que ambos sueños se acogen a una secreta simetría. “¡Hasta en el más mínimo detalle coincidía con el de la mujer!”, nos dice el narrador.
Pero como lo inexplicable suele carecer de límites precisos, resulta que también el cuñado había sucumbido l
a noche anterior al mismo sueño.
Los tres habían soñado lo mismo, pero lo más inquietante no es el cúmulo de casualidades que hacen que tres mentes converjan y habiten el mismo sueño al mismo tiempo. Lo más misterioso, “lo más escalofriante resultaba la personalidad de la belleza. ¿Quién era, en definitiva, aquella extraña mujer?”
Si el lector tiene un mínimo sentido de lo irreal se planteará, qué duda cabe, la posibilidad de que la bella misteriosa, sea quien sea, exista en algún lugar y que por supuesto también se haya despertado de su lecho con el recuerdo diáfano y extravagante de una noche en la que sucumbió al placer voluptuoso en manos de un señor llamado Sang-Lang. Pero ese relato no existe en este mundo, que sepamos.
Unas líneas muy bellas, evocadoras y bien escritas de Pedro Pujante. Aun con la mención muy pertinente a Kafka del principio, he pensado más en Borges.
Por supuesto, Borges siempre está ahí. De hecho, a este autor lo seleccionó Borges para su Biblioteca de Babel, una colección deliciosa que Sirve Siruela editó.
Gracias por sus palabras