‘El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde’, de Robert L. Stevenson
Por Víctor González (@chitor5)
En la primera editorial en la que trabajé había una mujer a la que siempre hacía caso. O, mejor dicho, a la que siempre había que hacer caso. Y no por imposición, sino porque todo lo que decía tenía peso, valía. Un día le hablé de mi costumbre de empezar el año leyendo alguno de esos libros que “en teoría” todos deberíamos leer. Empiezo el año así no porque sea un fetichista de los clásicos y piense que esta es la mejor forma de iniciarlo, sino por todo lo contrario: así ya todo solo puede ir a mejor (es broma). Total, que el día que le dije eso me expuso una teoría sobre por qué cuando te vas a poner a leer un clásico es mejor hacerlo en la edición más cuidada que encuentres (hasta ese momento, yo lo hacía en las más baratas que encontraba). No recuerdo los argumentos pero sí la idea general, y todavía la mantengo. E incluso la promuevo. Por eso es tan inevitable que normalmente acabes en manos de ciertas editoriales que tienen la “maldita” manía de hacer las cosas tan bien. Una de ellas es, claro, Libros del Zorro Rojo, y el libro en cuestión (aunque esta vez no ha sido a principios sino a finales de año), El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Ilustraciones a cargo de Luis Scafati. Traducción de Elvio E. Gandolfo.
No creo que haya mucho que poder contar del argumento del libro. Es ya casi (y podría quitar el casi) una metáfora que usamos todos alguna vez a lo largo de nuestra vida: la figura del otro dentro de uno mismo, las máscaras que cada uno llevamos encima, la lucha por evitar que alguno de nuestros monstruos nos invadan al completo, nuestros «gemelos polares». Aquí tenemos la obra que dio origen. No a la idea, pero sí al término, a la referencia, al lugar común.
Es una historia breve, lo que condiciona aún más que se pueda contar poco de ella. El argumento es simple: sucede un extraño asesinato en un callejón londinense. El asesinado es una figura importante dentro del parlamento. Los pocos que han visto algo hablan de una figura extraña, encogida, retraída en sí misma, repulsiva. Dos amigos que pasean, figuras reputadas, hablan del caso y se cuentan algo relacionado a esa rara figura. Tienen un amigo en común de quien disfrutan mucho visitándolo, que últimamente se está comportando de forma peculiar. Ese amigo es Harry Jekyll.
Utterson, uno de los paseantes, que además de amigo es el abogado que le lleva el testamento a Jekyll, empieza a preguntarse cosas. Investiga un poco. Encuentra puertas cerradas. Y al final, se topa con el pastel. ¿Que cuál es el pastel? Pues creo que ya todos lo sabemos. Pero lo mejor de todo es que aun sabiéndolo te pones a leerlo y disfrutas igual. Porque la gracia aquí está en un apellido que no es Jekyll ni Hyde, sino Stevenson. Alguien capaz de contarte una historia larguísima en el tiempo en menos de cien páginas. Breve, contundente y eterna.
Por destacar algo que no sea todo (debería ser todo, sin olvidarnos tampoco del genio Scafati), me quedo con esa leve indagación en la religión como origen de esa dualidad, pero también en ese reconocer a través de la ficción (cómo ayuda la ficción a tratar temas importantes) que esto es solo una pincelada de algo mucho más grande, que no solo la dualidad vive en el hombre, sino más, mucho más (¿Pirandello?). El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde es un microcosmos dentro de un macrocosmos inaccesible pero inevitable para quien vive de hacerse preguntas. Es un microcosmos, un punto dentro de una gran esfera, vale; ¿pero no era eso el Aleph y lo contenía todo?