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‘El gran espejo’, de Mohamed Mrabet

IÑIGO LINAJE.

Toda historia bien contada -ya sea fábula o leyenda- contiene una lección moral. Importa poco, en este caso, el soporte genérico, ya que un libro de ficción puede tener la misma enjundia que un ensayo. Así sucede en El gran espejo, la novela de Mohamed Mrabet que acaba de publicar Cabaret Voltaire, donde las vivencias de los personajes y el desarrollo de la trama nos llevan a una dimensión ética en la que las relaciones humanas juegan un papel determinante. Así sucede, también, en la biografía del escritor, nacido en Tánger en 1936 y de vida itinerante desde que -a los doce años- abandonara su casa natal por la violencia a la que era sometido.

Después de exiliarse en Estados Unidos y desempeñar todo tipo de trabajos, Mrabet regresó a Marruecos en 1960, donde conoció a Paul Bowles. De la amistad entre ambos surgiría una colaboración literaria que duró treinta años. El autor de El cielo protector fue quien descubrió la habilidad de Mrabet para contar historias y será el encargado de transcribir (del árabe dialectal) trece novelas grabadas previamente en cintas magnetofónicas.

El gran espejo es una de esas historias. Una historia que, al igual que cualquier narración tradicional, puede responder a una realidad concreta. El libro, básicamente, narra la relación amorosa entre dos jóvenes: él terrateniente, ella la hermosísima mujer de la que se enamora. Pero esta historia de amor encierra maldad y misterio, atmósferas oníricas y grandes dosis de violencia. Hay un recién nacido de por medio, accesos de locura y un espejo que deforma la identidad de los protagonistas.

Aparte de los avatares de los personajes, que es lo que el relato expone en primera instancia, el libro esconde una serie de trazados que inciden en las relaciones de poder y en las emociones encontradas de ambos. Lo que la obra no plantea directamente, pero deja entrever, es la vigencia de una tradición religiosa ancestral sujeta a una doctrina sumamente estricta. Esto es: la condición abiertamente mercantil del matrimonio islámico, la castidad como requisito previo a éste y la sumisión escandalosa de la mujer frente al despotismo del hombre.

Novela corta de lectura fácil y desarrollo trepidante, El gran espejo encierra misterios y preguntas que impulsan el relato hacia un final que supone un nuevo comienzo o un regreso al pasado. “La muerte forma parte de la vida y ya sabe que a los musulmanes nos está prohibido lamentarnos por eso”, dice el protagonista al final del libro. Ahí queda el misterio. Y tal vez una de las lecciones.

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