Supervielle en Iguazú
Por Antonio Costa Gómez.
El barco se desplazaba por el río de la Plata e íbamos ilusionados de Buenos Aires a Montevideo. Hablamos con un hombre elegante que llevaba varios periódicos. Me quedé alucinado, me dijo que se llamaba Daniel Supervielle y era nieto del gran poeta amigo de Rilke. Me pareció prodigioso, no podía empezar mejor el viaje a Montevideo. La última carta de su vida, sincera y desgarrada, se la escribió Rilke a Supervielle desde su sanatorio en Suiza.
Años antes viajé en un autobús durante 23 horas de Buenos Aires a las cataratas de Iguazú. En el autobús iba una muchacha solitaria escocesa, con cuerpo y mirada de novela, días después encontré de nuevo en Buenos Aires. En Puerto Iguazú escuché agradecido mientras comía las canciones de Andrés Calamaro que salían de un altavoz. Vagué entre los recovecos de las cataratas, casi me caigo al fondo en la Garganta del Diablo, chicas guaraníes preciosas vendían artesanías de cuerda. Estaba tan pasmado que incluso un matrimonio me avisó de que llevaba abierta la pretina del pantalón.
Y Supervielle escribió en “Desembarcaderos” un poema sobre Iguazú. Allí se sintió perdido en mil pedazos. Supervielle habló siempre de lo inasible que se acerca a las manos, de los muertos que hablan de la vida, de los embarcados que, de vez en cuando, desembarcan, de los perdidos en el aire que, a veces, sienten la gravitación hacia la tierra, de los silencios que, a veces, se convierten en palabras. Las cataratas también las vio como algo lejano: “Bajo la presencia encarnizada de árboles de todas las tallas que quieren todos ver, / en un estruendo de blancuras / se escapan en mil humaredas perpendiculares / violentas como si quisieran / atravesar el planeta de parte a parte”. Pero acabaron por hacerse tan próximas: “Frases mutiladas, cartas negras supervivientes / se buscan ciegas a la deriva / para formar islotes de pensamiento”.
Excelente narrativa
Una clara descripción de ver personas en sitios de interés
Pd: extraordinario escuchar las canciones de Calamaro