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Permitir y aceptar

F. JAVIER CLAVERO CHAMPSAUR.

“Pocas cosas son más tristes que encontrarse con una persona que sabe exactamente lo que debe hacer, sin embargo, no puede reunir la energía suficiente para hacerlo», Mihály Csíkszentmihályi.

Me gustaría plantear la correlación entre “permitir y aceptar” desde mi particular forma de entenderlo, para algunas de las situaciones que se cruzan en nuestra vida cotidiana así como las consecuencias que de su comprensión pueden o pudieran derivarse.

Pensemos en cualquiera de ellas, con algún familiar, amigo, compañero, pareja o incluso desconocido… Permitir, quiere decir, en este contexto, que entiendo como es esa persona, que ella no soy yo, que no va conmigo, que es algo suyo y que no tengo porque comprarle lo que me quiera vender. Me convierto en un observador, alguien que ve lo que pasa y no pretende cambiarle.

Pongamos el ejemplo de ese amigo tan sumamente negativo que con los años se ha vuelto cargante, pesado y que cuando lo ves te deja mal sabor de boca, anticipándote a la conversación que tendréis. Cuando intentabas explicarle las bondades de tener una actitud positiva ante la vida y él te decía: Sí, pero su comportamiento decía No. Tú te frustrabas, hasta enfadabas porque veías y entendías la gran diferencia que hay entre ver el lado positivo o negativo de las cosas —nos iba hasta la salud en ello, al menos la mental—. En ese momento no permitías que tu amigo fuese como realmente era. Sin embargo si asumes que es lo que es y cómo es dejando que siga siéndolo, no tratando de cambiarlo. Estas permitiendo que su negatividad sea algo suyo y no tuyo. Digamos que no te involucras, como decíamos, te transformas en un observador, y muy importante: No lo juzgas. Permitir entraña no juzgar, mantenerte al margen.

Vamos un poco más allá, porque no solo de permitir vive el ser humano. Introduzcamos el concepto de “aceptar” y démosle una connotación que va más allá de su significado ordinario y establecido… En el ejemplo anterior la aceptación supone —en el caso de que hayas permitido— que te vas a adaptar a su carácter (negativo) y siempre va a quedar algo en ti, aunque no tratarás ni de convencerlo ni cambiarlo. Luego entonces si permito y acepto, me llevo el malestar de haberme tragado su negatividad, y en el fondo te gustaría cambiarlo. Es una situación intermedia, no es mala, tampoco buena.

En el caso de permitir y no aceptar me estoy convirtiendo en el observador perfecto, es cuando estoy totalmente inmunizado a ese comportamiento, no solo no me afecta sino que lo tolero sin ningún problema —acaba por resbalarme—. Esta es la mejor situación ya que permites y no lo aceptas para ti, no te traspasa.

Una tercera posibilidad es que no lo permitas y no lo aceptes. Si seguimos con el mismo ejemplo… Al no permitirlo lo que ocurre es que te disgustas, te molesta e insufla esa negatividad en tu interior, es como si cada vez que lo ves te descarga toda su basura mental sobre tu espalda y se la recoge sin más. Al no aceptarla tan solo te queda una posibilidad, que es alejarte de esa relación que sin duda es tóxica y perjudicial para ti.

También en el segundo caso: Permitir y no aceptar, puede ser una solución ideal para alejarse, sobre todo en el caso de parejas o relaciones de trabajo tóxicas, que han llegado a su límite y donde uno decide que no quiere seguir manteniéndolas, pero no olvidemos que las permite y no las juzga. La no permisión supone juzgar al otro y eso deberíamos evitarlo a toda costa.

Y terminemos con el cuarto y último supuesto, que es el peor escenario que puede darse y desgraciadamente es el que más abunda: No permito y acepto. Te juzgo, no me gusta lo que veo, me como tu basura, me sienta mal, no obstante te acepto, lo que quiere decir que simple y llanamente me conformo: No me gusta pero me quedo con ello y contigo. Cuántas vidas malgastadas, maltrechas, tristes y oscuras en relaciones familiares, de pareja, laborales existen y podríamos evitar si nos diéramos cuenta de las diferencias entre permitir, no permitir, aceptar y no aceptar… ¡Tú decides!

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