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Misticismo femenino

Si alguna vez  disfrutaste de la pequeña obra  “El Lazarillo de Tormes”, te habrá llamado la atención la oración de la emparedada, que a lo largo de la obra, Lázaro, -el protagonista de la novela-, recita constantemente.

Y es que la práctica de emparedamiento voluntario, fue una elección de vida desde la baja edad media,  que llegaron a poner en práctica las mujeres eremitas, como una forma de vida ascética y espiritual. Al igual que los varones, querían renunciar a la vida común.  Dicha practica se hizo muy popular desde el siglo XII.

Dicha práctica, fue uno de los aspectos más conocidos del misticismo religioso, fue conocido también como el voto de tinieblas, por la oscuridad en que quedaban y las mujeres fueron nombradas “muradas”, porque quedaban encerradas en los muros, algunas de ellas, hasta su muerte.

Durante siglos, se fue desarrollando una genealogía de mujeres, que encontraron en la reclusión,  no un encierro, sino un espacio de búsqueda personal y de creación artística.

Como mencionaba anteriormente, la práctica generalmente era llevada a cabo por mujeres piadosas, que lo abandonaban todo, para adoptar una vida contemplativa y de oración.

Se recluían en un lugar muy pequeños, que pasaba a ser su único mundo,  solo una pequeña ventana o hueco, era su vínculo con el mundo exterior, por el recibían los alimentos, que su familia les llevaba y en muy raras ocasiones, recibían  oficios religiosos, pues no era bien visto por las autoridades eclesiásticas.

Por lo regular, el sitio era mucho muy reducido e insalubre, por lo que a menudo la persona que se encontraba dentro, llegaba a enfermar, los arqueólogos han llegado a encontrar en la actualidad, restos de mujeres que fueron encerradas de esta forma y que con el paso del tiempo fueron olvidadas y dejadas en su encierro.

Todas las emparedadas, como también les decían, alcanzaron gran popularidad; pero quizás la joven Inés Pedrós Alpicat, conocida como Inés de Moncada, concentró el mayor interés de la gente, por su historia, que se prestó a todo tipo de leyendas.

Cuenta el relato, que Inés fue movida por una gran inspiración religiosa, lo que la llevó a  intentar entrar en el Monasterio de Porta Coeli, en una provincia española -exclusivo de varones- se hizo pasar por monje, pero  fue descubierta y expulsada del monasterio. Decidida a no perder su dedicación,  buscó  refugio cercano al lugar, para continuar con su vida mística.

Tras descartar varios sitios, finalmente se ubicó en una caverna, situada en el Monte de la Cantera, donde se encontraba una cavidad  cálida para los días fríos del invierno,  vivió alejada del mundo por más de 20 años, hasta su muerte en el 1428. Hoy, el lugar es conocido y visitado por cientos de peregrinos que buscan seguir el camino  de la anacoreta.

Inés de Moncada, .-sin duda- dejó un claro precedente en la historia de las mujeres místicas, que buscaban integrarse con Dios, por medio del retiro y el ascetismo espiritual, demostrando que  esta práctica no era exclusiva de los hombres, también las mujeres podían aspirar a tener una vida mística.

Pasado el tiempo, muchas mujeres, quisieron seguir el ejemplo de Inés de Moncada, pero antes de su encierro, recibían  una ceremonia pública, muy al contrario de cómo era anteriormente, colocadas en una habitación pequeña, el albañil sellaba con ladrillos el muro, quedando encerradas hasta que ellas decidieran salir o quedarse ahí de por vida.

La forma piadosa de las mujeres emparedadas fue practicada en toda España y subsistió hasta finales del siglo XIX. ¿Quieres conocer más? descarga aquí el PDF de la Biblioteca Valenciana Tratado histórico-apologético de las mujeres emparedadas.

 

Por Daniel Reyes

Danie Sans

Periodista y escritor. Amante del arte y los enigmas históricos.

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