Día de Muertos en México

Cada año desde mediados del mes de octubre México se pinta de colores, pues está por llegar el Día de muertos, el 1 y 2 de noviembre, que coincide con la fiesta católica  de todos los santos, aunque desde hace décadas, ha tomando su propia particularidad.

Y es que la mayoría de habitantes que han perdido a un ser querido, deciden levantarle un altar, -donde como ofrenda-, colocan todo lo que le gustaba en vida al difunto. En otros lugares más autóctonos, la gente va a visitar a sus muertos a los cementerios, adornando la tumba con flores de cempaxóchitl y viandas que en vida le gustaban a sus familiares. Es una fiesta única, en la que los que aún están vivos, regalan dulces con forma de cráneos a su amigos más cercanos. Hoy esta fiesta a los muertos, es patrimonio inmaterial de la humanidad y hay mucho que aprender de ella.

El arte precolombino, está plagado con representaciones de la muerte, códices, murales, dinteles, templos y esculturas, casi todo tiene motivos mortuorios, ¿por qué? Quizá porque la vida del ser humano era bastante efímera –su esperanza de vida promedio era de 45 años aproximadamente- por lo que los artistas, pretendieron dejarla plasmada para que no se olvidara.

En una de las páginas de lo que hoy se conoce como códice Borgia, se encuentra una representación muy interesante, el de la muerte y la vida, como el anverso y reverso de la vida misma.

Otra muestra del grandioso conocimiento que practicaban las culturas del México antiguo, es la que hasta nuestros días sobrevive, la poesía del insigne filosofo Nezahualcoyotl (1402-1472) rey de la ciudad Texcoco cerca de Tenochtitlan, veamos:

 

 

 Nikihtoa (Yo lo pregunto)

Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:

¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?

No para siempre en la tierra,

sólo un poco aquí.

Aunque sea de jade se quiebra,

aunque sea de oro se rompe,

aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.

No para siempre en la tierra:

solo un poco aquí.

 

Angustia ante la muerte

Estoy embriagado, lloro, me aflijo

pienso, digo,

en mi interior lo encuentro,

si yo nunca muriera,

si nunca desapareciera.

Allá donde no hay muerte

allá donde ella es conquistada,

que allá vaya yo…

Si yo nunca muriera,

si nunca desapareciera.

La vida es ilusoria –si duda- y cualquier vanidad perecedera,  poco el tiempo que estamos sobre la tierra, así lo comprendió el poeta de Texcoco y lo dejó como herencia.

Durante el mes de noviembre, es inevitable pensar sobre quienes se han ido, así como sobre nuestra propia muerte y en que la vida es tan fugaz. La muerte camina a nuestro lado y solo basta un momento para que ella se decida a llevarnos.


Micailhuitl

La celebración original antes de la conquista española, fue la fiesta llamada Micailhuitl, palabra náhuatl cuya acepción es Fiesta a los muertos, la regían dos divinidades Mictlanzihuatl y Mictlantekuhtli, señora y señor del Mictlán, que venía a ser la región de los muertos. A diferencia de la ideología católica, no existía un diablo, si no dos seres cuya apariencia era de esqueletos.

En el Mictlán, todo era reposo y quietud, frío en su totalidad, como la muerte, este lugar se dividía en 9 niveles y al igual que el Dante en su divina comedia, había que ir sorteando las diversas apariciones que se presentaban.

Ojalá y para quienes no comprendan la festividad mexicana de día de muertos, lo antes expuesto, pueda contribuir un poco a conocer esta maravillosa fiesta que todos los mexicanos celebramos con gran júbilo.

 

 

Danie Sans

Periodista y escritor. Amante del arte y los enigmas históricos.

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