Pensamiento

‘LA VIDA EN SUSPENSO’ (Diario del confinamiento), de Jordi Doce

JORDI DOCE

La vida en suspenso

Editorial Fórcola

Madrid 2020    158 páginas

 

Quién sabe, a partir de ahora, hasta qué punto seremos libres, hasta qué punto vigilados…

 

Por Íñigo Linaje

Hemos vivido mucho tiempo dentro de una película de suspense. Hemos vivido y seguimos viviendo días extraños. No es fácil adaptarse a una realidad anómala; pender de un presente continuo sujeto a la incertidumbre de un futuro precario. Pero tampoco era sencillo vivir como lo hacíamos antes: sumidos en la irrealidad vertiginosa a la que nos habían acostumbrado.

Más mal que bien cada persona soportó la travesía del encierro de una manera. Algunas dedicaron su tiempo a actividades postergadas por el ajetreo cotidiano. Otras se rindieron -furiosas- al bombardeo informativo y publicitario. Hay quien, espontáneamente, tomó el hábito de hacer un registro cotidiano de los días. Es el caso del escritor Jordi Doce que, cuando entró en vigor el estado de alarma, decidió iniciar un cuaderno de notas que ahora se ha convertido en libro: La vida en suspenso. Su particular dietario del confinamiento, que ha editado el sello Fórcola, podría ser el de cualquiera de nosotros.

Jordi Doce dice con palabras la sensación de irrealidad que vivimos durante las semanas que duró la clausura: la misma perplejidad, la misma extrañeza. No es fácil verse privado de libertad; tampoco ver morir a cientos de semejantes todos los días. No es fácil convivir con el miedo y la ansiedad, ser un paseante furtivo en una ciudad desconocida. El escritor se refugia en la lectura, mira a su alrededor y, como un George Perec insospechado, exiliado del bullicio de las calles parisinas, consigna lo que ve desde los estrictos límites que le ofrece su ventana.

Hay en las páginas de este diario una exaltación de la naturaleza, una reivindicación del silencio como manera de estar en el mundo, una mirada atenta a las cosas que suceden cuando aparentemente no sucede nada. Todos hemos escuchado -a lo largo de este tiempo- la profundidad del silencio que habitaba las noches. Todos percibimos con nitidez el canto de los pájaros a cualquier hora del día. Jordi Doce, que practica una escritura humilde y reflexiva, ha mirado el mundo como nosotros y ha extraído de su mudez pequeños hallazgos: una música imperceptible, una palabra aleccionadora. No hay en su libro propósito literario ni disquisición intelectual, sino un deseo de registrar la cotidianidad sin ambages ni estridencias, sin mensajes subliminales.

Ignoramos lo que los nuevos tiempos nos traerán en el futuro. Son muchas las especulaciones, múltiples los presagios. Quién sabe si seremos mejores. Quién sabe si más sensatos. Quién sabe hasta qué punto libres: hasta qué punto vigilados. Se dice que de las situaciones más adversas se sacan lecciones enriquecedoras. Ojalá el encierro nos haya servido para dialogar con nosotros, para fortalecer los lazos con los nuestros, para ser más solidarios. Ojalá nos haya hecho reflexionar sobre el despropósito de llevar unas vidas aceleradas, programadas hasta el extremo. Mirar el cielo o tomar una taza de café -dice Jordi Doce- pueden parecer actos ridículos, intranscendentes. A veces, lo son todo.

 

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