‘Armónicos del cinismo’, de Juan Luis Conde
Armónicos del cinismo
Juan Luis Conde
Reino de Cordelia
Madrid, 2020
148 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
Hay que ser un héroe para renovar las palabras que han ocupado un lugar común y que se extienden por los discursos como una mancha de aceite. En realidad, es imposible hablar de libertad, de libertad real, no de la farsa, sin autonomía de pensamiento: “Para conseguir esa revolución cartográfica, que disuelve el centro y da paso a la subsiguiente emancipación, a esa deseable autonomía de pensamiento, el proceso intelectual que debería preocuparnos, pues, no versa tanto sobre qué pensar (el objeto) como para quién, con quién y desde dónde pensar (los circunstanciales)”. Así se expresa Juan Luis Conde (Ciudad Rodrigo, 1959) en este ensayo, que es una de las lecturas que más agitan el pensamiento que pululan por las librerías en estos tiempos. Agitar el pensamiento es un acto de rebelión, en este caso contundente y con claras intenciones de incitar a esa lucha contra la injusticia que nos ha llevado a aceptar las posturas (y las ideas) de la sumisión. Digámoslo a las claras: Armónicos del cinismo es una brillante recopilación de artículos contra la mentira.
Es cierto que la mentira, se puede concluir de la lectura de estos ensayos, está ligada al neoliberalismo como la enredadera al árbol, pero Juan Luis Conde no se limita a la denuncia de la manipulación, por ejemplo: viaja más allá y retrocede hasta otras sociedades, hasta la antigua Roma, hasta la antigua China, para comparar las estrategias discursivas y los mensajes sin pudor, y demostrar cómo se actualizan. Con frecuencia recurre al análisis de algún oxímoron que hemos aceptado, aunque sólo sea por exceso de presencia entre los discursos. Juan Luis Conde es un admirador y un delator de la paradoja. Sobre esta figura se centra su análisis, que nos va guiando con una densidad sorprendente -no hay una expresión ligera ni un concepto sin explicar-, pues la contradicción será el combustible que ponga en marcha los engranajes del pensamiento. A través de este hilo se nos descubre que inmersos en la alocución neoliberal no nos hemos dado cuenta de que una palabra como libertad ha sustituido a la más vulgar de dinero. De hecho, dinero ha desaparecido de cualquier texto. Hay bastante vehemencia en los párrafos de Juan Luis Conde, pero es una vehemencia sensata, contenida y, en cualquier caso, justificada, pues se amotina contra los dominantes, contra quienes permiten que el planeta sea fundamentalmente injusto y nos convencen de que esta rutina es la mejor de las ideas.
Si hay un pensador al que Juan Luis Conde le debe buena parte del espíritu del libro, éste será Víctor Klemperer, el filólogo alemán que escribió LTI, la lengua del Tercer Reich. Como Klemperer, Conde está convencido de que el lenguaje construye mucho más que el pensamiento y practica la filología de combate; cada concepto que se expresa nos afecta emocionalmente, nos educa, nos hace vivir como a Espartaco o a Gandhi, o fallecer como los habitantes de un hormiguero en días de lluvia, que imitan esa sociedad totalitaria, la de Un mundo feliz, en la que los siervos son felices de serlo, como el protagonista de Los restos del día se sentía un privilegiado en su jaula de oro. “Seremos dominados, pero estamos contentos”, es una pésima máxima para residir bajo ella; va siendo hora de dejar de tenerla en consideración.