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Los libros de la isla desierta: ‘Las aventuras de Tom Sawyer’, de Mark Twain

ÓSCAR HERNÁNDEZ-CAMPANO.

No es esta una novela que se suela leer de adulto. Al menos no debería ser una novela que se descubriera cuando uno transita la mitad -¡ojalá!- de la vida. Las aventuras de Tom Sawyer es un libro que se debería leer de chaval y releer de adulto para no perder de vista aquel paraíso de libertad y despreocupación que es -o debería ser- la infancia. A pesar de todo, su autor lo concibió como un libro nostálgico para que sus coetáneos recordaran cómo era la infancia en los años cuarenta del siglo XIX en el cálido sur de los Estados Unidos. Sin embargo, ha sido ahora cuando he leído -devorado- esta joya, esta cima de la literatura. Los porqués son variados. Lo cierto es que no era lectura escolar en los años ochenta del siglo XX. Sí conocía el personaje y, creo, leí alguna versión de esas descafeinadas que se publican para niños. Algo que me sorprende, ya que esta novela está escrita para que los pequeños la puedan disfrutar. Hay algún vocablo poco conocido, de acuerdo, pero ¿cómo aprenderíamos nuevas palabras si no las descubrimos y las buscamos en el diccionario o deducimos su significado por el contexto? En conclusión, que he leído y disfrutado de un libro clásico que, antes de seguir, recomiendo a todo el mundo. Es cierto que, a priori, podría parecer una novela juvenil o casi infantil. No obstante, la obra de Twain es una mirada nostálgica a la inocencia perdida, un alegato en favor de la imaginación y una brutal crítica a muchos elementos que conforman la civilización y que nos alejan del entorno natural.

Mark Twain (1835-1910) es el pseudónimo de Samuel Clemens, el padre de la novela norteamericana, según sus críticos. El autor, cuya vida da por sí misma para una novela de aventuras, se dedicó a muchas cosas (escritor, piloto de vapor, viajero, conferenciante, periodista…) y se interesó por la ciencia y la tecnología. Escribió varias novelas mundialmente famosas, se arruinó, viajó por medio mundo y murió exactamente cuando lo tenía previsto: coincidiendo con la visita del cometa Halley, cuerpo celeste que pasaba por aquí cuando el escritor nació. Además de aventuras, como he sugerido, Twain fue un intelectual comprometido con los derechos sociales de las minorías y de las mujeres, cuya lucha por el derecho al voto secundó. Su pseudónimo, por ejemplo, es la frase que los esclavos que asistían la navegación de los vapores en el río Mississippi pronunciaban -a su manera- para comprobar si había profundidad suficiente para navegar: mark twain sería marca dos (brazadas) (de profundidad).

Pero hablemos de Las aventuras de Tom Sawyer. La novela, ambientada en el ficticio pueblecito de San Petersburgo, a orillas del Mississippi, nos muestra la vida despreocupada del pequeño Tom, un travieso e imaginativo chaval de unos diez u once años, huérfano, que vive con su tía Polly, a la que colma de disgustos, y con sus primos. Sus amigos son Joe Harper y Huckleberry Finn, personaje secundario que, conforme avanza la trama, crece en protagonismo y profundidad, eclipsando incluso al mismo Tom. Tanto es así que el autor escribió una novela titulada Las aventuras de Huckleberry Finn. También hay chicas: Becky Thatcher y Amy Lawrence. Y un villano: el indio Joe. Los adultos representan las normas, las leyes, el orden, mientras que Tom Sawyer apura su infancia jugando y correteando por unos parajes hermosos e idealizados. Las aventuras que vive Tom y a las que arrastra a sus amigos (jugando a piratas, a Robin Hood, a ladrones), traen de cabeza a sus mayores y deleitan al lector. Además, vemos el contraste entre la religión cristiana oficial y las supersticiones, creencias y hechicerías que colman toda la vida de aquel pueblo, fruto del sincretismo de creencias nativas americanas y de los esclavos afroamericanos. Todo ello añade intriga y emoción a un relato encantador que, en esta edición, se adereza con unas deliciosas ilustraciones de Dani Torrent. Un libro, en definitiva, que tiene su lugar reservado para ser releído en la isla desierta.

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