Leer es cosa de ricos
José Luis Trullo.- A la espera de si sale o no adelante, y ya solo como síntoma de una deriva, se ha publicado en los últimos días que el Gobierno de España, el cual se califica a sí mismo de progresista y modernizador, ha planteado subir el IVA del libro, del actual 4% (el que se aplica a productos básicos como el pan o la leche) al 10%. El argumento esgrimido es que con dicho gravamen “se beneficia a las rentas altas”, en román paladino: que los pobres no leen o, cuanto menos, no compran libros.
Se me ocurren varias cosas al hilo de esta noticia. La primera es que, si fuera cierta esa tesis (lo cual habría que demostrar), de aprobarse dicho aumento todavía leerán menos, o tendrán que surtirse de las librerías de ocasión o de las bibliotecas, es decir, permanecer al margen de la actualidad bibliográfica, la cual quedaría reservada a los (¡y las!) más pudientes… ¡y ello, por mor de una decisión impulsada por la izquierda, la supuesta defensora de los descamisados! . La segunda: si son los ricos quienes principal y presuntamente compran libros, ¿por qué limitarse a aplicarles un IVA del 10%? Por pura lógica ideológica, deberían sufrir un recargo del 21%, que es el que corresponde a los artículos de lujo, como las joyas o los coches. La tercera es que un planteamiento semejante reduce a agua de borrajas todas las iniciativas institucionales que, con dinero público (no lo olvidemos), tratan de persuadir a los menos letrados -en teoría, de nuevo, las clases desfavorecidas– de que leer es un ejercicio beneficioso para la mente y el espíritu. Por último, no hay que olvidar que el aumento en el precio de los libros será lineal, es decir, que se aplicará de forma indiscriminada a los manuales escolares y a los best-sellers de evasión, a un estudio encuadernado en rústica sobre la pobreza en el mundo y a otro que ensalce en tapa dura las bondades de invertir en bolsa comprando bonos basura. ¡Como si el hecho de ser un objeto compuesto de páginas impresas avalase la peregrina tesis de que todos los libros son… iguales!
Pero esto no queda aquí, no. Una iniciativa semejante coincide con el tiempo con otra de signo contrapuesto: una de ellas es la noticia de que nuestro Gobierno progresista y modernizador piensa instar a las Comunidades Autónomas a declarar la cultura como un bien de primera necesidad (sic), es decir, a la altura del pan y la leche; mal casa esta propuesta con la de subir el precio de los libros, a no ser que para nuestros dirigentes, como en la canción de La Unión, crean que “comer libros es una gran pasión”.
Admitámoslo, detrás de un anuncio como el que nos ocupa, y con plena independencia de si llega o no a puerto (con frecuencia, conocemos la auténtica calaña de nuestros políticos, no por lo que hacen, sino por lo que querrían haber hecho), subir el precio del libro abunda en la deriva analfabetizante que padece este país, la cual se ve confirmada por la aprobación del decreto que permite obtener el título de ESO y Bachillerato con suspensos, una iniciativa que ha sido acogida con estupor por la comunidad educativa, y que torpedea la línea de flotación de la calidad y la eficiencia en dicho ámbito… pues, si los títulos no son el reflejo de una aptitud demostrada, poco menos que se convierten en papel mojado, inservibles para abrirse paso en la jungla laboral.
Salga adelante o no la propuesta, se diría que la élite regente ha decidido dar por perdida la clase “baja” (?), que bastante entretenimiento tienen ya con la televisión y las redes sociales, y que si quieren comprar libros, que vayan al mercadillo del Jueves o a la cochambrosa y siempre mal surtida biblioteca de su barrio. Una perspectiva espantosamente clasista, huelga decir. (Doy por descontado que la nutrida casta de intelectuales que avala toda y cada una de las iniciativas gubernamentales -y que incluye a poetas que dirigen institutos de postín, por cierto- va a permanecer oportunamente callada, quizá por miedo a que, si alza la voz, se les tilde de facha, fascista o franquista).
Mientras tanto, al otro lado del océano, los directivos de las grandes empresas tecnológicas se ocupan muy mucho de que sus hijos estudien como siempre se ha hecho desde la invención de la imprenta, lejos de las pantallas. Será que ellos sí tienen claras las prioridades y saben que el mejor modo de que sus vástagos prosperen, ya no profesionalmente, sino simple y llanamente como personas, es devorando libros: cuantos más y más baratos, mejor.
Creo que esta información se ha basado en un bulo de la derecha.
Pero verlo replicado aquí con tanta fuerza…. jo, les resta puntos. Qué pena.
Si se confirma, esperamos que venga usted a disculparse. En cualquier caso, ya se ha quedado a gusto ostentando su supremacismo ideológico, que le aproveche.