Robert Desnos en Saint Merri
Por Antonio Costa Gómez.
Siempre que voy a París me encanta pasar un rato en la fuente de Strawinsky, en una plaza a un costado del centro Pompidou, mirando las figuras bailando en el agua y los labios enormes de Nikki de Saint Phalle. Desde allí se ve la iglesia de Saint Merri, que ciñen las calles donde Desnos pasó su infancia. Las vidrieras góticas de Saint Merri representan la vida de Santa Claus, y en un poema Desnos habla de un borracho de trece años tirado sobre un charco y su madre gritando por la ventana. Muchas veces, cuando yo dormía en ese hotel Rivoli tan barato y caliente, paseaba por las calles del barrio de Saint Merri, miraba las ventanas escondidas de la rue de Quincampoix, y me volvía tan íntimo y tan surrealista como Robert Desnos.
A mí siempre me fascinó ese poema de Robert Desnos, “ A la misteriosa”: “Tanto he soñado contigo que pierdes tu realidad / ¿Habrá tiempo para soñar ese cuerpo vivo?”. Resultó que la Misteriosa era la mujer de su amigo, el pintor Fujita, se llamaba Youki aunque era francesa, y el poeta se le declaró yendo por el parque Montsouris, el Monte de los Ratones, al sur de París, uno de los parques más sugestivos de París. Y allí el sueño se hizo realidad. Yo caminé emocionado por el parque de los Ratones, cuando paseaba por los callejones donde pululaban Henry Miller y los otros, y me acordé de Robert Desnos, y Consuelo fue la Misteriosa para mí.
Pero lo que más me emociona es ver los arbotantes, las ventanas secretas de Saint Merri y su techo de pizarra, y me acuerdo lleno de plenitud de “A la misteriosa”: “Tanto he soñado contigo / que mis brazos acostumbrados a cruzarse / sobre mi pecho abrazan tu sombra”. Y llegaron los hijoputas rubios de la Gestapo y se llevaron a Desnos a Buchenwald. Pero yo veo en la boca tan sensual de Nikki de Saint Phalle el misterio rojo de su Misteriosa.