+ Ekléktiko

La desgracia de los Dirigibles

R-101

A inicios del siglo XX, la industria aeronáutica británica  era muy diferente a como las conocemos.

Los dirigibles orientaron la carrera del aire, siendo en la primera guerra mundial, que el uso de estas naves se  hizo de manera constante, tanto para observaciones,  como  bombardeo de ciudades,  pero su lento desplazamiento los hacían muy vulnerables y blanco de los enemigos, eran prácticamente bombas itinerantes.

Posteriormente su camino, se vio ensombrecido por varias tragedias,  una de ellas, fue la que sepultó la  trayectoria de los dirigibles ingleses, la del R101, creado por la compañía Royal Airship Works.

Debido a la premura en su construcción, los vuelos de prueba que realizo dicha compañía, fueron muy cortos, por lo que los estándares de seguridad eran pobres. Era la década de los años 30’s y no había un sistema metódico en la construcción.

Era el día 4 de octubre de  1930, llevaba más de 50 pasajeros y el dirigible,  superaba  la expectativa de carga. Desde su despegue, el dirigible comenzó a manifestar  algunos grados de inclinación por el exceso de peso, lo que llamó la atención de los ingenieros que estaban junto a más de 6.000 personas que observaban la salida.

Pero sin querer llamar la atención y pensando que se recuperaría, la tripulación soltó el lastre de agua para poder nivelarlo, lamentablemente el mal tiempo hizo su presencia y la lluvia constante, cooperó en la desgracia, haciéndolo más pesado.

Con grandes esfuerzos del capitán, logró cruzar el canal de la mancha. El fuerte viento comenzó a rasgar primeramente las cubiertas protectoras y dejó expuestas las bolsas de hidrógeno, que se fueron abriendo y vaciarse, lo que generó que el dirigible perdiera altura considerable.

Al cruzar el canal, solo llevaba 42 metros de altura, impactándose en tierra. Los cables con los que se cruzó, encendieron el gas inflamable y las llamas alcanzaron  más de 200 m de altura,  en medio de la madrugada del 5 de octubre, en un pequeño  pueblo francés.

Sobrevivieron  7  del total de las 54  que iban a bordo, muchas de las víctimas murieron sofocadas por la falta de oxígeno que se consumió instantáneamente en la llamarada.

Como consecuencia directa, la Royal Airship fabricante de estos modelos, tuvo que desmantelar por órdenes del Ministerio del Aire, el prototipo, que sustituiría al R101, que contaba con mejores características y tecnología, quedando en el hangar  y dejando que  la  Alemania prenazi dominara por un tiempo los cielos con su Zeppelin.


LZ 129  Hinderburg

El  Hindenburg, fue clasificado como el titanic de los aires alemán.

El modelo más conocido era el LZ 129 Hindenburg, siendo al R-101 de los más colosales construidos en esos tiempos por manos humanas.

El  nuevo diseño alemán fue construido de aluminio,  con una longitud de  245 metros de largo, tenía 41 metros de diámetro y contaba con 14 bolsas que contenían  200.000 m³   de hidrógeno, para poder desplazarse a la velocidad de 135 km por hora, -sin duda- la última  tecnología de la década de los treinta.

Pero la vida de este gigante fue corta, para el  6 de mayo de 1937, tras haber cruzado el Atlántico, el Hindenburg se acercó a la base de amarre en la Estación Aeronaval de Lake Hurst en Nueva Jersey, después de esperar varias horas a que el tiempo tormentoso le permitiera las maniobras de atraque.

A las 19:25, mientras el Hindenburg ya había largado los amarres y se acercaba a la torre, se observó en popa un misterioso destello, llamado fuego de San Telmo, que son chispas extensas e inermes de electricidad estática, generadas por la tormenta eléctrica que se encontraba en esos momentos.

Esta extraña bola, prendió fuego en la parte superior de la popa, extendiéndose instantáneamente por todo el dirigible, mientras la estructura caía lentamente sobre los pasajeros que saltaban desde una altura de 15 metros.

Quedó destruido por completo en menos de 40 segundos y su esqueleto permaneció largo tiempo en el suelo hasta que fue vendido como chatarra. Murieron 36 de las 97 personas que llevaba en total, la mayoría salió con quemaduras de primero y segundo grado, de la tripulación  13 perdieron la vida. Tras el desastre y posterior investigación, Adolf Hitler ordenó terminar con la flota de dirigibles comerciales.

La compañía alemana, dejó de construirlos, y solo dejó al hermano gemelo del LZ-129,  para realizar estudios de espionaje durante la Segunda Guerra Mundial, nunca más se volvieron a utilizar para transporte de pasajeros.

La vulnerabilidad a las inclemencias del tiempo, hizo que estas aeronaves  tuvieran accidentes constantes, documentándose  al menos uno por año desde 1897 hasta 1960,  el más mortífero, fue el de el USS Akron, el  día 4 de abril de 1933, una tormenta severa desplomó y mató a  73 personas de la tripulación, muchos murieron ahogados, solo 3 sobrevivieron.

Fue así como la era de los dirigibles se vio ensombrecida y  apagó su luz para no encenderse jamás.

Por Danie Sans

Danie Sans

Periodista y escritor. Amante del arte y los enigmas históricos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *