Contigo, pero sin ti II: Crónica del Fil Lima Virtual 2020

CÉSAR MUNDACA.

El aspecto friolento que mostró la FIL limeña, cambió, en buena medida, gracias a la intervención de Andrea Marcolongo. La aclamada ensayista italiana, contundente en su exposición, me embarcó en una mágica travesía por el estudio de la lengua griega, su exuberante riqueza y la instructiva mitología ateniense. Sus lúcidas palabras, nutridas de experiencia, calidez y profuso conocimiento, me embelesaron muchísimo. Tanto fue el nivel de encantamiento que, más allá del cansancio post trabajo remoto, reproduje, en más de una vez, el video de su presentación. 

Jhumpa Lahiri (Londres, 1967), Premio Pulitzer 2000, por su cuentario Interpreter of Maladies, levantó el velo de su afición por la lectura y el fatigoso oficio de escribir. Jhumpa comenzó examinando, meticulosamente, el diseño de los cuentos. Del mismo modo, trataba de comprender los mecanismos del género breve. También braceó en las indomables aguas de la poesía. Pero no en la poesía actual, sino en los poemas homéricos.  

En cuanto a la escritura, Lahiri cuestionó esta actividad. La inseguridad la embistió en varias oportunidades. Le parecía chocante cruzar el umbral del rol de escritora. Asimismo, llegó a pensar que no tenía nada importante que compartir con el lector. Afortunadamente, supo sortear esos angustiantes escollos y apretó, a fondo, el acelerador de la palabra escrita, tanto de ficción como de no ficción. Además, enfatizó en la tarea del escritor de absorber la lectura, en la consistencia, en la integridad de sus relatos.

Por otro lado, la feria coincidió con el centenario del natalicio de María Isabel Granda Larco. “¿Quién es esa señora?”, se preguntarán algunos de ustedes, un tanto extrañados, confundidos. Pues, me refiero a la universal Chabuca Granda. En sentido homenaje, y sin el congelamiento de la transmisión, su hija, Teresa Fuller, presentó Cantarureando canterurías: cancionero y letras inéditas, texto que aglutina la obra absoluta de una de nuestras excelsas compositoras de bandera.

Las invenciones provenientes de la costa, sierra y selva también tuvieron sus espacios. Insuficientes, desde luego: literatura de los Andes, narraciones amazónicas, nuevas voces y el recital de poesía en lenguas originarias: quechua y machiguenga. Pequeñas rebanadas del jugoso manjar creativo que se prepara, en silencio, fuera de las fronteras del cenáculo literario limeño. Muralla que impide una mayor visibilidad de las creaciones artísticas, por ejemplo, de José Lalupú (Piura), Gina Gogin (Arequipa), William Guillén (Cajamarca), Judith Huiza (Huancavelica), Carlos Cabrera Miranda (Cajamarca), Haydith Vásquez (San Martín) o Godeardo Orbe (Loreto).

Honestamente, sentí que había acompañado a la FIL, mediante la audición de determinados conversatorios de fructuoso aprendizaje. Sin embargo, la entraña libresca, el espíritu alegre del magnánimo evento, nunca habitó en mí. A ello obedece el melancólico título de ambas crónicas.

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