Divertido homenaje al talento femenino en «El vergonzoso en palacio»
Por Horacio Otheguy Riveira
Desde el sonido del entrechocar de espadas tras el telón hasta el jolgorio del saludo final —donde todo el elenco se marcha bailando, antes que los aplausos decrezcan—, la puesta en escena de Natalia Menéndez resulta brillantísima, con numerosos detalles sorprendentes en un contexto de gran familia plenamente integrada, teniendo en cuenta que muchos de los integrantes del equipo de producción ya han trabajado a su lado, creando un clima de creatividad en el que los que participan por vez primera se sienten como en casa, pues el propio concepto de una comedia del siglo de oro tan contemporánea, tan cercana, hace posible que los personajes bailen mientras hablan, hablen mientras sueñan, sean ellos mismos y también aquellos que quieran ser en un juego incesante de apariencias en busca de su propio corazón, su propia capacidad de avergonzarse o de ser traviesos, aunque las verdaderamente osadas sean siempre ellas, especialmente Doña Madalena y Doña Serafina, interpretadas de maravilla por Anna Moliner y Lara Grube, respectivamente.
Ellos, al fin y al cabo, no son más que temerosos peleles ante la seducción, la belleza y audacia de ellas, también estupendamente interpretados con el aire de clown que baña todo el espectáculo: así, desde el veterano duque que no da una (José Luis Alcobendas) al cómico criado (César Camino) y por supuesto al vergonzoso del título (Pablo Béjar), cuyo amor no se atreve a llevar adelante, aunque de eso ya se ocupará la increíble muchacha dispuesta a todo: hilarante escena con la ya mencionada Anna Moliner en un desdoblamiento hombre-mujer que también borda en otra escena Lara Grube: situaciones que se asemejan, recreadas e interpretadas de manera muy distinta, igualmente eficaz..
Todo lo que sucede en escena forma parte de una gran coreografía, con pájaros que cambian los decorados, protagonistas y secundarios que se mueven como si se parodiaran en las fórmulas cortesanas, pero a la vez respetando versos (espléndida versión de Yolanda Pallín) y trajes de la época.
Una magnífica escenografía de Alfonso Barajas en la que grandes espejos son funcionales puertas, cuando no ventanas o escondrijos, y un gran árbol que es muchas otras cosas, junto a los muy atractivos detalles de videoescena creados por Álvaro Luna, dan relieve al espíritu transgresor con que se exhibe este fascinante Tirso de Molina enamoradísimo de sus audaces criaturas femeninas que no cesarán de intrigar, jugar y seducir hasta conseguir a los hombres de los que se han encaprichado.
Feliz noche de estreno la de Natalia Menéndez que salió a agradecer los aplausos en un muy bien orquestado saludo final en plan entusiasta fin de fiesta. En definitiva, un Vergonzoso en palacio tan divertido como complejo, revitalizado con algún guiño calderoniano, entre muchos otros chispazos.
Sale de juerga la irreverencia del clásico que se ríe de sí mismo, en la preciosa cobertura de un mundo en el que podemos reconocernos como si, 400 años atrás (se estrenó en 1621) ya palpitara el valiente arrojo de mujeres que rompen los sórdidos estigmas sociales que las condenan a la tortuosa obediencia patriarcal.
Tirso alaba el teatro y realiza, desde una gran libertad creativa, un curioso juego de identidades, anhelos y pasiones. Moldea a seres especiales, divertidos, vergonzosos y desvergonzados que se mueven por sus apetitos y crean tensiones de una comicidad apabullante. Se trata de seguir la senda marcada, potenciando la imaginación del autor, explorando las miradas diferentes sin prejuicios, con ligereza y contundencia. Jugar con los equívocos, los enredos y los sueños interpretativos. Una estética sugerente acorde a este heterogéneo bosque, inspiradora del reto de atreverse a ser, de buscarse, de seducir y merecer al otro. Ponerse y quitar obstáculos para amar y para obtener poder. Apostar por los retratos y las imágenes mentales, físicas y del alma que pueblan esta comedia palaciega. Enamorarnos de ellos con y por ellas. Conseguir que el ingenio aporte luz entre tanta espesura. Natalia Menéndez
Pablo Béjar
María Besant
César Camino
Javier Carramiñana
Bernabé Fernández
Lara Grube
Fermí Herrero
Juanma Lara
Carlos Lorenzo
Anna Moliner
Alejandro Saá
Raúl Sanz
Nieves Soria
Dirección Natalia Menéndez
Escenografía Alfonso Barajas
Iluminación Juan Gómez-Cornejo
Vestuario Almudena Rodríguez
Composición musical Mariano García
Videoescena Álvaro Luna
Coreografía Mey-Ling Bisogno
Asesor de verso Vicente Fuentes
Lucha escénica José Luis Massó
Maravilloso sin palabras